Carmen
Carmen, Carmen D¨ªez de Rivera, estaba all¨ª en la mesa del almuerzo, ayer a mediod¨ªa, con su abanico y sus ojos del color del tiempo.-El abanico es para el humo- dice ella.
-Es para los sofocos- dicen las lenguas anabolenas.
Una belleza irreal y distante, sometida a no s¨¦ qu¨¦ ultrajes del pasado o la m¨²sica, una precisi¨®n de l¨ªneas donde se estampa, sin embargo, la silenciosa afrenta de la vida.
-?C¨®mo es tu vida privada?- le pregunt¨® Amilibia.
-?Tienes idilios?- dijo otro.
Yo la ayud¨¦ en el trance, aunque no necesita ayuda:
-Ya no se dice idilio. Se dice romance. Parece mentira que se¨¢is la prensa del coraz¨®n.
Ella me lo agradeci¨®:
-Idilio me suena a ovejitas- dec¨ªa.
Pero nos quedamos sin saber qu¨¦ ovejitas apacienta en el reba?o de su intimidad, en el redil de su regazo. Tiene las manos finas, manos de marquesita, y es m¨¢s delgada, m¨¢s delicada, menos supergach¨ª de como sale en las fotos. Es ya la ¨²nica espa?ola de abanico y, lo que me parece m¨¢s importante, la ¨²nica espa?ola con misterio detr¨¢s del abanico.
-?Estabas identificada ideol¨®gicamente con Su¨¢rez?
-No. Cuando hubo que definirse ideol¨®gicamente, con la creaci¨®n de UCD, me fui de la Moncloa.
-?A ver tu carnet del PSP?
Busca el bolso y ense?a el carnet.
-T¨² que est¨¢s tan orgullosa de ser militante de base...
-Perd¨®n, no estoy orgullosa. Soy militante de base y nada m¨¢s.
Es precisa como un pol¨ªtico y distante como el sexo de los ¨¢ngeles. A m¨ª me dice con iron¨ªa:
-Me tienes todo el d¨ªa bordando la hoz y el martillo.
-?Qui¨¦nes son los hombres del presidente?
-No lo s¨¦. Cuando yo estaba all¨ª, el primero era, quiz¨¢, Mart¨ªn Villa, y luego Abril Martorell.
-?Son las reuniones de la Moncloa consejos de ministros?- le pregunta Alejo.
-No, evidentemente no lo son.
Hay en su pelo una llama cansada que sue?a la ceniza. Hay en sus ojos una claridad innecesariamente adusta. Es toda ella una palidez casi rubia, una gran precisi¨®n de perfil y de gestos, una voz educada y leve. Ser¨ªa la gran chica telva si no fuese tan lista. Se les ha escapado a los que programan la sociedad telva, la vida telva, las chicas telva. Qu¨¦ fallo, t¨ªos.
-?Por qu¨¦ militas en un partido machista? le pregunta una reportera.
La pregunta da un poco de verg¨¹enza.
-El PSP va a crear una rama, digamos, de mujeres. El feminismo no puede ser un machismo a la inversa. Pero los hombres tienen tan mala conciencia que piensan que s¨ª lo es.
Esto de la democracia nos est¨¢ saliendo tan bien que incluso tenemos un pol¨ªtico con ojos azules, abanico y musicales manos femeninas. Carmen D¨ªez de Rivera es la Pasionaria de la calle de Serrano, la Victoria Kent del Barrio de Salamanca. Creo que hay en ella una quieta lucha Interior por desgajarse de su origen, de su leyenda, de sus leyendas, una esforzada batalla contra su biograf¨ªa, algo noble, delicado y pat¨¦tico que ocurre detr¨¢s del abanico. Mide sus palabras como un secretario de Estado y mide sus miradas como una amazona que va con el hombre de igual a igual.
-Cuando escribes de m¨ª me dan mucho la lata, Paco.
Uno duda siempre si enamorarse de ella o hacerse de su partido. Y uno teme y sospecha -ay- que preferir¨ªa darnos el carnet a darnos un beso. Uno es as¨ª de machista.
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