Jean Pierre Rampal y Od¨®n Alonso, con la Orquesta de TVE
Precioso programa el del ¨²ltimo concierto de la orquesta de RTVE. La primera parte, de gran unidad, reun¨ªa tres partituras perfectamente representativas de la evoluci¨®n que va desde el barroco tard¨ªo, hasta el clasicismo maduro; tres calas en tres generaciones Quantz, Gluck, Mozart- que adquieren juntas un significado especialmente claro; obras tal vez de poca trascendencia, pero de encanto singular, buena muestra del refinado equilibrio de la Ilustraci¨®n.Abr¨ªa el programa la obertura de Ifigenia en Aulida, de Gluck (de 1774), eslab¨®n intermedio de esta evoluci¨®n, p¨¢gina cuyo acusado sentido dram¨¢tico (a pesar de su forma sonata) fue puesto de manifiesto en la delicada versi¨®n de la sinf¨®nica de RTVE, que destac¨®, a trav¨¦s de una sonoridad transparente, toda la delicadeza t¨ªmbrica propia del autor de Orfeo.
A continuaci¨®n, dos conciertos para flauta, uno del compositor lindante con el barroco Johann Joachim Quantz y otro de Mozart. El concierto en sol mayor (no en fa, como anunciaba el programa) de Quantz, uno de los trescientos compuestos por el maestro de Federico El Grande, es ya una obra de estilo galante, antes que Gearbeitete Musik (m¨²sica elaborada) de estilo contrapunt¨ªstico, para, utilizar la terminolog¨ªa del Quantz en su Tratado de flauta, aunque no falten, evidentes, rasgos barrocos. Frente a ¨¦ste, el primero de los conciertos para flauta mozartianos, de un clasicismo avanzado, pero ajeno por completo al Sturm und Drang (o al ?Fastidio Universal?, como lo llamaba Mel¨¦ndez Vald¨¦s), que aparece ya en muchas de las obras de esta ¨¦poca.
Solista excepcional de estos dos conciertos fue Jean Pierre Rampal, nombre que ya forma parte de la historia de la flauta. Rampal es sencillamente uno de esos raros casos de instrumentistas geniales, y subrayo instrumentista porque es est¨¦ car¨¢cter el que impera: por encima de todos los dem¨¢s. Es ya rid¨ªculo se?alar su milagroso sonido, su virtuosismo intachable, su fiato o su asombrosa facilidad (acaso su mayor virtud y su mayor peligro).
Tanto en Quantz como en su Mozart, muy ligero, a lo divertimento, hizo gala de notable musicalidad.
Para cerrar el programa, una vez m¨¢s, la Primera sinfon¨ªa de Brahms. Es dif¨ªcil renovar una obra tan archiconocida y, sin embargo, esto es lo que hizo Od¨®n Alonso en su espl¨¦ndida versi¨®n, esto es, interesar al oyente en lo que est¨¢ pasando como si de una primera audici¨®n se tratase, lo que es a¨²n m¨¢s dif¨ªcil si no se recurre a ning¨²n tipo de afectismo ni se hacen concesiones. Cabe decir a grandes rasgos que la versi¨®n se bas¨® en la tensi¨®n, pero no en la fuerza.
Se trata de un Brahms l¨ªrico, tranquilo, mesurado como un lied, y al mismo tiempo inquieto y espont¨¢neo. As¨ª, se llega a un Brahms opuesto a la grandilocuencia, que busca la introversi¨®n y, por tanto, la profundidad, por el camino de un lirismo schumaniano, que no deja de ser contradictorio en ocasiones, como en el tercer tiempo, entre la angustia y el desenfado, sin que esto reste coherencia formal al todo. ?Es Brahms as¨ª verdaderamente? Tal vez no, pero en cierto modo esta extroversi¨®n intimista va hasta lo que hay detr¨¢s de Brahms: un lirismo espont¨¢neo que ya no pod¨ªa ser expresado del mismo modo que en el primer romanticismo.
Cabr¨ªa destacar momentos como la preparaci¨®n del tema de la trompa en el final o la ligereza del coral que, marcado a dos, no pierde hondura. La labor de la orquesta fue magn¨ªfica, manteniendo en todo momento una gran transparencia sonora.
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