Ir a la escuela: ante todo, una disciplina
A partir de los seis a?os de edad, el mundo del ni?o se circunscribe a la familia y a la escuela. La familia moderna, reducida casi exclusivamente a la pareja, es un nuevo factor de aislamiento para los peque?os. Cuando el barrio existe todav¨ªa, el contacto con ¨¦l se ve dificultado por la asistencia a una escuela que se sit¨²a siempre lejos, alargando as¨ª su horario ?de trabajo? y haci¨¦ndole extra?o a la realidad cotidiana de su ambiente.As¨ª se va haciendo cada vez m¨¢s peque?o el espacio f¨ªsico y efectivo del ni?o, con lo que tambi¨¦n se reduce su soporte humano. Cuando la escuela se distribuye racionalmente por barriadas, como en los pa¨ªses de la Europa desarrollada, parad¨®jicamente es cuando el barrio en tanto que estructura de comunicaci¨®n social ya no existe. En Espa?a, por el contrario, donde la escuela podr¨ªa a¨²n integrarse en el medio social, no hay escuelas estatales y las privadas se ubican atendiendo exclusivamente a criterios econ¨®micos. La escuela se convierte as¨ª en una fuente inagotable de problemas.
Seg¨²n una curiosa y reveladora encuesta realizada en, 1975 por Coplaco (Comisi¨®n de Planeamiento y Coordinaci¨®n del Area de Madrid), organismo aut¨®nomo dependiente del Ministerio de la Vivienda. el n¨²mero de desplazamientos realizados por los habitantes del ¨¢rea metropolitana de Madrid era de 3.361.196 a las escuelas de sus hijos, lo que supon¨ªa nada menos que el 35, 29 % de las salidas totales efectuadas por las personas encuestadas.
Un promedio de casi cuarenta minutos de trayecto diario a la escuela en un transporte p¨²blico o privado realiza en Madrid cada ni?o en edad escolar. Lo que supone sufrir los embotellamientos enloquecedores del tr¨¢fico, ciudadano, tragar los humos contaminantes m¨¢s en directo y acostumbrarse en definitiva, a una disciplina tan dura como demoledora y habitual.
La escuela, como una prisi¨®n
La escuela es vivida como una prisi¨®n por la mayor parte de los ni?os de m¨¢s de seis a?os. Se acepta resignadamente, pero no se disfruta ni se irterioriza. Es algo que se impone a la voluntad del ni?o, pero que, de alguna manera, violenta su identidad. Algunos estudios han venido a confirmar ecientemente c¨®mo el ni?o m¨¢s aventajado en clase es muchas veces el m¨¢s neur¨®tico, el m¨¢s sometido a la presi¨®n de los mayores. Una buena escuela es la que permite al ni?o, ante todo y sobre todo, horas de esparcimiento y juego combinadas perfectamente con las de aprendizaje.
Aprender a jugar
El juego es precisamente la clave de una infancia sana, la v¨¢lvula de escape maravillosa que pone en funcionamiento todos los mecanismos liberadores del ni?o. Es necesario que grite, que invente que viva sus fantas¨ªas y represente sus fantasmas sin prohibiciones ni rega?inas continuas. De ah¨ª el peligro de las muchas horas ante la televisi¨®n, distracci¨®n totalmente pasiva, y la necesidad de actividades que potencien la creaci¨®n. Incluso los parques con su c¨¦sped cuidado y naturalmente prohibido, son menos codiciados por los ni?os, a partir de los nueve o diez a?os que los llamados terrenos sin tocar. La COEDJ, siglas que corresponden a una organizaci¨®n francesa dedicada al estudio y la promoci¨®n del juego infantil, ha comprobado c¨®mo los ni?os se inclinan frecuentemente por los objetos que no tienen una utilidad l¨²dica inmediata porque les permiten dar rienda suelta a su imaginaci¨®n.
La ciudad moderna y la escuela son estructuras r¨ªgidas que dificultan m¨¢s que favorecen el juego infantil. Existen algunas experiencias interesantes de escuelas paralelas en el mundo entero. En Madrid han sido creadas gracias a la espontaneidad y necesidad de los habitantes de las zonas m¨¢s
Este es el caso de la escuela de Palomeras Bajas, que funciona desde 1970, las de Vallecas, de Zarzaquemada, etc¨¦tera. Un grupo de padres angustiados ,ante la falta de colegio para sus hijos se reunieron para dar forma a una nueva escuela integrada en el barrio, part¨ªcipe de todas sus preocupaciones y problemas. Casi siempre las instalaciones se realizan muy precariamente, con gran falta de medios, aprovechando s¨®tanos o bajos de edificios vac¨ªos, cosa que ha tra¨ªdo muchas veces problemas como en el caso de la escuela de Entrev¨ªas. Padres y alumnos participan con los maestros en la organizaci¨®n de la ense?anza, los materiales son de la comunidad, los padres se comprometen a realizar las tareas de limpieza de los locales. Se da la curiosa circunstancia de que en Zarzaquemada la escuela provisional que se mont¨® de esta forma ha quedado como definitivo, incluso cuando el Estado ofreci¨® una escuela normalizada.
Los ni?os de Zarzaquemada, de Palomeras o Vallecas, han participado en manifestaciones de protesta por las condiciones de vida en su barrio, tomando conciencia desde la escuela como parte integrada en la vida comunitaria. ?Yo creo -puntualiza Juan Mayoral, urbanista- que ¨¦ste es el tipo de escuela a reivindicar, porque es necesario tener en cuenta la calidad tambi¨¦n y no podemos olvidar que a trav¨¦s de los equipamientos el Estado se propone ejercer un control social. ?
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