Planificaci¨®n energ¨¦tica y programas de ahorro
La evoluci¨®n y estabilidad de los pa¨ªses, en gran medida, est¨¢ condicionada hoy al contexto energ¨¦tico; por esta raz¨®n, numerosos Gobiernos han tendido hacia una pol¨ªtica de asegurar sus fuentes de aprovechamiento, incluso reservando estrat¨¦gicamente sus propios recursos para un futuro.El haber alcanzado en nuestro pa¨ªs un consumo per capita diario, pr¨®ximo a las 50.000 kcal/h (47.945, seg¨²n el CEE para el a?o 1975) exige unas m¨ªnimas garant¨ªas de abastecimiento y una diversificaci¨®n en las fuentes de aprovisionamiento.
Por cuestiones de ¨ªndole pol¨ªtica de sobra conocidas, Espa?a prefiri¨® vivir al margen de la crisis energ¨¦tica, producida por la multiplicaci¨®n de los precios del petr¨®leo en 1973, y los espa?oles c¨®modamente cre¨ªmos poder afrontar este aparente peque?o bache econ¨®mico disponiendo de nuestras reservas en oro y divisas acumuladas en a?os anteriores.
Pero el desequilibrio exterior y, concretamente, el d¨¦ficit de nuestra balanza energ¨¦tica, alcanzando el a?o 1976 una cota de 296.000 millones de pesetas, superado ya proporcionalmente en el primer semestre de este a?o con 151.069 millones, que supone un incremento del 8,81 %, ha permitido comprender que no siendo la ¨²nica, desde luego, es una de las causas principales de nuestra constante erosi¨®n e inestabilidad econ¨®mica actual. Nuestro autoabastecimiento es inferior al 30 % lo que justifica la preocupaci¨®n de nuestros Gobiernos de asegurar recursos exteriores. Nuestro consumo per capita, seis veces inferior al de pa¨ªses como Canad¨¢, Estados Unidos o Kuwait, no permite, en materia energ¨¦tica, la pol¨ªtica de apretarse el cintur¨®n; nuestra econom¨ªa exige el constante incremento de la tasa de consumo per capita de energ¨ªa.
Ha faltado una planificaci¨®n energ¨¦tica nacional a medio y largo plazo, que hoy parece que se inicia con los acuerdos de ¨ªndole energ¨¦tica incluidos en el pacto de la Moncloa. Esta falta de previsi¨®n ha creado situaciones singulares, como la recientemente sufrida en Madrid, por la que en espacio de tres a?os ha sido obligatorio el uso de tres combustibles l¨ªquidos diferentes para calefacciones e incluso usos industriales.
Por el contrario, una planificaci¨®n no deber¨¢ consistir en un programa salvaje de ahorro energ¨¦tico mediante la congelaci¨®n de los suministros de electricidad o incluso la contingentaci¨®n de los consumos energ¨¦ticos, ya que estas medidas podr¨ªan agravar la situaci¨®n econ¨®mica. Como bien se advierte en los acuerdos del pacto de la Moncloa, la situaci¨®n espa?ola se caracteriza por un ?consumo excesivo de energ¨ªa en relaci¨®n con el producto nacional bruto y la utilizaci¨®n poco racional de la energ¨ªa primaria ... ?. Lo cual no significa que debamos reducir la ya escasa-dotaci¨®n energ¨¦tica de cada espa?ol, ahorrar¨¢ ultranza tres o cuatro millones de toneladas de petr¨®leo; sino muy al contrario, incrementar e consumo per cap¨ªta, pero sobre todo aumentando la eficiencia t¨¦rmica de nuestro sistema econ¨®mico. En definitiva, necesitamos una planificaci¨®n- que, en previsi¨®n de un incremento en el consumo energ¨¦tico, permita un uso m¨¢s racional de la energ¨ªa.
Esta planificaci¨®n a largo plazo deber¨¢ incluir un an¨¢lisis de las energ¨ªas consumidas, esto es, de la calidad de la energ¨ªa requerida para cada servicio, programando energ¨ªas de menor valor a?adido para los procesos que requieran consumos de baja temperatura y haciendo uso de todas aquellas fuentes que hoy d¨ªa se desperdician, disip¨¢ndose en el ambiente e incrementando la entropia del medio.
