Ingeniosidades her¨¢ldicas
Es frecuente observar en la vida c¨®mo hechos al parecer intrascendentes y con valor simplemente anecd¨®tico que responden a motivaciones m¨¢s hondas y constituyen un exponente en apariencia superficial de planteamientos de mucha mayor trascendencia.Quien se asome como mero espectador o tal vez como simple turista a los salones y dependencias que ocupan los actuales cuerpos colegisladores, o se: limite que es lo que a m¨ª me ocurre a examinar la amplia informaci¨®n gr¨¢fica facilitada por los medios de comunicaci¨®n social, podr¨¢ observar detalles dignos de ser presentados con el relieve que merecen.
En el puesto de honor del Congreso de los Diputados, bajo el dosel que ocupa el testero del sal¨®n, detr¨¢s del sill¨®n presidencial, estuvo siempre el escudo de Espa?a, con la corona real en tiempos de la. Monarqu¨ªa, con la corona mural en el r¨¦gimen republicano y con los aditamentos impuestos despu¨¦s, por el falangismo. En la actualidad, su lugar lo ocupa un tapiz. Tapiz magn¨ªfico, por cierto, de terciopelo rojo, bordado en oro y sedas de colores, regalo de las islas Filipinas a Isabel II. El tapiz -salvo el per¨ªodo en que bajo la presidencia de don Esteban Bilbao estuvo colgado en el llamado Sal¨®n de Conferencias- se conservaba en una caja de acero y solamente se utilizaba para cubrir el estrado que sol¨ªa montarse en los actos de apertura solemne de las Cortes o de la jura o promesa de los jefes de Estado. Fue Aza?a quien pis¨®, por ¨²ltima vez, en tal solemnidad, el soberbio tapiz que hoy sirve de pieza emblem¨¢tica en la presidencia del Congreso. El escudo de Espa?a -el del r¨¦gimen franquista, levemente retocado en detalles muy secundarios, por el reglamento de banderas, estandartes, guiones, insignias y distintivos de 21 de enero de 1977figura s¨®lo con el peque?o tama?o que le corresponde en el respaldo del sill¨®n presidencial. El extraordinario relieve f¨ªsico del se?or Alvarez de Miranda vela a los ojos del gran p¨²blico el emblema de un pasado que se mantiene, sin perjuicio de condenarlo de palabra, y aunque sea relegado a un discret¨ªsimo segundo o tercer plano.
En el Senado, la soluci¨®n ha sido m¨¢s radical. En el lugar preferente figur¨¦ siempre el escudo de Espa?a con las variantes impuestas por el cambio de los acontecimientos. Ahora campea llamativo un tapiz, mucho me nos rico que el del Congreso, que tiene pura y simplemente como emblema una gran S rampante, con la corona real. ?Qu¨¦ quiere decir la S? ?Sumisi¨®n? ?Sencillez? ?Segunda divisi¨®n? No me atrevo a opinar. Ser¨ªa bueno que nos, descifrase el enigma una comisi¨®n mixta de constitucionalistas improvisados y de peritos en her¨¢ldica, es decir, uno de esos ¨®rganos de negociaci¨®n o de ganar tiempo, a que tan aficionado es el se?or Su¨¢rez.
El cambio de s¨ªmbolos no se limita al escamoteo del escudo, sino que adquiere proporciones muy amplias.
En el despacho del Congreso de los Diputados, figur¨® desde .tiempo inmemorial un magn¨ªfico crucifijo de marfil. El presidente de las Cortes Constituyentes de la Rep¨²blica, don Juli¨¢n Besteiro, no quiso tocarlo. Como el se?or Largo Caballero le hiciera una indicaci¨®n desaprobatoria, aquel gran se?or, que fue el mejor presidente parlamentario de los ¨²ltimos cincuenta a?os, le contest¨® que conservaba el crucifijo por ser una gran obra de arte y por que era un s¨ªmbolo que a ¨¦l no le molestaba. ?Y no hay que olvidar el sectarismo de la mayor¨ªa de las Constituyentes! Despu¨¦s de las elecciones de junio, el presidente de las Cortes, don Antonio Hern¨¢ndez Gil -que sigue ocupando ese despacho y que fue siempre hombre moderado y comprensivo quit¨® el crucifijo tal vez por temor a reacciones de determinados ne¨®fitos de la democracia. Ni afirmo, ni niego que fuera por ese motivo. Me limito a apuntar la posibilidad. En cambio, la justicia me obliga a decir que el nuevo presidente del Congreso, se?or Alvarez de Miranda, se apresur¨® a colocar en el despacho menos suntuoso al que le han relegado, un crucifijo de plata, que creo que fue el que presidi¨® la ceremonia de la jura de don Juan Carlos I.
