Unidad pol¨ªtica ante el Sahara
A PETICION propia, el rey Hassan II de Marruecos fue invitado a Espa?a en visita privada para participar en una cacer¨ªa de faisanes, que estuvo a punto de ser suspendida por la lluvia. La llegada a Madrid del monarca alauita incluy¨® todos los ingredientes de una operaci¨®n pol¨ªtica impuesta por Rabat y cort¨¦smente acogida en la capital espa?ola por ser el invitado un jefe de Estado, y el pueblo de Marruecos, vecino y amigo del espa?ol.La crisis del Sahara occidental apareci¨®, una vez m¨¢s, como tel¨®n de fondo de este viaje, con el que el monarca alauita intentaba consolidar un poco m¨¢s sus posiciones y culminar la amplia operaci¨®n que Marruecos ha lanzado sobre la opini¨®n p¨²blica espa?ola en favor del mantenimiento del acuerdo tripartito de Madrid, de sus secuelas en materia de pesca y con la esperanza de que la Administraci¨®n espa?ola renuncie o se olvide de la autodeterminaci¨®n del pueblo saharaui (inscrita en la Declaraci¨®n de Madrid y recogida en la resoluci¨®n 3458 de las Naciones Unidas).
Hassan II ha sabido escoger -como ya lo hizo con la marcha verde- el momento propicio: retirada de embajadores entre Argel y Madrid; proximidad de las reuniones de la OUA; reciente convocatoria a informar al Congreso de protagonistas directos del abandono del Sahara; viaje del conde de Barcelona a Tr¨ªpoli y espectacular doblete diplom¨¢tico al Este y al Oeste, con un magno contrato de venta de fosfatos a la URSS y luz verde de EEUU para facilitar a Marruecos aviones militares.
El monarca marroqu¨ª, con esta visita, ha querido presentarse como hombre fuerte de la crisis, y ha llevado su apuesta a los propios salones del palacio de La Zarzuela, donde, en privada conversaci¨®n con el presidente Adolfo Su¨¢rez, elev¨® su jugada al m¨¢ximo de su firmeza, llegando a rozar la cr¨ªtica al r¨¦gimen espa?ol, recibiendo la r¨¦plica seria y contundente del presidente, se?or Su¨¢rez.
Hassan II presume de la estabilidad en un trono que ha sido v¨ªctima de zarandeos y de atentados, y que se juega, precisamente en la cuesti¨®n del Sahara, su pervivencia. Por ello, y no por otras razones, el monarca alauita viene a Madrid y coloca, de cuando en cuando, en sitial visible, el chantaje sobre el futuro de Ceuta y Melilla, ahora que la corrupci¨®n utilizada en a?os del franquismo tiene pocos visos de prosperar. Este argumento, y no la pretendida soberan¨ªa del Sahara, es la clave de las continuas operaciones pol¨ªticas del monarca en torno a la crisis de este territorio.
El presidente Su¨¢rez parece haber roto el encanto moro de la ofensiva de Rabat. Y ello ocurr¨ªa mientras Felipe Gonz¨¢lez, en Argel, deshac¨ªa, con buenas maneras, el nudo hispano-argelino que bloqueaba la absurda emisora de Antonio Cubillo. Estos son dos hechos significativos que pueden ser importantes si se convierten en presagio de una pol¨ªtica exterior del Estado espa?ol, en la que deben estar implicados Gobierno y Oposici¨®n, y en la que no caben chantajes ni amenazas, y, mucho menos, la creencia continua en el espectro de los supergrandes, hoy sumidos, por ejemplo, en operaciones de compra y venta en el mercado oficial marroqu¨ª.
Una pol¨ªtica exterior que hoy, acomplejada y pendiente m¨¢s del juego de intereses ajenos a nuestras fronteras que de los propios, tiene su tal¨®n de Aquiles en la crisis del Sahara, fruto y responsabilidad de Espa?a, a pesar de que la legitimidad de sus primeros responsables nunca fue real.
Es un hecho que ?Espa?a puso t¨¦rmino definitivo a sus responsabilidades y a su presencia en eI territorio del Sahara en 1976?, como declar¨® Marcelino Oreja ante la Asamblea General de la ONU, y en ello tenemos ganada la partida a Rabat, que no consigue poner fin al conflicto armado de la zona. Pero tambi¨¦n es realidad, y el ministro espa?ol as¨ª lo confirm¨® ante el Congreso, que Espa?a no ha cedido la soberan¨ªa del Sahara a sus actuales administradores, Marruecos y Mauritania, de la misma manera que tampoco renunci¨® a la autodeterminaci¨®n del pueblo saharaui, que la ONU y la OUA deben propiciar lo antes posible. En esto coinciden Gobierno y Oposici¨®n, y en la materializaci¨®n de dicha autodeterminaci¨®n debe instalarse la acci¨®n exterior del Estado, sin dudas y por encima de toda c¨¢bala.
Gobierno y Oposici¨®n deben negociar y coordinar su acci¨®n exterior en esta cuesti¨®n, que constituye la mayor preocupaci¨®n externa del Estado, sin dejar de lado temas tan importantes como lo son el futuro de Ceuta y Melilla y la situaci¨®n de los pescadores mediterr¨¢neos espa?oles. Gobierno y Oposici¨®n deben de encontrar un compromiso que, sobre todo, no puede poner en entredicho la independencia de nuestra pol¨ªtica exterior como contrapunto de la te¨®rica y legal ?ausencia de responsabilidades? en la zona. Sin este compromiso, en el que desde luego, debe de incluirse la cancelaci¨®n de todo tipo de entregas de material militar a Marruecos y Mauritania (aunque haya sido inscrita en contratos anteriores a las elecciones del pasado 15 de junio), la pol¨ªtica exterior de Espa?a no habr¨¢ conseguido levantar el vuelo. Al contrario, permanecer¨¢ sumida en la dependencia externa que la caracteriza y que fue la constante del pasado r¨¦gimen.
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