Prisioneros polisarios en Nuakchott: "Tenemos miedo"
Era la una de la tarde y hac¨ªa tres d¨ªas que el siroco, el viento de arena M desierto, azotaba la zona de Nuakchott. Unos cien prisioneros polisarios hab¨ªan sido formados en una peque?a explanada junto a un galp¨®n que les serv¨ªa de albergue. El galp¨®n era nuevo y parec¨ªa limpio y bien construido. Saleck Amateci, de la radio mauritana, que me hab¨ªa conducido hasta all¨ª me present¨® a un capit¨¢n, jefe del campamento, y a un teniente, y me dijo: ?Bueno -se?al¨® a los prisioneros-, puede usted hacerles las preguntas que quiera. Hay algunos argelinos ... ?Tres d¨ªas antes le hab¨ªa pedido al presidente Ould Daddah que se me permitiera vera los prisioneros polisarios, especialmente a los argelinos, que, seg¨²n las autoridades mauritanas, estaban en su poder. El viernes 25, Nuakchott vivi¨® una noche de alerta general ante el temor de un ataque polisario. El s¨¢bado Saleck Amateci me llam¨® por tel¨¦fono al hotel Chinguetti y concert¨® la cita.
Aunque, no se conocen cifras exactas, se cree que el ej¨¦rcito mauritano tiene en su poder alre dedor de seiscientos prisioneros del Frente Polisario, entre ellos ?varios suboficiales argelinos¨¢. El campamento se encuentra a unos quince kil¨®metros de Nuakehott, en direcci¨®n de Butilimit, en pleno desierto. Los prisioneros, rodeados por una docena de soldados armados con fusiles autom¨¢ticos, salieron del galp¨®n en dos filas y fueron formados de espaldas al edificio. Todos vest¨ªan t¨²nicas cortas, grises, de tela gruesa. ?Como usted ve -dijo Amateci-, tienen buen aspecto?. ?Comen lo mismo que mis soldados?, a?adi¨® el capit¨¢n. El viento obligaba a los hombres a doblar la cabeza para protegerse de la arena. Seguido del oficial y de Amateci, me acerqu¨¦ a la primera fila y pregunt¨¦: ??Qui¨¦n de ustedes habla espa?ol??. Un muchacho, de unos veinte a?os, levant¨® la mano y murmur¨®: ?Yo, yo hablo un poco.? ? Tenemos miedo?
-?C¨®mo se llama usted?- pregunt¨¦.
-El muchacho vacil¨® un instante y repuso en voz baja:
-Abdallahi, soy de El Aaiun.El capit¨¢n y Amateci intervinieron r¨¢pidamente. ?No, eso no es posible -dijeron-, los prisioneros no pueden revelar sus nombres. El presidente Daddah ya declar¨® que Mauritania no dar¨ªa la lista de prisioneros.
-?Os tratan bien aqu¨ª? -segu¨ª- ?C¨®mo es la comida? -La comida es pasable. Comemos arroz, macarrones. Pero tenemos miedo...
- ? Por qu¨¦? ?Pens¨¢is que os puede ocurrir algo, que os van a ... ?
-S¨ª, a veces, sobre todo cuando la situaci¨®n pol¨ªtica se pone dif¨ªcil.
-?Os pegan?
El muchacho afirm¨® ligeramente con la cabeza y mir¨® de reojo a los oficiales, que aparentemente no entend¨ªan espa?ol.
-?Hay alg¨²n argelino entre vosotros?
-Que yo sepa, no.
?Soy argelino ?
Me apart¨¦ y avanc¨¦ entre los prisioneros. Amateci se?al¨® a un hombre de barba negra y dijo: ? Ese es argelino.? Amateci me explic¨® despu¨¦s, que ¨¦l y el capit¨¢n entend¨ªan ?algo de espa?ol, pero s¨®lo cuando se habla muy despacio y con claridad?. Me aproxim¨¦ al ?argelino?.
-Soy de Tinduf -dijo en franc¨¦s-, soy sargento en el ej¨¦rcito argelino.
-?Qu¨¦ n¨²mero de matr¨ªcula ten¨ªa? ?Hay muchos argelinos en el Pol¨ªsario?
-S¨ª, todos los jefes son argelinos. Yo estaba en la secci¨®n de reclutamiento. Mi n¨²mero era el 786.820.
-?Tienen miedo ahora?
-S¨ª, s¨ª.
-?Porqu¨¦?
-Ah.
A unos pasos, otro prisionero dijo tambi¨¦n que era argelino, de Infanter¨ªa.
