Un invento que perdura

Como un invento, un modelo, una historia que cada a?o se renueva y perfecciona, este nuevo James Bond nos ofrece, tras sus ¨²ltimas ediciones, una versi¨®n m¨¢s atractiva a¨²n, m¨¢s lujosa y sofisticada, para amantes de este tipo de relatos. Este d¨¦cimo cap¨ªtulo del conocido agente tiene poco que ver con el cine como arte sino es desde del prisma del relato fant¨¢stico, con Melies y sus disc¨ªpulos, creadores de pirotecnias, trucos y escenarios especiales con los que hacer so?ar o sorprender a sus espectadores.Dirigido por Lewis Gilbert, no siempre afortunado en parecidos y anteriores cometidos, esta vez sale airoso de su empe?o quiz¨¢ porque acertaron sus colaboradores, ya que se trata de una obra, por as¨ª decirlo, colectiva como tantos productos que hoy se nos ofrecen, como la actual arquitectura, el Concorde o las victorias de F¨®rmula I. En ellas s¨®lo el equipo cuenta, apenas existe un creador individual y poco m¨¢s o menos, apuntan a un p¨²blico que suele reducir a muy simples cotas su demanda de creaci¨®n hasta llegar al simple entretenimiento.

En tal tipo de trabajos resulta dif¨ªcil distinguir al verdadero protagonista. Podr¨ªa ser el director de la orquesta, de este fant¨¢stico recital de millones, los guionistas que han inventado de su cosecha particular la aventura, a partir de un t¨ªtulo y un nombre, el actor, Roger Moore o Ken Adam, especialista en trucos o, por parecidas razones, el paisaje de los diversos continentes donde el filme se ha rodado.

Afirmaba Fleming -agente de Bolsa en tiempos de paz y agente especial en tiempos de guerra- que sus historias iban m¨¢s all¨¢ de lo probable pero no m¨¢s all¨¢ de lo posible y as¨ª, el gran ¨¦xito de estas pel¨ªculas, nacidas de sus libros, reside, sobre todo, en el hecho de ofrecemos toda una serie de inventos y sugestiones a medias entre lo que la t¨¦cnica de hoy, nos da y lo que el d¨ªa de ma?ana puede ofrecemos.

En casos parecidos la ciencia suele ahogar al relato; no sucede as¨ª en esta ocasi¨®n, lo que hay que agradecer a Christopher Wood y Richard Maibaum, muy bien identificados con la mitolog¨ªa de Ian Fleming. As¨ª, esta ¨²ltima aventura con su reino bajo el mar, como un nuevo capit¨¢n Nemo a lo Julio Verne, se revela mejor que las precedentes, m¨¢ dotada de medios, lo que es m¨¢s importante, de invenci¨®n y fantas¨ªa. Sin embargo, en otros empe?os de parecida categor¨ªa siempre hab¨ªa un peque?o hueco, un momento especial, reservado a hacernos comprender la idea, o, mejor, la raz¨®n que los mov¨ªa, que empujaba a sus inventos complicados y sus elementales mu?ecos. Aqu¨ª tal motivo no aparece.

Es una historia de aventuras a lo siglo XX en la que se nos ofrece algo as¨ª como la versi¨®n entre ir¨®nica y desenfadada, una posible colaboraci¨®n sovi¨¦tico-americana gracias a la cual, dos agentes secretos corren los riesgos acostumbrados -amor incluido- rodeados de juguetes para adultos en un ambiente de juegos artificiales.