Una respuesta a Ricardo de la Cierva desde Catalu?a
Lliga de Catalunya Hace unos d¨ªas, en sus Apuntes parlamentarios, el historiador Ricardo de la Cierva, felizmente metido a incisivo comentarista pol¨ªtico, hac¨ªa ?preguntas indiscretas desde Madrid? a Catalu?a; se las hac¨ªa, concretamente, a la derecha catalana. Sus cuestiones, quedaban en el clavo, eran, quiz¨¢ por eso mismo, ciertamente indiscretas: pretend¨ªan que la derecha catalana se definiera, lo cual, si no me equivoco de medio a medio, es exacta mente lo que ella reh¨²ye hacer... incluso en su fuero interno.Se sorprende De la Cierva de que en un pa¨ªs, como Catalu?a, tan europeo -y, por ello, tan conservador, como lo es la Europa occidental de hoy-, la derecha tenga una presencia pol¨ªtica tan inconsistente y ambigua hasta el punto de no llegar a ocupar con eficacia ni el reducido espacio que le reserva la interesada benevolencia de la izquierda. ??Se puede saber -dice- qui¨¦n es, qu¨¦ hace y en qu¨¦ piensa la derecha catalana??
Sus preguntas nos han de sonar como una grave acusaci¨®n a quienes deambulamos con paso incierto por el ancho campo, tan real como desorientado, de mal confesada derecha, aunque, a decir verdad, ?cu¨¢l es la fuerza pol¨ªtica catalana que no presenta algo de fantasmal y vago y que, al margen de los votos que le cayeron en suerte y de los t¨®picos que obstinadamente maneja, ofrezca un contorno decidido e inconfundible y lleve a t¨¦rmino una acci¨®n pol¨ªtica vigorosamente arraigada en la realidad y, por ello, eficaz y atrayente?
La aparente ausencia
No puedo hacer o¨ªdos sordos a la cuesti¨®n certera. Y estas l¨ªneas constituyen un esbozo de respuesta. ?Una? respuesta -la m¨ªa- no, evidentemente, ?la? respuesta de la derecha catalana. Ser¨ªa necesario que, como ¨¦sta, hubiera muchas y variadas, ya que es mucha la gente de derechas que hay en Catalu?a, aunque no se llame as¨ª, e incluso, aunque no sepa que lo es. A¨²n m¨¢s, me atrever¨ªa a afirmar que la catalanaes de las pocas derechas aut¨¦nticas y duraderas que hay en la Pen¨ªnsula: la otra, la de muchas regiones espa?olas, aunque pudo resultar mayoritaria en las elecciones, viene en buena parte del pasado, est¨¢ a la defensiva en una sociedad en cambio y este cambio la ir¨¢ erosionando; la de Catalu?a, pol¨ªticamente perpleja, es sociol¨®gica y econ¨®micamente moderna y vigorosa como la europea; su estabilidad ser¨¢ creciente; mayoritaria o no, su peso social es considerable y constituir¨¢ un factor constante. ?Es quiz¨¢ su car¨¢cter ?nuevo?,al compararse con las del resto de Espa?a, una de las razones que explican su actual crisis de identidad pol¨ªtica?
Su situaci¨®n es, fundamentalmente, una herencia del pr¨®ximo pasado. La derecha catalana result¨® doblemente traumatizada por la guerra civil. Perseguida por la revoluci¨®n anarquistoide, fue tratada por el franquismo como vencida. Se le perdonaban ?-sus culpas? -su catalanismo, su liberalismo...- si callaba. Colaboracionistas hubo pocos, apol¨ªticos lo fueron siendo casi todos. Una ¨ªnfima minor¨ªa -de aluvi¨®n muchas veces- que ocup¨® los puestos de mando se reclam¨® abusivamente de la derecha, pero en ning¨²n caso fue emanaci¨®n suya. Al descomponerse el franquismo, la derecha catalana, que seguramente hab¨ªa participado en el r¨¦gimen en mucho menos grado que cualquier otra, no tiene ni tan s¨®lo el recurso de servirse del antiguo personal pol¨ªtico, ?convertido? a la democracia, como bander¨ªa de enganche para afrontar las tareas de la transici¨®n: en Catalu?a dicho personal carece de ra¨ªz y de prestigio y se funde como roc¨ªo bajo los primeros rayos solares.
