Necesidad de coherencia al defender la vida humana embrionaria
Obispo auxiliar de MadridJAVIER GAFO S J
Bi¨®logo, doctor en Teolog¨ªa
Sin embargo, no nos podemos reducir a lo dicho al referimos al problema de la legalizaci¨®n del aborto. Puede existir tambi¨¦n el peligro por parte cat¨®lica, de atender ¨²nicamente a los derechos del feto y olvidarse de los derechos de la mujer embarazada. Tenemos que reconocer que la actual legislaci¨®n espa?ola sobre el aborto plantea, de hecho, una situaci¨®n discriminatoria. Aunque la frase de Gimbernat, ?en Espa?a el aborto ha dejado de ser delito hace tiempo; lo sigue siendo ¨²nicamente para el proletariado? suene a demag¨®gica, tiene un indiscutible n¨²cleo de verdad.
Ello nos tiene que llevar a los cristianos a preguntarnos honestamente hasta qu¨¦ punto est¨¢ la Iglesia al servicio de la vida humana ya concebida, no s¨®lo en el terreno de los grandes principios, sino sobre todo, en la realidad concreta. La Iglesia tiene que mostrar tambi¨¦n al nivel de los hechos, que est¨¢, en favor de la vida, en favor de los hombres, al servicio de los m¨¢s pobres y desamparados. S¨®lo as¨ª la Iglesia tendr¨¢ credibilidad, cuando se compromete en el servicio de la vida ya concebida, por tratarse de la vida humana m¨¢s desamparada y desprovista de ayuda. La Iglesia tiene aqu¨ª un serio motivo de reflexi¨®n. Si su inter¨¦s en la defensa de la vida concebida es real, debe tambi¨¦n comprometerse y poner en pr¨¢ctica programas y acciones concretas que ayuden a la mujer en el trance amargo que le impulsa a abortar.
Adem¨¢s de la ayuda social y el respaldo humano que la sociedad debe a las futuras madres en conflicto, hay otras actitudes muy importantes, que se implican mutuamente con el tema del aborto, y en las que se necesita una revisi¨®n a fondo:
1.? En primer lugar, la pena de muerte. No podemos extender nos aqu¨ª en este tema, pero si sos tenemos que la vida humana es un valor primero, al que no se renuncia ni siquiera por la propia conducta, la sociedad no puede como si dij¨¦ramos ?hacerse abortar? en uno de sus miembros, por el hecho de que sea un delincuente. Tendr¨¢ que intentar curarle y ayudarle y en su caso, sufrirlo, pero no eliminarle. Por tanto, ser¨ªamos partidarios de la supresi¨®n de la pena de muerte en Espa?a.
2.? Debe suprimirse, adem¨¢s, toda legislaci¨®n discriminatoria contra los hijos de madres solteras, los cuales no s¨®lo tienen las mismas necesidades y derechos que los que tienen padres reconocidos, sino inclusive m¨¢s, por necesitar m¨¢s de la ayuda de la sociedad. Y, desde luego, no tienen menos dignidad humana por principio, sino la misma.
3.? Finalmente, y prescindiendo de lo que los creyentes podamos pensar en nuestra ¨¦tica sobre el uso de los anticonceptivos, creemos que desde el punto de vista social cualquier cristiano tiene que reconocer que es m¨¢s aceptable para su conciencia el que se regule y legalice el uso de los anticonceptivos que el del aborto. Ning¨²n cat¨®lico puede impedir que utilicen los anticonceptivos aquellos que crean pueden usarlos, ni tampoco un m¨¦dico cat¨®lico encontrar¨¢ dificultades de conciencia insalvables en prescribirlos a unos clientes que se los solicitan de acuerdo con su conciencia.
?Legalizaci¨®n del aborto?
Es necesario que los cristianos mostremos en la pr¨®xima discusi¨®n sobre el aborto un esp¨ªritu de di¨¢logo y de responsabilidad. Corno en el problema del divorcio, tambi¨¦n cabe aqu¨ª una diferenciaci¨®n entre la postura personal en conciencia ante el aborto y la opci¨®n ciudadana ante el problema de su posible penalizaci¨®n. No puede descartarse, en nuestra opinion, que un cristiano no acepte ¨¦ticamente el aborto y que sin embargo considere aceptable o inevitable, desde una perspectiva social, dicha despenalizaci¨®n.
Somos conscientes de los riesgos que entra?a este planteamiento: depreciaci¨®n de la vida humana, sobre todo, en el contexto de una sociedad que tiende crecientemente a valorar a la persona humana por lo que rinde o produce y no por lo que es en s¨ª; peligro de que la legalizaci¨®n lleve a un incremento del n¨²mero de abortos, etc¨¦tera... Sin embargo, ante la actual situaci¨®n de legalizaci¨®n del aborto en casi todos los pa¨ªses europeos, hay que preguntarse si tiene sentido mantener una legislaci¨®n penalizadora del aborto en Espa?a, en una ¨¦poca en que se han disuelto las fronteras y en la que dejar de recurrir al ?turismo abortivo? las que carecen de medios para costearse el viaje de fin de semana en vuelo charter.
Acabar¨ªamos de la misma forma que empezamos. Ojal¨¢ podamos plantearnos la discusi¨®n sobre el aborto en un clima de serenidad y sin tensiones, sin que convirtamos nuestros resentimientos e inseguridades en agresividad. Y sobre todo, ojal¨¢ ayude esta discusi¨®n a los cristianos a hacernos m¨¢s coherentes en nuestra opci¨®n por los pobres, los d¨¦biles y los indefensos. Esta es sin ning¨²n g¨¦nero de dudas la ¨²nica posibilidad de credibilidad para los que desean comprometerse en la defensa de la vida humana ya concebida.
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