La responsabilidad del centro
(Diputado de la UCD por La Coru?a)El ¨¦xito de la opci¨®n centro en las elecciones fue una muestra inequ¨ªvoca de su oportunidad, a pesar de la amalgama de sus componentes, de las tensiones en la confecci¨®n de listas, de prisas e improvisaciones y de una desastrosa organizaci¨®n. En ciertas provincias tengo la sensaci¨®n de que se gan¨® por encima y hasta en contra de la burocracia centralista de la campa?a.
Quiero creer que los resultados se debieron a la voluntad de cambio y moderaci¨®n que la idea de centro ofrec¨ªa, encarnada en la imagen del presidente Su¨¢rez y reforzada en muchos casos por la credibilidad personal de los candidatos en su distrito. El centro vali¨® para ahuyentar la pesadilla de unas revividas elecciones del 36. Recog¨ªa tambi¨¦n el deseo del pueblo de mirar adelante y construir una nueva convivencia a la que conducen las transformaciones sociales, los comportamientos culturales y la misma renovaci¨®n biol¨®gica del pa¨ªs.
Sin obtener la mayor¨ªa, UCD es hoy la minor¨ªa m¨¢s importante del Parlamento. Sobre ella recae l¨®gicamente una buena dosis de responsabilidad -capacidad de dar respuesta- en esta etapa de la historia de Espa?a que se corresponde con la consolidaci¨®n de la democracia.
?Cu¨¢l ha sido la respuesta durante estos meses? Habr¨ªa que desmenuzar la contestaci¨®n, al menos, en tres campos: acci¨®n Gobierno, juego parlamentario y vida de partido.
En esta etapa, todav¨ªa peculiar por su car¨¢cter constituyente, la formaci¨®n del Gobierno ha sido tambi¨¦n un tanto singular. Se ha afirmado que es un Gobierno monocolor, y es cierto, en cuanto no hay m¨¢s de un color, aunque no todos sus miembros pertenezcan a UCD ni sean parlamentarios.
Es evidente que el prestigio y, la independencia del profesor Fuentes Quintana para una coyuntura econ¨®mica de emergencia justificaba sobradamente su nombramiento. Pero no deja de sorprender a quien juzgue objetivamente el curso actual de la pol¨ªtica espa?ola c¨®mo no se incluy¨® a alg¨²n representante de aquellos grupos que pudiera contribuir a conseguir la necesaria mayor¨ªa parlamentaria y cuya incorporaci¨®n no fuese un atentado a la identidad de UCI). Al fin y al cabo -y me refiero muy precisamente a las minor¨ªas vasca y catalana-, los objetivos fundamentales de sus reivindicaciones pol¨ªticas han terminado siendo asumidos por UCD. Aquella ausencia de coalici¨®n dentro del Gobierno ha obligado a continuas y agotadoras Cintas y negoclaciones entre bastidores del Parlamento, hasta una situaci¨®n que podr¨ªa calificarse de l¨ªmite y que ha sido salvada por la original maniobra del presidente Su¨¢rez que se llama pacto de la Moncloa.
En este per¨ªodo de rodaje, las relaciones Gobierno-UCD (Grupo Parlamentario) s¨®lo fian funcionado bien a la hora de las votaciones, salvo casos aislados y sin trascendencia. La experiencia habida demuestra que UCD funciona como partido del Gobierno. aunque la inversa no sea tan exacta. La disciplina de voto ha primado sobre cualquier otra cualidad del grupo. Y no es afirmaci¨®n balad¨ª. porque el juego del Gobierno en las Cortes se ha hilvanado tan sobre la marcha y, tan sin consulta previa con la mayor¨ªa de sus parlamentarios que las intervenciones monosil¨¢bicas o puramente f¨ªsicas de ¨¦stos se aproximan a los actos de fe del carbonero.
Se ha ido salvando obst¨¢culo tras obst¨¢culo en una carrera cuya Iniciativa no ha correspondido,al Gobierno y sobre cuya necesidad hay que albergar serias dudas. Y no es este un juicio a toro pasado. Se dio en los nudillos a las minor¨ªas a la hora de constituir los grupos parlamentarios y a las minor¨ªas ha habido que acud¨ªr una y otra vez con fuerza moral atenuada y malnegociando temas tan importantes come, Generalitat y amnist¨ªa sin una contraprestaci¨®n de apoyo parlamentario estable.
Se defendi¨® tesoneramente la no inclusi¨®n de la moci¨®n de censura en los reglamentos del Senado y el Congreso, por sostener que el tema deb¨ªa ser regulado en la Constituci¨®n. La tesis era, sin duda, ortodoxa. como la contraria y al final, tanto puntillo de honra qued¨® convertido en una habilidosa admisi¨®n de aqu¨¦lla; eso s¨ª. no en el reglamento, sino en una ley provisional y singular para la que ha habido que inventar un procedimiento de urgencia.
Los parlamentarios de a pie est¨¢n al margen de esas decisiones de urgencia, que demuestran que los temas que no deben hurtarse al conocimiento de las Cortes no se hurtan de ninguna manera y que es mejor plantearlos limpiamente, de frente y con anticipaci¨®n. El caso de la amnist¨ªa es paradigm¨¢tico.Por lo que se refiere a UCD como partido, su movimiento nada vivace proviene de dificultades estructurales l¨®gicas a las que hay que a?adir otras no tan inevitables. Hay como dos intereses contrapuestos en el tiempo: la urgencia de consolidar como partido lo que fue coalici¨®n electoral y la resistencia de las ideolog¨ªas a reducirse a un m¨ªnimo com¨²n m¨²ltipio. Aquella aspiraci¨®n, traducida en el deseo de estructurarse unitarlamente, dificulta la articulaci¨®n de fuerzas regionales en aquellos sitios donde la fuerza de ese sentimiento se corresponde con la conciencia de. una personalidad hist¨®rica y cultural. De una u otra maner?A tendr¨¢ que flexibilizarse esa postura inicial si UCD quiere teper una implantaci¨®n real en Catalu?a, el Pa¨ªs Vasco o Galicia.
Pero la dificultad fundamental de ese ritmo r¨¢pido.en la marcha de UCD-partido no est¨¢, a mi juicio, en su,car¨¢cter aglutinador de ideolog¨ªas -con ser importante-, sino en otras causas.
Ha prevalecido con excesiva claridad el sindicato de intereses sobre la preocupaci¨®n por proyectar la idea de la sociedad que se quiere construir. Ha faltado un clima de transparencia. Los contactos han sido espor¨¢dicos y urgentes cuando su intensificaci¨®n es vital en los comienzos por razones de eficacia y por la m¨¢s profunda de asegurar un comportamiento dimocr¨¢tico que se favorece siempre con el conoc¨ªmiento mutuo.
Si a ello se a?ade que por la premura de las circunstancias unas veces y otras sin esta justificaci¨®n las decisiones se adoptan en un ¨¢mbito reducido de iniciados en torno al Poder, no es de extra?ar que el recelo inicial, lejos de disminuir, haya aumentado. El malestar de ese ambiente autocr¨¢tico se ha salvado, hasta ahora, por el indiscutible prestigio interno del presidente Su¨¢rez.
Estas son sombras que proyecta la marcha de UCD en sus meses de vida; las luces brillan solas. La porci¨®n del pueblo esla?ol que dio sus votos a UCD necesita -y quiz¨¢ exige- de ella una respuesta correspondiente a la importancia de la etapa apenas estrenada. Es decir, una rectificaci¨®n de lo que est¨¢ contrariando a los parlamentarios y -lo que es decisivo- a muchos de sus electores.
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