D¨¦cadas de pasividad bajo un r¨¦gimen impuesto conforman una mentalidad que concibe la pol¨ªtica como coto cerrado de grupos organizados -poco m¨¢s que meros equipos profesionales- que, con dudosos m¨¦ritos, se disputan las sinecuras del poder; agotado el franquismo, parece aceptarse como inevitable que haya llegado el turno al equipo marxista que se hab¨ªa erigido como oposici¨®n, tenaz en la proclama, aunque impotente para producir la ruptura. No aciertan a darse cuenta de que la aut¨¦ntica pol¨ªtica no es una cuesti¨®n de ?tandas? reservadas, sino efectiva representaci¨®n de las fuerzas reales. La sociedad catalana -equilibrada, abierta, progresiva, plural y pragm¨¢tica- carec¨ªa de una organizaci¨®n pol¨ªtica capaz de concretar eficazmente una propuesta de acci¨®n que fuera moderna, renovadora, realista y nada dogm¨¢tica. No acertamos a d¨¢rsela. Quiz¨¢ aquellos que por haber jugado un papel en la oposici¨®n al franquismo pudieron- haber sido los primeros l¨ªderes naturales fallaron en su misi¨®n y, en su obsesivo empe?o por desmarcarse del pasado, se forzaron a adoptar posiciones izquierdistas que se correspond¨ªan mal con las aspiraciones de una buena parte del cuerpo social y, lo que es menos perdonable, con sus propias y profundas actitudes.
Hacia una formaci¨®n pol¨ªtica ?abierta?
Fallo de organizaci¨®n y falta de veracidad propician el desplazamiento hacia la izquierda que se produce, y que las elecciones parecen confirmar; desplazamiento, sin embargo, que es m¨¢s sem¨¢ntico que real. Porque hay esa extra?a moderaci¨®n de los partidos marxistas que, a nuestro entender, es debida a la necesidad no de asustar a los votos ocasionales que proceden de muy lejanos horizontes ideol¨®gicos y hay esa derecha desamparada que a ¨²ltima hora busca acogerse a la imagen seductora, aunque pol¨ªticamente borrosa, de Su¨¢rez. Lo que parece claro es que en Catalu?a no existe -todav¨ªa no existe- la derecha reaccionaria; que los partidos marxistas tienen una representaci¨®n superior a la realidad social y que, lejos de ¨¦stos y de aqu¨¦lla -y no entre ellos-, se extienden ampl¨ªsimos sectores de la sociedad catalana que no han hallado una expresi¨®n pol¨ªtica nueva y adecuada. En la medida en que el marxismo parece acaparar -parad¨®jicamente, claro- la izquierda, podr¨ªan ser llamados de derecha.Otros, para no cargar con las connotaciones hist¨®ricas que el nombre conlleva, preferir¨ªan denominarse de centro. En el fondo, estar¨ªan m¨¢s pr¨®ximos al sentido que ten¨ªa la izquierda cuando el nombre apareci¨®: libertad, defensa del individuo frente al poder del Estado, valor de la iniciativa creadora, liberaci¨®n respecto de cualquier dogmatismo...
Dej¨¦monos de escol¨¢sticas discusiones sobre palabras. Usese la que se quiera para designar, no para definir.
Lo fundamental es que hay un importante -yo dir¨ªa que, potencialmente, decisivo- espacio social que carece de organizaci¨®n pol¨ªtica y que est¨¢ insuficiente -y equ¨ªvocamente- representado. Interesa a todos -a la democracia, en primer t¨¦rmino- que en el ruedo pol¨ªtico est¨¦n todos los que son y sean todos los que est¨¢n. No se trata, pues, de que este u otro grupo intente captar parcialmente esta inaprovechada corriente para que mueva sus viejos molinos. Esforc¨¦monos, por el contrario, en mantener ¨ªntegro su caudal; no queremos imponerle direcciones arbitrariamente establecidas; antes bien, observemos hacia d¨®nde se dirige la corriente, cu¨¢l es su natural pendiente; respetemos su originalidad...
Papel hist¨®rico de la ?oposici¨®n civilizada?
?Vertebrar? esa ¨¢rea pol¨ªtica, hoy todav¨ªa informe, es tarea urgente -y larga- que no ser¨¢ posible realizar a trav¨¦s de los intrincados vericuetos de las negociaciones entre grupitos de ?notables?, cada uno con sus ambiciones, sus exclusivas y sus limitaciones. Resulta evidente que no es por la suma laboriosa de cantidades ¨ªnfimas que se va a estructurar la formaci¨®n pol¨ªtica que ofrezca a los catalanes no izquierdistas una opci¨®n v¨¢lida y coherente, sino mediante la creaci¨®n, al margen de personalismos y de regateos, de un vigoroso movimiento de base, capaz de arrastrar a los indecisos y de despertar vocaciones pol¨ªticas. Ha de constituir una formaci¨®n esencialmente ?abierta? en la que sean llamados a ejercer responsabilidades aquellos elementos valiosos de la sociedad que hasta ahora han permanecido alejados de la acci¨®n pol¨ªtica, por delante, si conviene, de quienes, en un momento inicial, tuvimos que avanzar -forzados por un sentimiento de deber c¨ªvico- hasta un primer t¨¦rmino. Lliga de Catalunya, por su parte, as¨ª lo ha entendido y en su ¨²ltimo congreso lo ha dejado bien patente. Abierta, asimismo, a los l¨ªderes accidentalmente escorados hacia la izquierda y que podr¨ªan reencontrar en esa nueva formaci¨®n el lugar que naturalmente les corresponde y recobrar, con su autenticidad, su plena eficacia.
