Caliente... caliente...

La desbordante imaginaci¨®n del se?or Mas¨® no parece tener l¨ªmites. Sus pel¨ªculas anteriores -Experiencia prematrimonial, Un hombre como los dem¨¢s, Las adolescentes, La menor...- son buena prueba de ello. El en Madrid, e Ignacio F. Iquino en Barcelona, son los m¨¢ximos representantes del peor cine espa?ol, del cine que no se deber¨ªa hacer. Curiosamente, mientras sus pel¨ªculas se escudan en el m¨¢s rampl¨®n, retr¨®grado y mal entendido moralismo, ambos recurren al destape y alcanzan los l¨ªmites permisibles con una frecuencia s¨®lo equiparable a la del cine especializado.Como las anteriores producciones-realizaciones de Mas¨®, esta es una coproducci¨®n con viaje de uno de los pa¨ªses coproductores al otro a la mitad de la pel¨ªcula, cosa que uno empieza a dudar si tomar como un rasgo de estilo. La Coquito arranca en plan ex¨®tico: una chica baila en un antro de la Cuba de los a?os veinte abarrotado de mulatos que se agitan como chimpanc¨¦s en celo mientras ella canta: ?Saca, saca, saca... Mete, mete, mete... ? y cosas por el estilo. Posteriormente, la chica es rifada entre los asistentes, bajo la expectante y ambigua presencia de su madre-manager, personaje-clave de la pel¨ªcula, que tan pronto prohibe a la hija salir a dar un paseo por lo que pueda pasar, como la vende al mejor postor y que continuamente la obsequia -y Pos obsequia- con unas deliciosas conferencias sobre sicolog¨ªa y comportamiento masculinos. Entre rumbas y cupl¨¦s, transcurre la vida de nuestra artista, quien va ascendiendo de categor¨ªa y llega a la agitada Espa?a de los veinte, donde su ¨¦xito alcanza niveles de insulto nacional. La Coquito vivir¨¢ dos grandes amores: el de un decadente y caballeresco arist¨®crata de derechas y el de un exaltado estudiante socialista que a lo que m¨¢s recuerda es a los chicos del Preu, de la Tuna o de Bot¨®n de ancla.

Al final hay happy-end democr¨¢tico - con Franco no habr¨ªa sido as¨ª- y la chica se queda con el joven socialista.

En espera del pr¨®ximo desastre made in Mas¨®, s¨®lo me resta recomendar a las feminista que cuando se hallen bajas de fuerza moral o pasen por momentos de apat¨ªa vayan a ver La Coquito para recobrar las fuerzas y el ardor militante: pocas veces la pantalla nos hab¨ªa ofrecido un retrato femenino tan abracadabrantemente imb¨¦cil.