No s¨®lo de pan
LA CONCESION del Premio Nobel a Vicente Aleixandre deber¨ªa ser un simple acontecimiento literario. Pero lo cierto es que ni los criterios que gu¨ªan a la Academia Sueca se hallan totalmente alejados de la pol¨ªtica, ni la vida cultural de un pa¨ªs se encuentra al margen de la acci¨®n del Estado.Los otorgantes del Nobel de Literatura han mostrado en general gran cuidado en evitar que reg¨ªmenes pol¨ªticos represivos puedan utilizar la distinci¨®n concedida a uno de sus s¨²bditos para maquillar su deteriorada imagen. En el caso de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, el premio al oficialista Sholojov fue ampliamente contrarrestado por el otorgamiento de la misma distinci¨®n literaria a Pasternak y Soljenitsin, dos conocidos disidentes, al igual que Sajarov, Nobel de la Paz en 1975. Y el sempiterno e injusto postergamiento de Jorge Luis Borges puede ser parcialmente explicado por la identificaci¨®n de ese gran escritor con las dictaduras militares de su pa¨ªs y de todo el continente.
En cualquier caso, y en lo que se refiere a Espa?a, lo cierto es que el Premio Nobel de Literatura ha reca¨ªdo, en la ¨¦poca m¨¢s reciente, en dos grandes poetas del exilio: Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, que falleci¨® en ¨¦l exilio exterior, y Vicente Aleixandre, que ha vivido cuarenta a?os de exilio interior. No pod¨ªa ocurrir de otra manera.
Durante el franquismo, la actitud de la Administraci¨®n hacia la cultura fue impedir su crecimiento a trav¨¦s de la censura y utilizar el presupuesto nacional y los medios de comunicaci¨®n estatal para promover mediocres valores y horterizar al pa¨ªs entero. Dejando a un lado los estragos producidos en la Universidad, el pensamiento, las letras, el cine, el teatro y las artes sobrevivieron y se desarrollaron a pesar del Estado. Mientras la censura prohib¨ªa libros de Jorge Guill¨¦n, Rafael Alberti y Le¨®n Felipe, la Espa?a oficial ped¨ªa el Nobel para Jos¨¦ Mar¨ªa Pem¨¢n. El fara¨®nico esperpento del Valle de los Ca¨ªdos ten¨ªa como correlato natural el rechazo por el alcalde Arias Navarro de la escultura que Eduardo Chillida hab¨ªa regalado al pueblo de Madrid-. La lucha contra la administraci¨®n cinematogr¨¢fica del director Saura y el productor Querejeta, que han conseguido premios en los m¨¢s importantes festivales internacionales, puede ser mejor comprendida al recordar que varias pel¨ªculas de Luis Bu?uel han estado durante largos a?os prohibidas.
No s¨®lo de pan vive el hombre; y no s¨®lo de pol¨ªtica se alimenta una comunidad humana. La cultura nace en la sociedad y revierte a ella. En este sentido, hay que ponerse en guardia contra cualquier forma, aunque sea encubierta, de dirigismo estatal. Por lo pronto, al Estado hay que exigirle que no invada el ¨¢mbito de la libre expresi¨®n, pero que la proteja de los b¨¢rbaros que incendian librer¨ªas o dinamitan peri¨®dicos y revistas. De manera activa, la Administraci¨®n debe promover nuestra cultura en el exterior, tanto a trav¨¦s del fomento a la exportaci¨®n de nuestros libros y publicaciones como mediante la difusi¨®n, sin distinci¨®n de ideolog¨ªas, de nuestros escritores y artistas. Dentro de nuestras fronteras, quedan fuera de la din¨¢mica del mercado y de las posibilidades de la empresa privada tareas tan importantes como la multiplicaci¨®n y dotaci¨®n de bibliotecas, la protecci¨®n de grupos experimentales teatrales, musicales y cinematogr¨¢ficos, o la creaci¨®n de una gran editorial universitaria.
Para esas tareas el Ministerio de Cultura necesita encontrar su ¨¢mbito propio de actuaci¨®n, que en los actuales momentos tropieza necesariamente con las competencias de otros departamentos: Asuntos Exteriores en la promoci¨®n de la cultura, Comercio en la exportaci¨®n de libros, Educaci¨®n en el campo de la ense?anza, Gobernaci¨®n en las relaciones con la Administraci¨®n local, etc¨¦tera. Y necesita tambi¨¦n, como es l¨®gico, disponer de los fondos necesarios para llevar adelante sus proyectos, de los que habr¨ªa que excluir la RTVE, financiada en los grandes pa¨ªses europeos por tributaciones espec¨ªficas. Ciertamente, no est¨¢ el horno del gasto p¨²blico para bollos; pero si el prop¨®sito de la reforma fiscal es favorecer una redistribuci¨®n m¨¢sjusta de la riqueza, algo habr¨¢ que hacer para suministrar a los ciudadanos espa?oles esos bienes de cultura que el franquismo suprimi¨® de la dieta nacional. No basta con que los ministros citen a los poetas; su deber es que todos los espa?oles tengan acceso a su lectura. En Francia, el Ministerio de Cultura (que tambi¨¦n se ocupa de la juventud y los deportes) dispuso en 1976 del 1,25% de la suma total de los Presupuestos del Estado y de la Seguridad Social; y las otras dos naciones comunitarias que disponen de ese departamento estatal, B¨¦lgica y Holanda, superan ese porcentaje.
Por supuesto, es preciso evitar los despilfarros y exigir al Ministerio de Cultura eficacia y transparencia en la aplicaci¨®n del gasto p¨²blico. Al Parlamento le corresponde vigilar esos aspectos; y no estar¨ªa de m¨¢s que el Congreso creara una Comisi¨®n permanente de Cultura para la orientaci¨®n y el control de la acci¨®n del Ejecutivo en ese campo.
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