Sociedad, Estado y profesorado
Catedr¨¢tico de la Universidad de ValenciaTodo lo expuesto en nuestro art¨ªculo anterior nos conduce a una afirmaci¨®n fundamental: la mayor parte de los problemas -aunque no todos- de la Universidad espa?ola proceden de los problemas de la sociedad que la rodea y, especialmente, del incorrecto e inadecuado aparato del Estado.
Precisamente por la inadecuaci¨®n del Estado a la sociedad es por lo que aqu¨¦l intent¨® reiteradamente reducir a silencio a la Universidad (silencio impuesto tambi¨¦n a otras fuerzas sociales),mediante autoridades acad¨¦micas calladas, complacientes y silenciosas, pese a que existieron honrosas excepciones. Aquel Estado foment¨® la existencia de alumnos que tan s¨®lo se preocuparan de estudiar y que no se preocuparan -lo que era imposible para un joven universitario- de los problemas de la sociedad circundante, especialmente en momentos predemocr¨¢ticos en los que el debate pol¨ªtico empez¨® -falta de prensa, de Cortes y de partidos libres- a realizarse en las universidades y en las iglesias.
Por ello, para obtener el silencio universitario, es por lo que no se permiti¨® la autonom¨ªa y la libertad de la Universidad, sino que se impuso m¨¢s y m¨¢s el ?centralismo burocr¨¢tico? universitario. Y, al fin, cuando la autonom¨ªa universitaria se inici¨® t¨ªmidamente, fue r¨¢pidamente reprimida, porque en su ejercicio, la Universidad empez¨® a oponerse al diktat del poder central. As¨ª ocurri¨® en la Universidad espa?ola y especialmente en las universidades de Valencia y de Salamanca, con los expedientes a profesores y alumnos y con la creaci¨®n de a?os de sepulcral silencio en muchas de nuestras universidades. Porque la Universidad se opuso a quienes con arbitrariedad ejerc¨ªan la autoridad del Estado. El palo, la amenaza y el expediente disciplinario acallaban al que discrepaba e induc¨ªan al silencio a quienes pod¨ªan osar protestar. Pese a solidaridades -ejemplares, pues siempre las hubo, la Universidad fue reducida a silencio. Se acall¨® su cr¨ªtica y con ella su propia conciencia institucional.
Recuerdo de unos hechos
Quiz¨¢ sea ahora el momento de recordarlo, porque nada es tan ilustrativo como los hechos mismos: en 1972 se recibieron en la Universidad listas con varios miles de alumnos a los que (sin o¨ªrlos, Y sin iniciarles ning¨²n expediente administrativo, tan s¨®lo mediante unas fichas policiales) por orden del Ministerio se les prohib¨ªa el acceso a la matr¨ªcula universitaria. Y con ellos -por el mismo procedimiento- varios centenares de profesores deb¨ªan ser depurados. La negativa, la dimisi¨®n y la oposici¨®n de la junta de gobierno de una Universidad espa?ola hizo imposible la depuraci¨®n. Al a?o siguiente, un nuevo rector de esa misma Universidad aplic¨® y ejecut¨® sumisamente -con las mismas fichas policiales- la depuraci¨®n en la Universidad. Cuando el patronato de esa Universidad rog¨® y pidi¨® explicaciones, fue fulminantemente cesado y sustituido por otras personas m¨¢s complacientes. Se hab¨ªa logrado ensayar la depuraci¨®n y la Universidad la acept¨® en silencio, por el temor a la protesta. La presi¨®n del Estado y del aparato gubernamental no s¨®lo logr¨® su represi¨®n, sino que denigr¨® y obtuvo la paz universitaria. Los efectos de la denigraci¨®n a¨²n los soportamos, porque la denigraci¨®n de una instituci¨®n produce efectos que perduran largos a?os en la conciencia de quienes hubieron de aceptarla.
En definitiva, la sumisi¨®n de la Universidad al Estado centralista y autocr¨¢tico ha provocado una falta de coordinaci¨®n y de auctoritas entre los estamentos universitarios, que, a su vez, ha creado una incapacidad para el di¨¢logo entre las grandes masas de alumnos y la mayor parte de las autoridades acad¨¦micas Y de sus claustros.
Por ah¨ª hemos de buscar en el pasado inmediato gran parte de las causas que han conducido a nuestra ¨¢tona Universidad y han provocado su dif¨ªcil recuperaci¨®n y reforma.
Mas si los problemas universitarios vienen de lejos, lejos hay que buscar sus causas. No por masoquismo intelectual, sino para buscar y aplicar los remedios en la profundidad debida.
Es evidente que en 1939 le inicia una pol¨ªtica oficial autoritaria, dirigida a eliminar la libertad intelectual de la Universidad y a uniformar la actividad docente, cultural e investigadora de todas las Universidades espa?olas al someterlas a un centralismo radical. El sometimiento de las nacionalidades y de las regiones que integran el Estado espa?ol, preocupaci¨®n pol¨ªtica obsesiva del r¨¦gimen que se inicia en - 1939, exigi¨®, entre otras tareas tambi¨¦n necesarias, imponer una absoluta uniformidad centralista y autoritaria para el r¨¦gimen administrativo, financiero y acad¨¦mico de nuestras universidades. Este uniformismo produjo un doble efecto: coadyuvar a la reducci¨®n del sentimiento y de la voluntad de autonom¨ªa, de tales nacionalidades y regiones y acelerar la desaparici¨®n del enraizamiento de la Universidad con las necesidades de la sociedad circundante.
