Necesidad de una did¨¢ctica nueva
Cinco preguntas y cinco respuestas. Para formular cada una de ¨¦stas, doce lecciones bien cuidadas, a cargo de los docentes que en cada Universidad sean m¨¢s id¨®neos para el caso y regularmente extendidas desde octubre hasta julio. Una sola de tales respuestas, por tanto, s¨®lo doce lecciones durante cada a?o escolar: nadie dir¨¢, que ser¨ªa abrumadora la tarea de escucharlas. Un curso distinto en cada Escuela profesional, no la acumulaci¨®n de todos los alumnos universitarios en un studium generale. Voluntariedad de la asistencia a ¨¦l para el com¨²n de los alumnos, car¨¢cter obligatorio de dicha asistencia -con prueba final y el certificado o diploma correspondiente- para todos los que dentro de la Facultad aspiren a niveles de formaci¨®n y actividad superiores al de las escuelas profesionales. Orientaci¨®n de la ense?anza -puesto que puede ser distinto el signo de la respuesta a cada una de las cuestiones antes enunciadas: actitudes mentales cristiana, marxista, agn¨®stica, etc¨¦tera- leal y libremente atenida, seg¨²n las posibilidades del expositor, a la pluralidad ideol¨®gica del mundo en que vivimos. A quien durante cinco a?os haya o¨ªdo esta serie de lecciones, a quien por a?adidura haya le¨ªdo libros en que esos cinco temas sean brevemente expuestos -los hay, desde luego, en la bibliograf¨ªa universal-, ?podr¨ªa neg¨¢rsele la consideraci¨®n de ?hombre universitariamente culto??Doy el nombre de formaci¨®n cultural por intensi¨®n -o en profundidad- a la que se adquiere indagando o contemplando c¨®mo el saber t¨¦cnico adquirido en una escuela profesional echa sus ra¨ªces en el sistema general de los saberes. Con otras palabras: c¨®mo ese saber t¨¦cnico viene a ser la concreci¨®n pragm¨¢tica y operativa de un saber teor¨¦tico, por tanto, filos¨®fico, y c¨®mo en consecuencia se integra en relaci¨®n unitaria con todos los dem¨¢s. Para hablar de lo que m¨¢s pr¨®ximamente me concierne en tanto que universitario, acudir¨¦ al ejemplo de la medicina. Es m¨¦dico el m¨¦dico cuando t¨¦cnicamente sabe ejecutar unas cuantas tareas muy concretas: diagnosticar, tratar y prevenir las enfermedades. La tekhne iatrik¨¦ de los griegos, la ars medica de los latinos, la ?medicina? de los modernos, es, ante todo, un ?saber hacer?. Ahora bien: este particular saber hacer llamado ?medicina?, ?acaso no presupone a modo de fundamento un ?puro saber? o, mejor, todo un conjunto de ?saberes puros? -qu¨¦ son las enfermedades y el enfermar, qu¨¦ es el hombre en tanto que realidad enfermable y sanable, qu¨¦ es la curaci¨®n, qu¨¦ es la muerte-, conjunto que, a su vez, nolens volens, obliga la pasar de la t¨¦cnica a la ciencia y de la ciencia a la filosof¨ªa? Y quien con alguna solvencia, aunque ¨¦sta sea elemental y m¨ªnima, sepa dar esos dos pasos, ?no es cierto que mostrar¨¢ ser hombre culto por intensi¨®n o en profundidad?
El problema consiste en saber c¨®mo hacerlo. M¨¢s precisamente, en hallar los cauces por los cuales puede lograrse que el alumno de una facultad universitaria y, dentro de ella, de una escuela profesional, adquiere en alguna medida este segundo modo de poseer la condici¨®n de hombre universitariamente culto. Muy pr¨®ximo a pensar que estoy predicando en el desierto, propondr¨¦ dos recursos para dar a ese menester did¨¢ctico una soluci¨®n hacedera: un r¨¢pido cambio de mentalidad en los docentes, cuando sus disciplinas sean muy acusadamente t¨¦cnicas, y una m¨®dica reforma de los actuales planes de estudio, cuando para ella haya lugar.
