Casanovas
Enric Casanovas.Galeria Biosca.
G¨¦nova, 11.
En el cap¨ªtulo dedicado a las cosas que rodean a la Bien Plantada, menciona Xenius a un pintor, Joaquim Sunyer, y a dos escultores, Josep Clar¨¢ y Enric Casanovas. La edici¨®n original del libro la ilustra Xavier Nogu¨¦s. Es posible resumir el ideal pl¨¢stico del noucentisme, en los nombres de estos cuatro artistas. Aquella primera y serena modernidad encuentra en ellos sus arquetipos; y, aunque ya en estas p¨¢ginas se ha abordado la cuesti¨®n, resulta dif¨ªcil aludir a la actual muestra de Casanovas en la Galer¨ªa Biosca sin tocar el lema de la actualidad, o inactualidad, del noucentisme.
Ser¨ªa seguir contribuyendo a la confusi¨®n identificar de una manera absoluta el noucentisme al marco pol¨ªtico nacionalista que posibilit¨® su proyecto unitario. Xenius entend¨ªa siempre la b¨²squeda de las peculiares ra¨ªces culturales catalanas en un sentido cosmopolita. Aun en los a?os veinte, bastante despu¨¦s de su defenestraci¨®n (o tal vez pensando en ella), afirmaba tajantemente que ?todo nacionalismo es un fen¨®meno de clases medias?. Ser¨ªa importante estudiar de qu¨¦ manera la burgues¨ªa catalanista abandona en un momento dado a Xenius. Ser¨ªa importante tambi¨¦n determinar el sentido ideol¨®gico exacto de la antig¨¹edad cl¨¢sica Ud como la entend¨ªa Xenius. Tal vez habr¨ªa que indagar del lado de Maurras (ese Maurras que tanto les gust¨® a Junoy y a Foix), para entender todo lo ambiguo del momento.
En relaci¨®n al tema que nos ocupa, lo importante es el proceso de degradaci¨®n. Los subproductos insufriblemente pacatos y ?o?os que abundan en los a?os veinte y treinta, lejos est¨¢n del esplendor de la Pastoral de Sunyer, lejos est¨¢n del mejor Casanovas o del mejor Manolo. Seg¨²n pasaron los a?os, el noucentisme -incluso el de los maestros- se fue convirtiendo en bandera contra la modernidad. Los vanguardistas tampoco dejaron de insultar a los tibiamente modernos noucentistes. ?Pero hoy? Hoy, que tanto los unos como los otros son perfectamente asimilados y son, lo queramos o no, historia, a buen seguro cabe otra mirada, una mirada que sepa apreciar esa contenci¨®n, ese orden, ese deseo de pureza formal -igual que apreciamos id¨¦nticas o similares cualidades en Val¨¦ry, en Gide, en Larbaud.
Cirici Pellicer, que ve en el catalano-franc¨¦s Maillol al primer noucentiste, considera a Casanovas como el m¨¢s t¨ªpico representante de la corriente en su plenitud. Josep Mar¨ªa Junoy, un poco ret¨®rico, llamaba al escultor ?divino mensajero de los dioses abolidos?. En cuanto a Josep Pl¨¢, en una monograf¨ªa aparecida en 1920, lo enaltec¨ªa porque ?vincula su obra con el mar, el cielo, el paisaje y la vida normal de Catalunya?. La literatura sobre Casanovas -buena literatura, en el caso de Pl¨¢- suele girar en torno a estos motivos. De hecho, es el noucentisme entero el que gira en tomo a motivos como la antig¨¹edad cl¨¢sica, el Mediterr¨¢neo, la tierra.
Hab¨ªa nacido Casanovas en los suburbios de Barcelona y su formaci¨®n fue naturalista, al costado de Llimona, y bajo la influencia de Medardo Rosso. Hubiera podido, tras su vinculaci¨®n a Els Quatre Gats, derivar hacia el modernismo que tentara al primer Gargallo. Pero, muy pronto, Casanovas encarnar¨¢ el naciente orden ideal noucentiste. Seg¨²n cuenta Pl¨¢, fue muy importante (?las l¨¢grimas le ven¨ªan a los ojos?) la visi¨®n de los m¨¢rmoles de la Acr¨®polis en el British Museum. A pesar de los arcos voltaicos, Casanovas se hizo entonces la promesa -no s¨¦ si cumplida- de ir a Grecia.
Como ya ocurriera con la muestra de Manolo Hugu¨¦, Biosca, fiel quiz¨¢s a sus or¨ªgenes catalanes, al presentar a este escultor est¨¢ llenando una importante laguna del espectador madrile?o. La Grecia y la Catalunya ideales de Casanovas est¨¢n aqu¨ª bien representadas. Es dif¨ªcil no apreciar las kor¨¦s de Casanovas, que, en realidad, son payesas de Mallorca o Gosol; sus denudos tallados en el m¨¢rmol; sus terracotas de sonrisa arcaica y preciso modelado. Uno piensa en Xenius y tambi¨¦n en un mundo que le hubiera gustado, a Paul Val¨¦ry. Sin duda, los caminos reales de la escultura moderna son otros; pero tampoco abundan peque?os maestros de la categor¨ªa de ¨¦ste que ahora recordamos.
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