Ni ciegos ni tontos
Ex candidato de Alianza Popular al Congreso por MadridLa caracter¨ªstica m¨¢s acusada en la pol¨ªtica de don Adolfo Su¨¢rez ha sido la aceleraci¨®n. Hoy, esta caracter¨ªstica es notoria; cuando se repasan los acontecimientos del ¨²ltimo a?o se ve c¨®mo se han efectuado cambios trascendentales y c¨®mo hemos pasado de una situaci¨®n a la opuesta con asombrosa rapidez.
Si se llama revoluci¨®n a un giro, a una vuelta completa, es evidente que ya lo hemos efectuado. Podr¨ªa pensarse que las brusquedades impuestas al cambio pol¨ªtico son consecuencia de la improvisaci¨®n, de la irreflexi¨®n. Si as¨ª fuera, se habr¨ªan cometido errores, como ocurre siempre que las cosas se realizan deprisa, apresurada y abarulladamente, sin meditar con serenida del alcance y las derivaciones; pero ser¨ªan errores de diferente naturaleza y de m¨¢s f¨¢cil rectificaci¨®n que los cometidos como consecuencia de una pol¨ªtica realizada en virtud de planes y prop¨®sitos premeditados.
Los ¨²ltimos hechos o cap¨ªtulos de esta pol¨ªtica de transformaci¨®n acelerada, con el pacto de la Moncloa y la conversi¨®n de las Cortes en simple organismo ratificante de acuerdos tomados en petit comit¨¦, parecen acreditar esto ¨²ltimo: que estamos ante un programa estudiado. Este programa nos llevar¨¢, pues, irremisiblemente, en sucesivas etapas bien calculadas y medidas, a un punto sin retorno a partir del cual no habr¨¢ posibilidad de rectificaci¨®n alguna ni de vuelta atr¨¢s.
Obs¨¦rvese que descubrir esto implica desentra?ar el sentido de las prisas antinaturales de tantas cosas, o sea: que nos da la clave de la extra?a aceleraci¨®n. La forzada andadura a que se nos viene sometiendo encuentra, a la luz de este prisma, su explicaci¨®n l¨®gica y se ve que su final consiste en procurar cuanto antes la llegada a esa situaci¨®n irreversible, provoc¨¢ndola sin que la sociedad, traumatizada por la sorpresa, estupefacta, tenga tiempo para reaccionar.
?Porqu¨¦ se ha forzado el tempo normal necesario para acomodar los cambios pol¨ªticos a las exigencias de una sociedad distinta? ?Es realmente la sociedad espa?ola tan dr¨¢sticamente desigual a la de hace tan pocos a?os? ?Ha surgido del seno de la sociedad esa irresistible presi¨®n exigiendo la aceleraci¨®n del tempo en el proceso de transformaciones?
En la vida, desde un viaje a un embarazo, desde un concierto a una lectura, todo est¨¢ sometido al tiempo que requiere su realizaci¨®n natural; forzar ¨¦ste no produce jam¨¢s resultados aceptables, sino, por el contrario: de alg¨²n modo la aceleraci¨®n es rechazada y origina trastornos, por la dificultad que nuestros organismos f¨ªsicos, mentales, morales, tienen para digerir y asimilar las transiciones anormales m¨¢s aprisa que en el tiempo razonableme,nte esperado.
El tempo pol¨ªtico espa?ol ha sido tan innecesariamente trastornado por la impuesta aceleraci¨®n, que, entre otras cosas igualmente extra?as, ha producido el ins¨®lito fen¨®meno de que un se?or que hace cuatro d¨ªas se paseaba por Madrid disfrazado bajo una peluca, sea hoy depositario de las confidencias pol¨ªticas del presidente del Gobierno, y haya sido calificado por ¨¦ste como uno de los pol¨ªticos m¨¢s serios del tiempo presente.
No ser¨¦ yo quien se sienta feliz bajo un r¨¦gimen donde un ciudadano tenga que cobijarse bajo una peluca para pasearse por la calle. Pero convengamos en que el tr¨¢nsito de una situaci¨®n an¨®mala, la de la peluca, a la de sentarse a la diestra del se?or Su¨¢rez en la Moncloa, e influir en los juicios pol¨ªticos del presidente del Gobierno, implica un cambio revolucionario.