Parecidas vacilaciones y con tradiciones se observan en relaci¨®n con otros s¨ªmbolos y elementos decorativos, eliminados en el palacio de la Carrera de San Jer¨®nimo, en la ¨¦poca del autoritarismo franquista por representar personajes tachados de libera les y masones, tal como ocurri¨® con los bustos de Castelar, Sagasta, Arg¨¹elles, Cristino Martos y Besteiro. Algunos comenzaron a hacer una t¨ªmida aparici¨®n por pasillos y salones en tiempo, seg¨²n creo recordar, del se?or Rodr¨ªguez de Valc¨¢rcel; pero todav¨ªa destacan varios en el sal¨®n de sesiones, los medallones y placas de m¨¢rmol, que recordaban las figuras de C¨¢novas, Canalejas, Dato, el marqu¨¦s del Duero, Azc¨¢rraga, L¨®pez- Dom¨ªnguez y Montero R¨ªos.
Lo que subsiste a la vista de todo el p¨²blico es el letrero de ?Cortes Espa?olas? que campea en el frontispicio del Palacio del Congreso. Residuo del r¨¦gimen franquista, que ya no tiene raz¨®n de ser desde el momento en que el Senado ha pasada a ocupar su tradicional palacio. A no ser que se crea causa bastante de esa supervivencia el hecho de que en el edificio del Congreso est¨¢ todav¨ªa instalado el titulado ?presidente de las Cortes?, que con los del Congreso. y del Senado constituyen una de las m¨¢s originales creaciones del derecho constitucional que no me atrevo a llamar trilog¨ªa, por respeto a la tragedia griega, ni tr¨ªptico, porque me parece poco ornamental.
Se dir¨¢, y reconozco que con cierta apariencia de raz¨®n, que se trata de peque?eces, sobre todo, si se comparan con los grandes problemas que el pa¨ªs tiene planteados.
Me permito discrepar de esa opini¨®n. Estos detalles, y otros m¨¢s que pudieran citarse, revelan claramente las vacilaciones, los temores, la falta de criterios firmes que caracterizan a la actual situaci¨®n pol¨ªtica.
Del mismo modo que los grandes problemas se atacan, en general, con paliativos y habilidades dilatorias, se aplican, a las peque?as cuestiones, los emolientes caseros, los criterios contradictorios, las f¨®rmulas m¨¢s o menos felices que aplazan el momento de las resoluciones inevitables.
Se ha abierto el camino a la democracia y justo es decir que con resultados positivos en varios puntos; pero se mantienen los rigores formales y las deformaciones mentales del franquismo, y no hay la suficiente decisi¨®n para restablecer s¨ªmbolos del pasado que pudieran herir la susceptibilidad dictatorial de los supervivientes del pasado o la virginidad democr¨¢tica de los nuevos defensores de la libertad.
Reconozco que la prudencia y el tacto son m¨¢s necesarios que nunca, cuando se trata de per¨ªodos de transici¨®n, sobre todo, si es un estrecho paso entre un sistema f¨¦rreo, de varias decenas y un r¨¦gimen cuyos organismos deben estar permanentemente expuestos al viento tonificador de la contradicci¨®n y de la cr¨ªtica. Pero, no hay prudencia que justifique la supervivencia del esp¨ªritu de un pasado que se trata de reemplazar y la imitaci¨®n de sus instituciones, en la estructuraci¨®n y el funcionamiento de las nuevas. Otro d¨ªa habr¨¢ ocasi¨®n de examinar este problema.Las originalidades her¨¢ldicas, al poner y quitar s¨ªmbolos y retocar medrosamente escudos y emblemas, tiene un significado mucho m¨¢s profundo de lo que a primera vista pudiera parecer.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.