La hora de un gran partido
Diputado de UCD.Asesor presidencial
No han transcurrido todav¨ªa cien d¨ªas desde que, ante notario, qued¨® formalmente constituido el partido Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico. El d¨ªa 8 de agosto, ¨²ltimo se daba forma externa al inicio de un proceso que, pol¨ªtica y, sociol¨®gicamente, hab¨ªa comenzado con motivo de las elecciones generales de junio. Cerca de siete millones de espa?oles en edad de votar manifestaron sus deseos de cambio democr¨¢tico a trav¨¦s, precisamente, de los ideales y del modelo de sociedad propuesto por Io que entonces era s¨®lo la coalici¨®n de varios partidos afines, a los que se a?adieron, junto al presidente, Su¨¢rez, diversas personas m¨¢s o menos relevantes que, como candidatos, asumieron tambi¨¦n este conjunto de ideas todav¨ªa no estructuradas, pero lo bastante diferenciadas como para constituir una verdadera alternativa electoral.
La Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico recibe el impulso de su conversi¨®n en un par pol¨ªtico s¨®lido, verdadera fuerza capaz de gobernar, sobre todo por los millones de votos que la convirtieron en la oferta preferida de los espa?oles. Es por consiguiente, la voluntad del propio electorado la primera raz¨®n que debe mover hacia la consolidaci¨®n de UCD como partido a los distintos l¨ªderes que un d¨ªa voluntariamente decidieron acudir coaligados a las urnas. Esta obligaci¨®n es, al mismo tiempo, una exigencia ineludible si se quiere consolidar la democracia entre nosotros. Se ya por todas partes, los suficientes alegatos invocando la raz¨®n de Estado para no tener que insistir sobre este punto.
Pero, cien d¨ªas son todav¨ªa poco tiempo para pretender esperar una consolidaci¨®n definitiva de UCD como partido, m¨¢xime si se tiene en cuenta la cantidad de obst¨¢culos que se acumulan en contra de esta pretensi¨®n. Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico se ha visto investida con la responsabilidad de gobernar, cuando apenas si era una coalici¨®n con muchos de sus problemas como tal coalici¨®n, por resolver, los inevitables personalismos derivados de su propio origen act¨²an negativamente en la deseable aceleraci¨®n del proceso unificador y clarificador, la inexperiencia de la pr¨¢ctica democr¨¢tica -no s¨®lo en UCD, desde luego ha obligado a atender prioritariamente las cuestiones m¨¢s perentorias, relegando aquellas otras que, parec¨ªa pod¨ªan esperar... En fin, toda una letan¨ªa de inconvenientes puede aducirse para explicar la relativa tardanza de esta necesaria operaci¨®n.
Sin embargo, no se puede, no se debe demorar por m¨¢s tiempo el logro de una UCD que sea un verdadero partido pol¨ªtico, fuerte, compacto y de contornos definidos. En lo ideol¨®gico, esta necesidades absolutamente prioritaria, aunque no se trata, a mi entender, de reducir el ¨¢mbito doctrinal de UCD, sino de establecer con nitidez sus perfiles y sus l¨ªmites. Por la naturaleza de la coalici¨®n originaria, y sobre todo por el abanico que representan los millones de votos que la convirtieron en triunfadora en las elecciones. Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico debe configurarse como un partido pol¨ªtico que recoja en su ideario esas grandes l¨ªneas que hicieron posible su nacimiento: defensa de la libertad y repudio de toda dictadura: defensa de la iniciativa privada creadora, responsable y solidaria: afirmaci¨®n del sistema de econom¨ªa social de mercado vi gente en las democracias del Occidente al que pertenecemos: voluIutad de realizar un ideal de justicia, mediante las reformas estructurales necesarias, para que las cargas y los beneficios se repartan equitativamente entre todos, -vocaci¨®n de contribuir a la construcci¨®n de una Europa unida, libre, democr¨¢tica y pr¨®spera... En suma, los grandes vectores doctrinales que distinguen en todo el mundo a los pa¨ªses democr¨¢ticos de los que no lo son.
Dentro de ese amplio marco, y para que pueda decirse con verdad que Uni¨®n de Centro Demdcr¨¢tico es un partido pol¨ªtico y no una mera alianza contra un adversario com¨²n, es imprescindible, con car¨¢cter previo, la desaparici¨®n de los partidos que le dieron origen. E inmediatamente despu¨¦s, la ¨¢rticulaci¨®n de unos mecanismos internos que garanticen estas tres condiciones:
Primera: La posibilidad de que, en el interior de UCD puedan producirse pugnas y tensiones tacticas, y aun estrat¨¦gicas, de manera reglada, sin que ello suponga ni una crisis ni la creaci¨®n de cismas o fisuras internas.
Segunda: La posibilidad de elegir todos los ?rganos de direcci¨®n del partido, de modo que se cumplan las exhigencias, de la democracia interna que son siempre criterios no subjetivos.
Tercera: Una vez contrastadas las ideas y adoptadas las decisiones democr¨¢ticamente debe existir la posibilidad de acciones disciplinarias sobre Ias personas o los sectores que act¨²en contra los criterios establecidos.
Estas tres condiciones son imprescindibles si se quiere hablar, seriamente de UCD como de un partido pol¨ªtico, y su cumplimiento es, no ya una necesidad de la propia UCD para su supervivencia, sino un grave deber patri¨®tico ante todo el pa¨ªs y, de manera singular, ante un extenso electorado que vot¨® en junio su preferencia por una alternativa de gobierno de estas caracter¨ªsticas.
Vemos hoy, por poner un ejemplo patente, las desorientaciones, las vacilaciones y aun las frustraciones anorar en la experiencia diaria del grupo pariamentario de UCD. Esto, que es un hecho, est¨¢ siendo, no obstante, con frecuencia mal interpretado por la mayor¨ªa, de los observadores, y a¨²n, quiz¨¢, por alg¨²n sector del Gobierno o del partido mismo. Se tiende, a mi juicio err¨®neamente, a considerar que las disfunciones del grupo parlamentario de UCD obedecen a la pura indisciplina. En mi opini¨®n, sin embargo, este, fen¨®meno es la consecuencia inevitable de la existencia de un grupo parlamentario con m¨¢s entidad que el partido, del cual, al menos en teor¨ªa, emana. Al faltar todav¨ªa una direcci¨®n s¨®lida en un partido s¨®lido, el grupo parlamentario no puede sino reflejar en su actuaci¨®n ese vac¨ªo.
Y otro tanto podr¨ªa decirse del mismo Gobierno, aunque al coincidir en una persona la doble cualidad de presidente del Gobierno y l¨ªder indiscutible del partido sean menos ostensibles sus quiebras internas.
Pues bien, la consolidaci¨®n de la democracia en Espa?a pasa, por la consolidaci¨®n de la alternativa pol¨ªtica elegida por el mayor n¨²mero de electores. Y de ah¨ª la necesidad de que todos cuantos sentimos alguna responsabilidad en la UCD nos esforcemos en hacer un partido grande, con voluntad de poder, dialogante y beligerante al mismo tiempo, aun a costa de leg¨ªtimas aspiraciones personales a corto plazo; en una palabra, una instituci¨®n que pueda trascender los condicionamientos, sean individuales o de los grupos que la integran.
Si acertamosa crear una UCD a la vez el¨¢stica y s¨®lida, a vez democr¨¢tica y disciplinada, habremos sentado las bases de algo capaz de sobrevivir a quienes lo idearon y lo pusieron en marcha.
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