La guerra del Sahara
EXISTE UNA l¨®gica de los hechos hist¨®ricos tal como existe una l¨®gica de las cosas. Y de esa l¨®gica de los sucesos no podr¨¢ separarse Espa?a en lo que ata?e al conflicto del Sahara. Espa?a fue la potencia europea que descoloniz¨® tarde y mal. Ya sabemos que este pa¨ªs, ducho en colonizaciones en cuatro continentes, ha sido el que de forma m¨¢s ingenua se ha retirado de sus colonias, dejando a Gran Breta?a y a Francia (y en menor medida a Estados Unidos) alzaprimarse con la patente intelectual de c¨®mo retirarse de un territorio dejando a sus espaldas unas ¨¦lites gobernantes comprensivas hacia la metr¨®poli y educadas en sus universidades, y no menos sutil control de la pol¨ªtica exterior de cada nueva naci¨®n y de la canalizaci¨®n de sus recursos en materias primas y fuentes de energ¨ªa.Es un secreto a voces que no fue nuestra carrera diplom¨¢tica la responsable de tama?os errores, que ahora pagamos. Instancias pol¨ªticas con la vista puesta antes en intereses de lobbies privados que en lo conveniente a la naci¨®n fueron las que manipularon en forma harto torpe las ¨²ltimas descolonizaciones realizad.as por Madrid: Ifni, Guinea y Sahara.
Pero en el tema del Sahara el Gobierno espa?ol no puede -ni ¨¦ste ni nung¨²n otro- aceptar chantajes morales. Son de conocimiento universal las circunstancias en las que se firmaron los Acuerdos de Madrid para la retrocesi¨®n del Sahara. Este pa¨ªs atravesaba el camino m¨¢s dificil de sus ¨²ltimos cuarenta a?os -la muerte del general Franco- y resultaba presa f¨¢cil para las potencias que quisieran medrar en el futuro saharaui. Cuando hasta las Naciones Unidas fueron y siguen siendo tan d¨¦biles y desinteresadas en este conflicto, es de mera justicia entender que en un determinado horario hist¨®rico Espa?a no pod¨ªa hacer otra cosa que evadirse con la mayor dignidad po¨¢ible de un presunto conflicto b¨¦lico con Marruecos que pudiera haber condicionado el tr¨¢nsito pol¨ªtico que ahora se teje en Espa?a.
De ese complejo de culpabilidad este pa¨ªs se debe desprender r¨¢pidamente y enfocar de forma realista el conflicto saharaui. La guerra del Sahara -no de otra cosa se trata- afecta a nuestra seguridad nacional y al equilibrio estrat¨¦gico de la zona. No es algo lejano a nuestra conciencia ni a nuestros intereses.
Por lo dem¨¢s, hay que establecer claramente la conciencia nacional de que las Canarias no son nada negociable, porque ni son ni han sido una colonia, sino una tierra de espa?oles. No cabe el chantaje diplom¨¢tico sobre las islas. Mucho menos debe admitirse la amenaza militar o terrorista. Cubillo y su MPAIAC, a menos que lo magnifiquen las autoridades argelinas por v¨ªa de presi¨®n o las propias espa?olas por v¨ªa de medrosidad, no son nada serio o responsable, o ligado verdaderamente al sentimiento de los peninsulares. Las presiones de Argelia por desestabilizar el archipi¨¦lago vienen motivadas por sus deseos de que Espa?a tome la iniciativa de patrocinar una conferencia internacional sobre el tema saharaui. Espa?a ya ha dicho que est¨¢ dispuesta a tomar parte en una conferencia as¨ª, pero no a convocarla, cuando el conflicto ya se ha internacionalizado en las Naciones Unidas. Debemos esforzamos por mantener buenas relaciones con un pa¨ªs como Argelia, pero los argelinos deben saber d¨®nde acaba el l¨ªmite de lo negociable.
No es justo que ahora, cuando otras potencias como Francia despliegan su influencia militar sobre la zona, se reclame a Espa?a como protagonista -y hasta culpable- de una historia en la que ya hemos perdido mucho dinero y poco tenemos que medrar. S¨®lo la defensa de la seguridad de nuestras fronteras obliga al Gobierno a intentar, a ultranza, el mantenimiento del equilibrio en el ¨¢rea y a imaginar soluciones v¨¢lidas ahora que a¨²n hay tiempo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.