Una respuesta cristiana a la cuesti¨®n del aborto / 1
(Obispo Auxiliar de Madrid)JAVIER GAFO SJ
(Bi¨®logo, doctor en Teolog¨ªa)
Ser¨ªa nuestro mayor deseo que toda la discusi¨®n sobre la eticidad y la legalizaci¨®n del aborto, que probablemente se instaurar¨¢ pronto en nuestro pa¨ªs, se desarrollase en un clima de serenidad y responsabilidad. El tema es demasiado grave y complejo para que se afronte con resentimientos y agresividades indebidas. Es un problema con graves implicaciones humanas y en el que es f¨¢cil incurrir en demagogias, presentando como verdades y argumentos definitivos y totales, lo que no son sino verdades parciales.
Desde nuestra fe cristiana nos oponemos al aborto porque consideramos que la vida humana, en todo su desarrollo, es un valor primero en toda escala de valores ¨¦ticos, que debe ser salvaguardado; porque si existe una obligaci¨®n de proteger y defender la vida humana, esta obligaci¨®n es a¨²n m¨¢s urgente cuando se trata de una vida desamparada, que no puede hacer valer sus propios derechos. Porque pensamos, finalmente, que el valor de la vida humana es tan fundamental que debe ser cuidadosamente protegido, aun en aquellas ocasiones en que no existe absoluta certeza, aunque s¨ª argumentos serios, que abogan por la calidad humana del embri¨®n (como puede ser el comienzo del embarazo).
Uno de los primeros autores cristianos que se opuso claramente al aborto, Aten¨¢goras (siglo II), lo hac¨ªa en los siguientes t¨¦rminos: ?Nosotros afirmamos que las que intentan el aborto cometen un homicidio... ?Porqu¨¦ raz¨®n hab¨ªamos de matar a nadie? Porque no se puede pensar al mismo tiempo que lo que lleva la mujer en el vientre es un ser viviente y objeto, por tanto, de la providencia de Dios y matar luego al que ya ha avanzado en la vida.? Este planteamiento est¨¢ muy presente en los primeros siglos de tradici¨®n cristiana. Uno de sus mejores exponentes es quiz¨¢ Tertuliano (160-240): ?Tambi¨¦n es hombre el que lo va a ser.? En contra del Derecho Romano, que sigue la concepci¨®n estoica, seg¨²n la cual el feto es parte del cuerpo de la madre (mulieris portio vel viscerum), para el cristianismo, el nuevo ser que se est¨¢ desarrollando en el seno de la madre no es un mero ap¨¦ndice de aqu¨¦lla, ni un mero proceso biol¨®gico, sino una realidad humana distinta, objeto ya de la providencia de Dios. En la formaci¨®n de ese nuevo ser ve¨ªan los primeros pensadores cristianos la acci¨®n de Dios. Veinte siglos de tradici¨®n cristiana seguir¨¢n esa misma l¨ªnea de considerar al embri¨®n o al feto como un nuevo ser humano, distinto de la madre.
?Ha sido superado este planteamiento por las nuevas aportaciones de la ciencia, de la gen¨¦tica, de la embriolog¨ªa? ?Es el embri¨®n una parte o ap¨¦ndice de la madre, sobre el que puede disponer libremente, ya que ?cada persona es due?a de su cuerpo, y es ella la que tiene que determinar qu¨¦ es lo que quiere hacer con ¨¦l?, como afirma el profesor Gimbernat? Hace poco dec¨ªa una profesora universitaria que no puede admitir el aborto porque ha estudiado la carrera de biolog¨ªa. Es verdad. La ciencia ha dado la raz¨®n al cristianismo y no al Derecho Romano. El embri¨®n no es, desde el momento de su formaci¨®n, ni una parte del cuerpo de la madre, ni un ?co¨¢gulo de sangre?, ni una ?cosa? de determinados mil¨ªmetros (como afirma Gimbernat). Estos son planteamientos propios de la embriolog¨ªa greco-romana, que han sido totalmente superados por la biolog¨ªa actual.
Cuestiones biol¨®gicas
Para la biolog¨ªa, la realidad que se constituye desde el momento de la fecundaci¨®n del ¨®vulo por el espermatozoide, no es parte del cuerpo de la madre, sino un verdadero cuerpo extra?o, una realidad biol¨®gica distinta. El organismo materno tendr¨¢ que desarrollar ingeniosos mecanismos para que no se produzca un fen¨®meno de rechazo. La biolog¨ªa nos afirma que la nueva realidad que se constituye por la fusi¨®n de las c¨¦lulas germinales es un ser que lleva en su complej¨ªsimo c¨®digo gen¨¦tico, tanto las caracter¨ªsticas propias de un ser humano, como las que sirven para individualizar a cada sujeto humano. Puede afirmarse que lo que cada uno de nosotros tiene m¨¢s de singular, lo que hace realmente de cada uno de nosotros un ser ¨²nico e irrepetible en la. historia de la humanidad estaba ya programado en nuestra primera c¨¦lula-huevo. Todo el complicado proceso de desarrollo embrionario ser¨¢ dirigido por esa nueva realidad. Se trata de un verdadero organismo aut¨®nomo, que tiene sus propias leyes de crecimiento y de desarrollo. La biolog¨ªa tiene que decir que ese nuevo ser no es, en ninguna manera, una parte del cuerpo de la madre, sino una realidad distinta, con factores gen¨¦ticos humanos, que prefigura lo que ser¨¢ el individuo humano ya nacido.