-Escriba aqu¨ª, en mi papel -le ped¨ª-, su n¨²mero de matr¨ªcula. Lo escribi¨®: 117.120.
-?C¨®mo se llamaban sus jefes?
-Teniente Bruganer Ahell y capit¨¢n Bushija, del comando de la Escuela de Aplicaci¨®n de Fuerzas. Yo tambi¨¦n nac¨ª en Tinduf..
El viento de arena remov¨ªa las t¨²nicas de los prisioneros y los turbantes de los guardias, que vigilaban al grupo con los fusiles preparados. Brillantes bajo el sol, los rostros semicubiertos, corno tuaregs. Amateci y el capit¨¢n me segu¨ªan,en silencio. De pronto, un muchacho, de unos veinticinco a?os, me extendi¨® la mano y murmur¨® r¨¢pidamente, en espa?ol.
-Salud. Tenemos que hablar r¨¢pido y en voz baja para que no puedan entender. Quiero darte un mensaje para toda la poblaci¨®n del Sahara.
-?C¨®mo te llamas?
Me dijo su nombre, que por el momento me reservo, por razones obvias.
-Antes de que Espa?a se fuera del Sahara -continu¨®- yo estaba en las fuerzas espa?olas. Mi jefe entonces era el capit¨¢n V¨¦lez (o Bel¨¦n). Todos los saharauis quer¨ªamos y seguimos queriendo la independencia. Entr¨¦ en el Polisario en 1975, en, Amghala.
-?Cu¨¢ndo te hicieron prisionero?
- El 5 dejunio de 1976 -me mir¨® fijamente a los ojos. Puedes decir todo lo que yo te diga, mi nombre tambi¨¦n. Pero ahora tenemos que apurarnos.
Amateci y el capit¨¢n se esforzaban por entendernos. El muchacho empez¨® a mezclar en sus frases algunas palabras sin sentido, deliberadamente, para hacer m¨¢s dif¨ªcil el trabajo de nuestro auditorio.
-Dile a la poblaci¨®n que tenemos que seguir luchando. La hora del triunfo est¨¢ cerca. La muerte no importa. Aqu¨ª... -
?Temes que te maten?
-S¨ª, a algunos de nosotros... No es verdad que nos traten bien. Ya hemos perdido aqu¨ª a quince h¨¦roes. Estaban enfermos y no hubo medicamentos, ni, comida. Ten¨ªan una enfermedad del desierto, por el sol... Dile, dile a la poblaci¨®n esto: que luche por la libertad, siempre.
-?Eras comisario pol¨ªtico en el Polisario?
-No, no, all¨ª todos somos camaradas, luchadores. Todos estamos convencidos.
-?Y esos que dicen que son argelinos?
-No es verdad. Son de los mauritanos. Los pusieron ah¨ª para hacer propaganda, porque ibas a venir t¨². Cuando vienen los periodistas preparan todo.
-?En cu¨¢ntas operaciones interviniste?
-En tres. Me hicieron prisionero enjunio de 1976.
-?Qu¨¦ armas usabas?
-El fusil Mach 36, franc¨¦s.
-?De d¨®nde eres?
-De Villa Cisneros. Tengo all¨ª a mis padres, en la ciudad. Pero algu nos hermanos m¨ªos est¨¢n combatiendo, como yo.
-?Hay enfermos graves en este campamento?
-S¨ª, diecisiete -volvi¨® a extenderme la mano-, ahora vete. Pero no te olvides: dile a la poblaci¨®n eso... la libertad... -mir¨® hacia el desierto-. Quiz¨¢ nunca nos volveremos a ver...
As¨ª termin¨® mi entrevista con los prisioneros polisarios de Mauritania, el domingo 27 de noviembre De regreso a Nuakchott, Amateci -?yo tambi¨¦n soy periodista" dijo-, me interrog¨®, una y otra vez, sobre mi ?conversaci¨®n en espa?ol?. Yo pensaba en ese muchacho y trat¨¦ de restarle importancia al asunto. Espero volver a verlo, a pesar de todo, y en Nuakchott habl¨¦ con algunos diplom¨¢ticos, para poder seguir su futuro, enterarme de su, suerte. All¨ª supe tambi¨¦n que otro periodista que estuvo en el campamento debi¨® excluir a ¨²ltima hora de su cr¨®nica el nombre del sargento argelino cuando averigu¨®, en medios muy seguros, que su existencia real era m¨¢s que hipot¨¦tica. La guerra de propaganda cubre la guerra real, los hombres y los nombres, hasta desfigurarlo todo. En esas condiciones, s¨®lo quedan las palabras de unos y de otros, como el viento de arena del desierto.
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