No obstante, y en la armon¨ªa posible con una programaci¨®n a largo plazo, la situaci¨®n actual exige medidas de tipo operacional y medidas tecnol¨®gicas que permitan reducir paulatinamente nuestro d¨¦ficit energ¨¦tico exterior. Considerando que nuestra actual econom¨ªa de mercado no nos permite coartar o racionar el consumo, si no simplemente canalizarlo, a corto plazo podr¨ªa proponerse el abanico de m¨¦didas indicado en el cuadro adjunto:
Estimamos que cada sector exige medidas espec¨ªficas para alcanzar un uso racional de la energ¨ªa, pero el alcanzar una mayor eficiencia energ¨¦tica, particularmente en el sector industrial, no podr¨¢ conseguirse limit¨¢ndonos a medidas puramente tecnol¨®gicas que exijan una inspecci¨®n individual de cada caso por parte de la Administraci¨®n; ello exigir¨ªa una organizaci¨®n tan costosa, que el resultado final resultar¨ªa negativo para la comunidad. Unicamente mediante la aplicaci¨®n de un ordenamiento jur¨ªdico adecuado y con la intervenci¨®n del sistema fiscal podr¨¢ conseguirse una eficiencia energ¨¦tica rentable. Existe, pues, la paradoja de que la problem¨¢tica energ¨¦tica, antes que tecnol¨®gica, o incluso log¨ªstica, tiene una soluci¨®n jur¨ªdica y fiscal.
En nuestro pa¨ªs ha existido tradicionalmente una fiscalidad orientada, en gran parte, hacia los consumos energ¨¦ticos, como lo atestiguan las antiguas regal¨ªas que con anterioridad a 1850 inclu¨ªan ya una imposici¨®n sobre las minas o el impuesto sobre los consumos de petr¨®leo, carburo, de calcio, energ¨ªa el¨¦ctrica y gas destinado al alumbrado, tanto privado como p¨²blico.
En el entendimiento de los pr¨®ximos a?os no ser¨¢n posibles grandes cambios en las opciones energ¨¦ticas, por lo que ¨²nicamente la incidencia del factor de escala y de desarrollo tecnol¨®gico modificar¨¢n el mercado actual, el equilibrio de nuestra balanza energ¨¦tica podr¨ªa enfocarse como una problem¨¢tica exclusivamente jur¨ªdica que permita la adopci¨®n de soluciones hoy d¨ªa no rentables.
En la actualidad se estima que el factor de escala har¨¢ rentable la utilizaci¨®n de c¨¦lulas fotovolta¨ªcas en el a?o 1985. ?Cu¨¢ntos a?os se podr¨ªan adelantar mediante unas disposiciones que hicieran m¨¢s sugestiva su utilizaci¨®n al usuario?
Un r¨¦gimen jur¨ªdico apropiado y una organizaci¨®n administrativa oportuna, bien podr¨ªan permitir en nuestra naci¨®n la inversi¨®n de nuestra situaci¨®n energ¨¦tica a medio plazo. De tal forma que, tras una planificaci¨®n energ¨¦tica integral, se propusieran disposiciones que hicieran sugestivo al usuario el ahorro de la energ¨ªa o el aprovechamiento de nuevas fijentes adelantando los horizontes de rentabilidad, permitiendo la evoluci¨®n acelerada de los coeficientes de escala, creando l¨ªneas de cr¨¦dito especiales, permitiendo beneficios fiscales concretos, o deducciones en el impuesto sobre la renta de las personas f¨ªsicas, etc¨¦tera
Entendemos que, adem¨¢s de un tratamiento puramente log¨ªstico y tecnol¨®gico, existe una problem¨¢tica energ¨¦tica perfectamente jur¨ªdica, fiscal y econ¨®mica. Abogamos por un sistema tributario en el que, salvo en los casos de comprobaci¨®n directa, la estimaci¨®n de las bases de las empresas fabriles podr¨ªa determinarse mediante un sistema indiciario basado en el consumo de energ¨ªa. Un sistema fiscal basado en una autoliquidaci¨®n en funci¨®n del ¨ªndice sectorial de consumo de energ¨ªa favorecer¨ªa el autocontrol del ahorro y gravar¨ªa la disipaci¨®n innecesaria de energ¨ªa.
Si no se consideran estas premisas en la planificaci¨®n energ¨¦tica de la naci¨®n, las fuentes alternativas propuestas en el enunciado del pacto de la Moncloa no podr¨¢n tener una realidad econ¨®mica, ya que nos en contramos dentro de un c¨ªrculo vicioso tal, que, al incrementarse el coste de la energ¨ªa, se incrementa el coste de explotaci¨®n de esas fuentes alternativas.
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