Existe un mercado negro de la vivienda en los barrios perif¨¦ricos
En toda la zona de San Blas, la promoci¨®n m¨¢s importante de viviendas oficiales construida por la Obra Sindical del Hogar de Madrid, cada parcela dispone de alg¨²n agente de ventas que centraliza las ofertas y demandas. Curiosamente, suelen ser mujeres de cierta edad, viudas en muchos casos. Cualquier padre de familia numerosa, o alg¨²n joven reci¨¦n casado que no quiere aguantar m¨¢s el vivir hacinado con su familia en casa de sus padres, puede contactar con do?a Isabel o do?a Dolores, entre otras. Ellas les proporcionar¨¢n uno de las decenas de pisos que est¨¢n a punto de quedar vac¨ªos. Tendr¨¢n que pagarles una cantidad que oscila por lo general entre las 100.000 y las 200.000 pesetas, y es posible que les tranquilice con la promesa de que ?un amigo m¨ªo del Ministerio les arreglar¨¢ los papeles para que el piso figure a su nombre?, promesa que hasta ahora no hay constancia de que se haya cumplido nunca.Por supuesto, el comprador no dispone de recibo alguno que pueda comprometer al agente, y tendr¨¢n que pasar algunos meses para que se vaya desvaneciendo el miedo a que se descubra el pastel. Cosa que tampoco ha ocurrido nunca, aunque tal vez el cobrador de la Obra Sindical del Hogar, que todos los meses se acerca a pasar el recibo mensual, advierta una cara nueva que sustituye a la del antiguo inquilino.
En realidad los riesgos no son demasiado grandes. Es proverbial la incapacidad de los administradores de la Obra Sindical en el control de sus administrados. El comprador ha pagado en total 400.000 o tal vez 700.000 pesetas, pero se ha evitado acudir peri¨®dicamente durante a?os a la ventanilla del Ministerio, s¨®lo para recibir la eterna respuesta de ?ahora no hay pisos, tal vez en la nueva promoci¨®n que se construye en el pueblo tal?... A partir de la compra pagar¨¢ apenas trescientas pesetas, cuota mensual que se abona a la Obra Sindical en concepto de mensualidad y de mantenimiento.
Hay un pacto t¨¢cito de silencio alrededor de estas operaciones. Incluso alg¨²n comprador con el que hemos hablado, localizado a trav¨¦s de vecinos o conocidos en el barrio, niega rotundamente conocer a do?a Isabel o cualquier otra. Son sus vecinos los que se justifican por ¨¦l: ?En Madrid hay que meterse en alg¨²n sitio como sea.?
Las viviendas de la Obra Sindical o del Ministerio son las piezas m¨¢s solicitadas y las que alcanzan mayor precio. Por algo tienen sus tres habitaciones, cocina, servicio y una min¨²scula terraza. Pero el fen¨®meno se repite a niveles m¨¢s bajos. En la UVA de Vallecas se mantienen in pie 1.200 barracones prefabricados construidos provisionalmente desde hace catorce a?os. Sus dimensiones alcanzan los sesenta y setenta metros cuadrados, con dos, tres y cuatro dormitorios, m¨¢s o menos peque?os. Las mujeres han adornado sus fachadas con macetas de plantas diversas, y vistas desde el exterior tienen un aspecto limpio, aunque las paredes y techos apenas si tiene cinco cent¨ªmetros de espesor y est¨¢n todos carcomidos por la humedad.
Un hombre joven, cercano a la treintena, casado y con una ni?a de profesi¨®n carpintero, ha comprado una de ellas por 150.000 pesetas, apenas hace unos meses Desde entonces no duerme tranquilo. El Ministerio promulg¨® una especie de amnist¨ªa el a?o pasado por la que se legalizaba la situaci¨®n de todos los ocupantes de viviendas que lo hubieran hecho hasta entonces, tanto por el sistema de la patada a la puerta como por la compra o el alquiler. Pero desde entonces la actitud ministerial es no reconocer a otros inquilinos que no sean los que figuren en el contrato legal, lo que significa que cuando derriben la UVA para alojarlos en otra promoci¨®n, se quedar¨¢n sin casa y sin dinero.
Por si a alguien le interesa, podemos anunciar que ahora mismo otro inquilino legal, propietario de dos autobuses de viajeros con los que se gana la vida bastante bien, vende su barrac¨®n prefabricado por la m¨®dica suma de 300.000 pesetas.