Hemos tenido, y a¨²n tenemos, una Universidad construida y gobernada seg¨²n la imagen del centralismo burocr¨¢tico, lo que si bien no ha producido el efecto de esterilizar a nuestra Universidad (la cual, en t¨¦rminos absolutos -pese a todo y si tomamos 1960 como punto de referencia- ha crecido en calidad e intensidad los ¨²ltimos a?os) s¨ª que ha producido el doloroso efecto de mantenerla en exceso de espaldas a las necesidades cient¨ªficas, econ¨®micas, administrativas, culturales, tecnol¨®gicas y jur¨ªdicas del pa¨ªs y, a la larga, ha adormecido e incluso ha mutilado el esp¨ªritu de ilusi¨®n en su tarea intelectual que la Universidad -pese a excepciones singulares- ha perdido.
Defectos propios
Mas al lado de los problemas extr¨ªnsecos a la Universidad, hemos de ser conscientes de que existen otros directamente procedentes de defectos de la propia Universidad, quiz¨¢ impuestos tambi¨¦n por el Estado y por la sociedad que la circundan. La Universidad debe colaborar al progreso en el saber (con su funci¨®n investigador a); la Universidad debe transmitir el saber y la ciencia (con su funci¨®n docente); la Universidad debe asumir la tarea de difundir la cultura (con su funci¨®n cultural), y, finalmente, la Universidad debe tambi¨¦n formar profesionales y ayudar al mejor conocimiento y realizaci¨®n de los problemas del pa¨ªs, Pues bien, todas estas tareas, la Universidad espa?ola no las realiza en condiciones ¨®ptimas. Ni mucho menos. Todas estas tareas y funciones deben realizarse teniendo en cuenta que estamos insertos en una sociedad concreta y propia del tiempo presente.
La Universidad hoy est¨¢ a¨²n conformada y sometida al clima que estaban vigentes en el r¨¦gimen franquista, porque a¨²n no ha reaccionado a un r¨¦gimen centralista y burocr¨¢tico impropio de un Estado y de una sociedad que han iniciado el cambio o la reforma. De ah¨ª le viene, en no escasa medida, parte de su actual desconcierto.
Precisamente por ello, es cada d¨ªa m¨¢s evidente que la Universidad no puede realizar ni sus tareas ni sus funciones de modo pretendidamente as¨¦ptico o burocr¨¢tico como era propio de la Universidad napole¨®nica, en la que se la consideraba como una simple dependencia de la Administraci¨®n p¨²blica y, por tanto, dependiente del poder pol¨ªtico. La Universidad tampoco puede realizar sus tareas y funciones sometida a una ideolog¨ªa exclusiva o a un partido pol¨ªtico ni soportando el sometimiento a una ideolog¨ªa o a los intereses de quienes en cada momento se apropien del poder pol¨ªtico.
La Universidad debe, pues, democratizarse, plante¨¢ndose de abajo hacia arriba sus propios problemas. Desde los profesores y los alumnos en debate autocr¨ªtico y abierto, sus propias dolencias y graves defectos. Todos. Desde la contrataci¨®n del profesorado, los planes y los m¨¦todos de estudio, los ex¨¢menes, la selectividad, sus ni veles de exigencia y responsabilidad, etc¨¦tera. Todo, absolutamente todo, est¨¢ hoy en crisis y debe cuestionarse por los propios universitarios.
Mas para ello, la Universidad debe cumplir sus tareas y funciones con autonom¨ªa y libertad. Es imprescindible que la Universidad pueda actuar dentro de un r¨¦gimen y de un derecho universitarios que, al menos, permitan tutelar los siguientes principios cardinales: el respeto a todas las ideolog¨ªas y concepciones democr¨¢ticas; el respeto absoluto de la raz¨®n y la libertad, como ¨²nicos condicionamientos a su funcionamiento cient¨ªfico; el respeto a su autonom¨ªa e independencia, que haga posible el estudio de la realidad pol¨ªtica, social y econ¨®mica que la rodea, de forma libre y cr¨ªtica, sin intromisiones externas de ning¨²n poder pol¨ªtico o econ¨®mico; el respeto que le permita funcionar para convertirla en motor de cambio y progreso social y no s¨®lo de cambio de sus propias estructuras internas, para poderse as¨ª proyectar desde todas sus funciones y tareas hacia la sociedad -nacional o regional que la circunda.
Significa todo lo anterior que la Universidad debe actuar dentro de un marco de libertad efectiva, tanto para sus profesores como para sus alumnos, para su personal no docente y en consecuencia, para toda la instituci¨®n universitaria. Mas como no hemos tenido estos principios ni estas libertades para la Universidad, para sus miembros ni para sus funciones, esta situaci¨®n, a lo largo de los ¨²ltimos a?os (al mismo tiempo que despertaba la sociedad espa?ola), ha sido causa de graves tensiones y problemas. Problemas y tensiones que, fundamentalmente, se inician por parte del movimiento estudiantil en 1956, cuando la Universidad comenz¨® a reivindicar la libertad que le era indispensable, raz¨®n por la cual el aparato del Estado redobl¨® de nuevo sus esfuerzos para controlar y dominar la potencial capacidad cr¨ªtica de la Universidad.
Para recobrar aquellos principios no bastar¨¢ la autonom¨ªa universitaria concedida desde arriba. Ser¨¢ necesario despertar de nuevo la conciencia universitaria, para lo cual ser¨ªa indispensable un debate abierto y cr¨ªtico de todas las universidades -entre sus profesores y alumnos- que se planteen a fondo.
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