Este punto queda marginado al afrontar el problema del aborto casi ¨²nicamente desde la situaci¨®n de urgencia que se presenta a la mujer embarazada. La gravedad de estas situaciones no puede minimizarse, pero no puede darse una respuesta atendiendo ¨²nicamente a la parte afectada, la mujer embarazada, sin tener en cuenta que se est¨¢ gestando un nuevo ser -y no una cosa de tantos mil¨ªmetros-, y que precisamente por su indefensi¨®n reclama una protecci¨®n especial.
Por otra parte, zanjar todo el tema sobre el car¨¢cter humano o no humano del embri¨®n, refiri¨¦ndose a la formaci¨®n de los ¨®rganos del mismo, sobre todo el cerebro, apenas resuelve nada.. El mismo dato de la formaci¨®n del cerebro o del comienzo de su actividad es ambiguo. La primera actividad el¨¦ctrica cerebral se constata no a los tres meses de desarrollo embrionario, como afirma Gimbernat, sino a los 43-45 d¨ªas despu¨¦s de la fecundaci¨®n. El trazado electroencefalogr¨¢fico es de tipo cortical a partir del tercer mes (Garbelli). Unicamente puede hablarse de una actividad cerebral espec¨ªficamente humana a partir del sexto mes (Manouvrier). Al mismo tiempo, la formaci¨®n del cerebro es tambi¨¦n gradual, estando ya delineados los hemisferios cerebrales y el cerebelo cinco semanas despu¨¦s de la fecundaci¨®n. Por tanto, si se toma la formaci¨®n del cerebro o el comienzo de su actividad como base para delimitar el comienzo de la protecci¨®n jur¨ªdica del feto, hay que preguntarse a qu¨¦ grado de formaci¨®n o de actividad nos referimos. Al mismo tiempo es l¨®gico preguntar por qu¨¦ no se protege con anterioridad al feto, ya que existen, antes de la formaci¨®n de su cerebro, serios argumentos biol¨®gicos que apoyan su humanidad.
Somos conscientes de que con todas estas afirmaciones no se ha resuelto el problema ¨¦tico o legal del aborto, ni puede hacerse en los reducidos m¨¢rgenes de este art¨ªculo. Lo que queremos subrayar es que en el planteamiento de Gimbernat se prescinde casi exclusivamente de una parte del problema, al reducirse ¨²nicamente a plantear el tema del aborto desde la perspectiva de la madre, sin ponderar al mismo tiempo los derechos del nuevo ser, que la biolog¨ªa obliga a tomarse en serio.
1. Estamos de acuerdo en que existen una serie de prescripciones legales en el C¨®digo Penal Espa?ol que pueden favorecer el aborto (distinci¨®n entre hijos leg¨ªtimos e ileg¨ªtimos, prohibici¨®n de pr¨¢cticas anticonceptivas ... ). Tenemos que reconocer, como cristianos, la parte de culpabilidad que incumbe a la Iglesia en la gestaci¨®n o mantenimiento de dichas prescripciones. Sin embargo, estas prescripciones no pueden presentarse en una relaci¨®n causa-efecto respecto al aborto. Tal es la con clusi¨®n que insin¨²a Gimbernat al afirmar que tales prescripciones, o los que las han defendido, ?han provocado cientos de miles de abortos clandestinos, al imponer embarazos que se podr¨ªan haber evitado?. En Espa?a, hubiera habido tambi¨¦n en estos ¨²ltimos a?os muchos miles de abortos, aunque todas aquellas prescripciones legales no hubieran existido. No puede discutirse que estas prescripciones, sobre todo la falta de acceso a los anticonceptivos, han influido en un incremento de tales cifras. Pero no han constituido, probablemente, la causa o el factor principal en el n¨²mero de abortos en nuestro pa¨ªs, como lo prueba la situaci¨®n de otros pa¨ªses en que esas prescripciones no existen desde hace tiempo.
2. La segunda objeci¨®n se refiere a la tesis insinuada por Gimbernat de que la soluci¨®n de las indicaciones en la legalizaci¨®n del aborto tiene como trasfondo, aunque sea no verbalizado, la moral sexual cat¨®lica. Ante todo, hay que probar tal afirmaci¨®n. Las indicaciones terap¨¦utica, eug¨¦nica y ¨¦tica constituyen situaciones en que el problema del aborto se presenta con una agudeza especial, por entrar en conflicto valores sumamente importantes, sin tener que recurrir al concepto de pecado o no pecado. Pero, sobre todo, porque no existe fundamento para considerar la soluci¨®n de las indicaciones como soluci¨®n ?cat¨®lica?. Todas las numerosas y recientes declaraciones del magisterio de la Iglesia defienden un¨¢nimemente fa vida humana embrionaria, sin distinguir indicaciones en que sea l¨ªcito el aborto. Esta es tambi¨¦n la postura de los moralistas cat¨®licos, aunque va creciendo el n¨²mero de los que admiten la indicaci¨®n terap¨¦utica, y hay un peque?o grupo que tiende a admitir la indicaci¨®n ¨¦tica antes de la anidaci¨®n. En tales condiciones, argumentar contra la moral cat¨®lica aduciendo que ¨¦sta defiende la soluci¨®n de las indicaciones, se cae por su base.
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