El administrador de la UVA, un veterano falangista apellidado Hern¨¢ndez, m¨¢s de cinco a?os como delegado del Ministerio, tampoco parece enterarse de estos cambalaches, aunque la asociaci¨®n de vecinos instalada en el barrio sostiene que s¨ª, ?pero para qu¨¦ se va a molestar?.
Tal vez las personas que mejor conozcan toda la picaresca que rodea este asunto sean los habitante de los n¨²cleos de chabolas e infraviviendas de la zona sur de Madrid. Ellos han estado presentes en todo el proceso, desde los a?os en que las levantaron clandestinamente, pasando por las irregularidades en las adjudicaciones de pisos de las primeras promociones oficiales, hasta hoy, en que ya de forma organizada luchan por conseguir una remodelaci¨®n que proporcione casas decentes para todos, y elimine as¨ª la necesidad de la soluci¨®n individual, del s¨¢lvese quien pueda.
Los vecinos de Orcasitas, puede que por no estar pose¨ªdos de ese complejo de culpabilidad de los ilegales, son m¨¢s expl¨ªcitos. Cuentan hechos conocidos por todos, pero de los que no existen pruebas El caso de un delegado del Ministerio en la zona, que por una determinada cantidad, seg¨²n la ¨¦poca en que se hiciera, te adjudicaba directamente alg¨²n piso oficial, ?sin tanto rollo de solicitudes, p¨®lizas y dem¨¢s?. Funcionarios muy adictos al R¨¦gimen, en el mismo Orcasitas, o en Villaverde Alto, eran piezas de todo un sistema de manga ancha, de lograr un peque?o beneficio personal a costa de la magna obra social.
El sistema no funcion¨® para todos. Entre la entrega del dinero al benefactor y la adjudicaci¨®n del piso pod¨ªan pasar algunos meses, y en ese tiempo a veces cambiaba la situaci¨®n pol¨ªtica con la consiguiente desaparici¨®n de funcionarios clave. Ramiro Cano, actual habitante de una chabola en Hormigueras, a¨²n recuerda las 50.000 pesetas que entreg¨® hace a?os sin recibo y que perdi¨® por este motivo.
Un hecho sintom¨¢tico de la puesta en el mercado negro de viviendas de estos a?os lo constituye el caso del Poblado de Absorci¨®n de Orcasitas, m¨¢s conocido por Orcasur. Los chabolistas fueron expropiados hace m¨¢s de quince a?os, con la promesa de que se les iba a realojar en pisos nuevos del Ministerio. Efectivamente, los pisos se construyeron, y algunos de los chabolistas figuran como adjudicatarios de los inismos, sin que en realidad los hayan ocupado nunca. La sorpresa de estas familias se produjo cuando fueron al Ministerio a enterarse de su situaci¨®n, y supieron que eran flamantes propietarios de unos pisos que no llegaron a ver. Lo que se desconoce hasta hoy, es en base a qu¨¦ sistema se adjudicaron a sus inquilinos reales.
La corrupci¨®n administrativa tiene un paralelo en la picaresca de los particulares. Una chabola del Rancho del Cordob¨¦s, cuarenta metros por t¨¦rmino medio, sin servicios, llena d¨¦ humedades y rodeada de barro, puede venderse en unas 70.000 pesetas. Muchos no lo hacen y prefieren conservarlas cerradas, aunque no las ocupen desde hace tiempo, a la espera de que el Ministerio les proporcione otro piso en a?os pr¨®ximos. Eso en cuanto a barrios donde no hay perspectiva de remodelaci¨®n a corto plazo. En otros, como la meseta de Orcasitas, con un plan parcial ya aprobado, nadie vende su casa actual. Saben que el ser titular les valdr¨¢ dentro de poco la adjudicaci¨®n de una nueva vivienda, que luego tal vez ocupen o que vendan o alquilen a los pocos meses. Existen tambi¨¦n propietarios que ya cobraron a la Administraci¨®n el precio de la expropiaci¨®n, pero que como ¨¦sta no se molest¨® en tirarlas, las han vuelto a alquilar o a vender.
Todo este ambiente hay que entenderlo en su contexto. Hace unos a?os, y a¨²n hoy, el sue?o de cualquier familia de pocos recursos econ¨®micos era conseguir una vivienda como fuera. No importaba lo que hubiera que hacer o las complicaciones a asumir. Y pocos escrupulos a los vecinos pod¨ªa pedir una administraci¨®n que era la primera en indicarles el camino a seguir.
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