Gr¨²a y democracia
Ante mi portal, hace pocos d¨ªas, estaba empezando a levantar la gr¨²a un taxi; en ese momento llega corriendo el ya anciano taxista, anciano porque ven¨ªa de arreglar los papeles para su jubilaci¨®n. Entre s¨²plicas y m¨¢s s¨²plicas no consigui¨® m¨¢s que encrespar al agente femenino, ya de mal talante. ?O paga las 2.000 pesetas o se lo llevamos.?Como ciudadano imparcial, tercio diciendo que con pagar la multa de mal aparcado, aunque no estorbaba a nadie, ser¨ªa suficiente. Cu¨¢l no ser¨ªa mi asombro, que el agente me contesta que ?as¨ª era la ley? Le contesto que me parec¨ªa un robo legal. La contestaci¨®n del agente no se hizo esperar: ?S¨ª, de un robo mandado por la autoridad.? ?Es usted un agente del robo en este caso?; se dio media vuelta y se alej¨®. El jubilado taxista tuvo que pagar arespacochagamente.
Estos mil abusos se est¨¢n cometiendo cada hora con los ciudadanos madrile?os, y son consecuencia no de agentes a veces infravalorados, sino de las estructuras autoritarias y no representativas que han conducido a una situaci¨®n de un¨¢nime censura -es vox populi- como la actuaci¨®n de las concesionarias de la gr¨²a. Con los costes de la gr¨²a se hubiera hecho una gran campa?a de educaci¨®n c¨ªvica, se hubiera planificado el aparcamiento y se hubieran retirado las miles de se?ales que fueron puestas, hace a?os, a petici¨®n de muchos caciques y caprichos.
Pienso que el aparcar bien y donde no se moleste es un deber c¨ªvico, pero... ?si no hay m¨¢s que se?ales de prohibido!
Pienso, como la mayor¨ªa madrile?a, que no hay m¨¢s soluci¨®n que una gesti¨®n democr¨¢tica en los asuntos del Ayuntamiento y municipales cuanto antes: esto supondr¨ªa contar con el pueblo, porque, en definitiva, es quien cumplir¨¢ las normas que dicte el Ayuntamiento.
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