Convendr¨ªa evitar una perspectiva electoralista. La inminencia de una llamada a las urnas puede ciertamente precipitar acuerdos, pero ¨¦stos no resultan ser, con frecuencia, ni los m¨¢s razonables ni los m¨¢s duraderos. Lo que se hace en una noche, se deshace al d¨ªa siguiente. Hay que trabajar con m¨¢s calma si se quiere construir algo que sirva para los pr¨®ximos a?os. No es de esperar un vuelco electoral. Creo que en Catalu?a lo previsible es un per¨ªodo de un par de a?os de predominio marxista en las urnas y, en consecuencia, en los ¨®rganos de gobierno aut¨®nomos. No caigamos en actitudes catastrofistas. Esperemos que nada de lo que ocurra pueda ser irreparable, que pueda todav¨ªa haber un ma?ana distinto. Prepar¨¦moslo desde ahora. En la pol¨ªtica pesan los votos, las masas en la calle, pero cuentan tambi¨¦n la calidad de los hombres y de las soluciones originales y adecuadas que presenten a los problemas cada vez m¨¢s acuciantes que sin, duda se ir¨¢n planteando. Hagamos de ?oposici¨®n civilizada?, sin nostalgias del golpe de fuerza y sin demagogias; dejemos gobernar a la mayor¨ªa del momento sin obstrucciones sistem¨¢ticas, pero a la vez procuremos evitar los errores evitables oponiendo a la ilusi¨®n ut¨®pica y al dogma la cr¨ªtica razonable y el sentido de las realidades.
Eventualmente, se podr¨ªa, incluso, colaborar en un Gobierno -o Consell- de concentraci¨®n si las circunstancias lo exig¨ªan, pero ser¨ªa para llevar a t¨¦rmino una pol¨ªtica nacional -no para ganar credibilidad democr¨¢tica- Sin embargo, la tarea b¨¢sica de esta nueva derecha catalana deber¨ªa ser la de preparar el relevo para cuando se produzca el previsible agotamiento del experimento socializante. Para ello habr¨ªa que ir formando -en la oposici¨®n- los equipos dirigentes, tener el respaldo de una organizaci¨®n extensa y flexible, preparar un repertorio completo de soluciones realistas, ofrecer un proyecto de vida colectiva que fuera a la vez atrayente y posible,- estar dispuestos ?a sustituir el deseo y la ilusi¨®n? propios de las promesas demag¨®gicas, ? por la voluntad efectiva? de progreso... Y, para empezar, habr¨ªa que evitar la destrucci¨®n indiscriminada de la obra realizada durante el per¨ªodo anterior, salvando -y consolidando- los elementos aprovechables que en ella pudiera haber. La continuidad hist¨®rica es necesaria. No hay ?mal llamados a?os? ni son posibles las rupturas totales. La vida de un pueblo no puede consistir en un incesante tejer y destejer.
Tampoco puede ser una vuelta atr¨¢s. Algo ha de quedar muy claro: la creciente presencia de este centro, arraigado en el pa¨ªs, ocupando un espacio pol¨ªtico muy real, es la mejor garant¨ªa de que la reacci¨®n m¨¢s elemental y simplista -la vuelta atr¨¢s- no constituir¨¢ la ¨²nica alternativa a una experiencia socialista en crisisx.
Esta es la pieza fundamental que entre todos hemos de poner en ?su ? lugar. Gracias a ella podr¨ªa darse una nueva muestra de lo que De la Cierva llama la anticipaci¨®n catalana, que es casi lo mismo que yo denomin¨¦ -en alg¨²n libro m¨ªo- ?Catalunya como ejemplo?. En este caso, la posibilidad de una salida, y de una salida democr¨¢tica, a un Gobierno de la izquierda socialista.
Es decir, un futuro que podr¨ªa ser contemplado con confianza.
Apostilla final
Discretamente, se pregunta De la Cierva ?si dentro de esa derecha catalana existe alg¨²n papel para la UCD?.
He aqu¨ª -forzosamente breve y voluntariamente directa- una respuesta: no discutiremos los m¨¦ritos de la acci¨®n de Su¨¢rez en Madrid: improvis¨® un partido, cuya plena existencia es a¨²n hoy problem¨¢tica, pero le permiti¨® recoger millones de votos muy reales, gracias a lo cual, y para suerte de todos, ha realizado con ¨¦xito, y con una precisi¨®n casi funambulesca, una arriesgada transici¨®n pol¨ªtica. Luego, al asumir la responsabilidad del poder frente a la crisis econ¨®mica, el partido puede resquebrajarse, e incluso oscurecerse, al menos temporalmente, el liderazgo.
En Catalu?a, la operaci¨®n todav¨ªa m¨¢s improvisada, se efectu¨® con menos conocimiento del terreno. Hubo errores, paliados m¨¢s tarde con la oportuna ?devoluci¨®n?, de principio, de la Generalitat. No creemos que la formaci¨®n de la nueva derecha catalana aut¨®noma pueda hacerse ?en torno? a UCD. Pero UCD debe constituir un elemento esencial de la misma,
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