Consiste ese cambio de mentalidad en el h¨¢bito de ense?ar la disciplina propia teniendo vivas en la mente, -aparte la que debe ser primaria: conocer y transmitir bien esa disciplina- cinco preocupaciones intelectuales b¨¢sicas:
a) Preocupaci¨®n por el ?qu¨¦? de lo que se hace. El m¨¦dico no puede serlo universitariamente si adem¨¢s de interpretar un electrocardiograma y ordenar una cura insul¨ªnica no sabe con cierto rigor, acabo de apuntarlo, ?qu¨¦? son la salud, la enfermedad y la curaci¨®n, y en definitiva ?qu¨¦? es el hombre. Algo an¨¢logo cabr¨ªa decir de quienes cultiven otras t¨¦cnicas. Con lo cual la mente pasar¨¢ en profundidad del saber t¨¦cnico al saber filos¨®fico, a la filosof¨ªa que regionalmente corresponda a la materia expuesta: filosof¨ªa, de la Medicina, de la Arquitectura, del Derecho, de la F¨ªsica, etc¨¦tera.
b) Preocupaci¨®n por el ?para qu¨¦? de lo que se hace; un ?para qu¨¦? que por necesidad conducir¨¢ a un ?para qui¨¦n?, porque la vida humana es el t¨¦rmino intencional de todas las posibles actividades t¨¦cnicas, curar un enfermo, practicar un an¨¢lisis qu¨ªmico o explicar secundum artem la zoolog¨ªa. ?Qu¨¦ relaci¨®n hay entre lo que se hace y la vida del hombre? Respondiendo a esta pregunta, el saber t¨¦cnico conduce al saber antropol¨®gico, con todas las disciplinas en que ¨¦ste se despliega: fisiolog¨ªa, psicolog¨ªa, sociolog¨ªa, antropolog¨ªa cultural, antropolog¨ªa filos¨®fica.
c) Preocupaci¨®n, por la historia del saber t¨¦cnico en cuesti¨®n: c¨®mo a lo largo de los siglos comenz¨® a saberse y se ha ido sabiendo aquello que ahora se sabe. Cultivando con cierta exigencia lo concerniente a esta preocupaci¨®n, el saber t¨¦cnico se abre a un dominio rigurosamente human¨ªstico, el saber hist¨®rico: historia de la Medicina, de la Arquitectura, del Derecho, de la F¨ªsica, etc¨¦tera. A trav¨¦s de cada una de ellas aparecer¨¢ ante la mirada la general historia del hombre.
d) Preocupaci¨®n por la sucesiva representaci¨®n extrat¨¦cnica de aquello que t¨¦cnicamente se sabe y se hace: c¨®mo en el curso del tiempo ha sido art¨ªsticamente representada -artes pl¨¢sticas, artes literarias- la particular actividad a que uno se consagra. Desde este punto de vista contemplado, el saber t¨¦cnico lleva de la mano al saber art¨ªstico, al dominio del arte: medicina y arte, qu¨ªmica y arte, ciencia econ¨®mica y arte, etc¨¦tera.
e) Preocupaci¨®n por el modo como se dijo anta?o y se dice hoga?o a aquello que t¨¦cnicamente se sabe y se hace. Ahora, el saber t¨¦cnico nos descubre, incit¨¢ndonos a penetrar en ¨¦l, un mundo especialmente sugestivo, el de la palabra; el cual se relaciona primariamente con el que componen los varios saberes especiales y t¨¦cnicos por dos caminos distintos y complementarios: la nominaci¨®n directa de las cosas y de las actividades propias de esos saberes, y la nominaci¨®n metaf¨®rica o simb¨®lica de ellas. Expongamos a un anatomista la raz¨®n etimol¨®gica por la cual se llama ?atlas? a la primera v¨¦rtebra cervical; ?h¨ªgado?, a la v¨ªscera hep¨¢tica, ?pupila?, esto es, ?muchachita? o ?mu?equita?, en definitiva, ?ni?a del ojo?, al negro orificio del iris; contemos a un psic¨®logo o a un psiquiatra las vicisitudes morfol¨®gicas y sem¨¢nticas del t¨¦rmino ?melancol¨ªa?; a un terapeuta, las concernientes a la expresi¨®n ?medicamento cat¨¢rtico?; a un economista, la relaci¨®n etimol¨®gico-sem¨¢ntica entre el ?cheque? y el ?ajedrez? cuando a ¨¦ste se le nombra en ingl¨¦s o en franc¨¦s; a un ingeniero, lo que ?pont¨ªfice? signific¨® en la Roma pagana, y pas¨® a significar en la Roma cristiana... Cien