En este cambio producido en las alturas en que, de ninguna manera parece, a nuestro juicio (al m¨ªo y al de otros muchos), sincronizado con los cambios reales habidos en la sociedad espa?ola, la cual, si no estuvo conforme con la necesidad que tuvo el se?or Carrillo de usar la peluca, lo est¨¢ todav¨ªa menos con su irresistible ascensi¨®n y con los medios que el Poder utiliza para facilitarlela escalada.
Los cambios operados en la sociedad pol¨ªtica espa?ola justifican, s¨ª, nadie lo pone en duda, el paso de cualquier persona, con significaci¨®n pol¨ªtica o sin ella, desde la clandestinidad a la libertad, o sea, a la normalidad. Lo que no se ajusta al ritmo de la sociedad misma es el tr¨¢nsito desde la clandestinidad al Poder. Ser partidario de que todo el mundo, incluidos los comunistas, tengan libertades, no implica en absoluto propugnar que los comunistas vayan al poder, gobiernen o compartan el Gobierno.
Al se?or Carrillo no le ha llevado a la Moncloa un golpe de Estado, ni una votaci¨®n abrumadora, ni un clamor ciudadano irresistible. Las verbenas no son, que sepamos, ninguna de estas tres cosas. El se?or Carrillo ha ido a la Moncloa porque la pol¨ªtica discurrida e imaginada por el se?or Su¨¢rez le ha llevado all¨ª.
Y esa pol¨ªtica que ha llevado el se?or Carrillo a la Moncloa es m¨¢s que dudoso que est¨¦ inspirada o justificada por el inter¨¦s colectivo. El an¨¢lisis de las circunstancias m¨¢s bien parece indicar que se trata de una pol¨ªtica de conveniencia del propio se?or Su¨¢rez, que pretende compensar una posici¨®n personal precaria, de orfandad, con asistencias y pactos extramuros.
Todo indica que el se?or presidente del Gobierno, cuando se ve en apuros, cuando observa que sus aliados y apoyos naturales, los de sus afines, o los que parecen eran sus afines, se le dispersan, con tal de encontrar qui¨¦n le secunde, est¨¢ dispuesto a pactar con quien sea.
Esta actitud del se?or Su¨¢rez puede dar lugar a peligrosas e irreversibles consecuencias. Los entendimientos y pactos con el marxismo, abiertos como subterr¨¢neo (y m¨¢s todav¨ªa estos ¨²ltimos), s¨®lo favorecen al marxismo. Nadie niega a nadie la libertad para que sustente y mantenga y explique sus ideas, es decir, el derecho del se?or Carrillo y de sus adl¨¢teres a ser comunista, moscovita o euro, que las estrategias circunstanciales no hacen al caso, ni enganan a ninguna persona enterada: y el eurocomunismo es (como la peluca) un atuendo de circunstancias.
Lo que est¨¢ en juego no es el derecho del se?or Carrillo, sino el derecho del presidente a una pol¨ªtica de aceleraciones, de pactos y componendas, que compromete el futuro del pa¨ªs, que hace bascular hacia la izquierda lo que no est¨¢ ni tiene por qu¨¦ estar a la izquierda. Y que categoriza y pone en pie de igualdad a sectores, ideas y sentimientos rechazados, reiterada y mayoritariamente, por los espa?oles.
El se?or Su¨¢rez es el promotor de la ascensi¨®n del se?or Carrillo, al que no se le niega, repito, el derecho a subir por ninguna escalera. Lo ins¨®lito, lo asombroso, lo censurable, es que quienes no profesan la religi¨®n pol¨ªtica del se?or Carrillo, sean quienes desde el Poder le construyan la escalera y sit¨²en ¨¦sta en el sitio preciso, y ayuden adem¨¢s al se?or Carrillo a encaramarse por ella.
La sospechosa ascensi¨®n del se?or Carrillo no nos revela nada nuevo sobre las intenciones de ¨¦ste: pero s¨ª nos descubre casi todo acerca de las intenciones de los dem¨¢s. Por eso es a los dem¨¢s a quienes debemos decir y decimos que no estamos ciegos y que no somos tontos.
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