Antonio el Rojo
Antonio el Rojo tiene los ojos duros, las manos cortadas, el rostro apretado. Ramiro Pinilla, viejo Nadal, ha escrito un gran libro sobre la vida de Antonio el Rojo. Antonio el Rojo viene a verme a casa. Trae chaqueta de cuadros y no se atreve a fumar:-Yo soy de la Cabrera leonesa, mire, del pueblo de Piedras, mi madre andaba a los jornales, vino pre?ada de Am¨¦rica, a mi padre no lo conoc¨ª nunca, si de chico me hubieran dado, escuela, yo no habr¨ªa robado lo que he robado, o el reformatorio, que me hubieran metido en el reformatorio, por lo menos habr¨ªa tenido qu¨¦ comer, digo yo, y no andar a quit¨¢rselo a los dem¨¢s, o sea que culpo al se?or maestro, al se?or alcalde, al se?or cura, al se?or gobernador de Le¨®n, claro que el se?or gobernador de Le¨®n no iba a estar a ver si yo robaba una gallina o mataba una oveja en el pueblo, que tengo ya m¨¢s de cuarenta a?os y nos junt¨¢bamos con otros y asacar lo que pod¨ªamos, me llamaban el Rojo por el pelo o as¨ª, que rojo no lo tengo, esa es la verdad, usted ya ve, de modo y, manera que lo que me gustaba era cazar, mire las manos, me cogi¨® tal que as¨ª, la escopeta es que se atranca con un papel de fumar, cualquier cosa, ya sabe, y para el trabajo no qued¨¦ bien aparte que tampoco me hab¨ªan ense?ado otra cosa, ya digo, yo culpo al se?or maestro, al se?or cura, al se?or alcalde, con los maquis s¨ª que anduve un poco, pero no me quisieron con ellos por chico, yo me hubiera ido con ellos, pues claro, por comer m¨¢s que nada, dice que luchaban contra Franco, yo entonces no sab¨ªa de eso, matar no he matado a nadie, lo m¨¢s gordo, unos jamones que nos llevamos una vez, yo me he pasado la vida en la c¨¢rcel, seis a?os y otros seis a?os y otros seis a?os, s¨®lo que me iban cogiendo indultos, que en la c¨¢rcel siempre me he portado bien, y redim¨ªamos penas, mucha hambre es lo que se pasaba en la c¨¢rcel, en Oca?a he visto yo comerse a uno los algodones con pus de otro, y los callos de los pies que se cortaba otro, a m¨ª se me muri¨® un compa?ero de celda y no dije nada en una semana para irme comiendo su raci¨®n, o sea que le tap¨¦ con una manta, lo ¨²nico por el olor, claro, que le descubrieron y tuve que explicarlo todo, pero siempre cumpliendo y en el Dueso estuve de portero en la puerta y no me iba, no, que a los pol¨ªticos les sub¨ªa Mundo Obrero, cuando me lo ped¨ªan, pol¨ªticos hab¨ªa muchos, yo creo que les trataban mejor que a nosotros, a ver, unos ideales, que estaban all¨ª por unos ideales, y nosotros el que m¨¢s y el que menos hab¨ªa matado a la mujer con un hacha, yo no hab¨ªa matado a la mujer con un hacha, y eso que me meti¨® en el manicomio, o sea en Palencia, de acuerdo con un doctor, claro, que empieza a preguntarme el gach¨® en qu¨¦ se parece el bol¨ªgrafo a un tren, total que me fui a por ¨¦l, tres a?os en el manicomio de Palencia, ¨¦ste est¨¢ como una cabra, y atado a una cama, que yo me escapaba, con el loco m¨¢s peligroso que me echaba la mierda encima, hasta que sal¨ª de all¨ª, que aquello era un infierno, o sea con enganos, y no como del Dueso, que me fui con pena, a d¨®nde voy yo, les dec¨ªa a los guardias, si no sirvo para otra cosa, me van a coger enseguida, llorando me fui del Dueso, ya veo que ahora arman m¨ªtines los comunes en todas las c¨¢rceles de Espa?a, normal, si es que no daban de comer, y las celdas de castigo, que nos enter¨¢bamos por los gritos mayormente, que acercarte no pod¨ªas, yo culpo al se?or maestro y al se?or cura y al se?or alcalde, al reformatorio por lo menos, ya digo, me pod¨ªan haber llevado, y culpo al se?or gobernador de Le¨®n, aunque no pod¨ªa enterarse, claro, siempre robaba para comer, y que era buen ladr¨®n, oiga, donde yo dec¨ªa que entraba pues entraba, pero en la c¨¢rcel mucha hambre, a ver, c¨®mo no van a protestar; llevo ya unos a?os con ¨¦sta, o sea la Emilia, tengo hijos de todas, aunque una me parece que los ten¨ªa con su padre, es igual, uno lo tengo conmigo, estoy de guarda en Bilbao, me gusta ser guarda, es lo mio, yo ya digo, culpo al se?or maestro y el se?or cura y al se?or alcalde.
Antonio el Rojo me da su mano sin dedos, me ofrece tabaco con su mano sin dedos y se va.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.