ejemplos m¨¢s podr¨ªan citarse sin esfuerzo. Si el anatomista, el psiquiatra, el terapeuta, el economista y el ingeniero son algo m¨¢s que m¨¢quinas computadoras de su especialidad, ?dejar¨¢n de sentirse movidos a explorar con un m¨ªnimo rigor intelectual la relaci¨®n entre su ciencia particular y alguna parcela del saber filol¨®gico? Y, por otro lado, la expresi¨®n metaf¨®rica o simb¨®lica de la materia que t¨¦cnica y especializadamente cultive y ense?e el docente. ?Qu¨¦ inmenso y gustoso campo el que desde este punto de vista brindar¨¢ la diversa visi¨®n literaria de la casa, el templo o el mausoleo al arquitecto, de la sangre, el dolor, el sexo y la enfermedad al m¨¦dico, y as¨ª en. los dem¨¢s casos! El t¨¦cnico que por este camino se .mueva pasar¨¢ de su recortada parcela intelectual y operativa al mundo encantador del saber literario, y acaso m¨¢s all¨¢, s¨ª se decide a tomar en consideraci¨®n las actuales investigaciones mito l¨®gico- psicol¨®gicas -Jung, Ker¨¦ny, Bachelard, Mircea Eliade- en torno al sentido hist¨®rico y humano que la met¨¢fora y el s¨ªmbolo poseen.
Ped¨ªa yo un cambio de mentalidad en el profesor universitario. Propongo, en efecto, que a fuerza de conocer y amar su propia disciplina, m¨¢s a¨²n, operando desde ella, abra el docente su curiosidad y su inteligencia a la filosof¨ªa, las conexiones antropol¨®gicas, la historia, la expresi¨®n art¨ªstica y el lenguaje concernientes al saber que cotidianamente cultiva y ense?a. Si as¨ª lo hace, no s¨®lo ser¨¢ hombre culto ?por intensi¨®n?, tambi¨¦n contribuir¨¢ a que sus alumnos se animen y asomen a serlo. Pero esta ampliaci¨®n de la mentalidad profesoral y sus deseables consecuencias did¨¢cticas, no podr¨ªan ser satisfactoriamente alcanzadas sin el segundo de los expedientes que antes apunt¨¦: cierta peque?a reforma de los planes de estudios, si a ella ha lugar.
Desde que comenc¨¦ a pensar en el sentido acad¨¦mico de la materia que profeso, la Historia de la Medicina, adquir¨ª la convicci¨®n de que una facultad universitaria s¨®lo puede llegar a serlo plenamente si -como en la de Derecho es tradicional- sabe incorporar a su curriculum dos disciplinas de car¨¢cter fundamental: la ?historia de? y la ?filosof¨ªa de? los saberes propios de la facultad en cuesti¨®n. Historia de Derecho y Filosof¨ªa del Derecho, Historia de la Medicina y Filosof¨ªa de la Medicina (o Antropolog¨ªa m¨¦dica, como se quiera), Historia de la F¨ªsica y Filosof¨ªa de la F¨ªsica (o Filosof¨ªa de la Naturaleza, si as¨ª se prefiere), Historia de la Historiograf¨ªa y Filosof¨ªa de la Historia, Historia de la Filolog¨ªa y Filosof¨ªa del Lenguaje, y lo mismo en todos los casos restantes. Aunque s¨®lo aspire a ense?ar en un centro de ense?anza media, aunque su paso por la facultad no trascienda la linde de una escuela profesional, ?ser¨¢ verdaderamente universitario un licenciado en Ciencias que no sepa, siquiera sea sumariamente, qui¨¦nes fueron y qu¨¦ hicieron Euclides, Fermat y Riemann, Galileo, Newton y Maxwell, Boyle, Lavoisier y Berzelius, y sin haber o¨ªdo alguna lecci¨®n sobre lo que son el n¨²mero, el espacio, el tiempo, la materia, la verdad cient¨ªfica, la inducci¨®n l¨®gica, tantas otras cuestiones semejantes a ¨¦stas? Y aunando la parsimonia y la inteligencia en la introducci¨®n y la ense?anza de las dos disciplinas de que hablo, ?no es cierto que ambas podr¨ªan incorporarse con fruto a todos los niveles de la docencia universitaria y que contribuir¨ªan no poco a que nuestros alumnos fuesen -de veras- hombres universitariamente cultos?
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