Un Ministerio para Europa
EL CONSEJO de Ministros acord¨® anteayer la creaci¨®n de un Ministerio para las Relaciones con las Comunidades Europeas y nombr¨® como titular del nuevo departamento al consejero del presidente Su¨¢rez y diputado de UCD. Leopoldo Calvo Sotelo. Justo la v¨ªspera de la llegada a Madrid del vicepresidente de la Comisi¨®n Europea encargado de la ampliaci¨®n de la CEE, Lorenzo Natali, el Gobierno ha decantado, de manera salom¨®nica y por elevaci¨®n, la querella pol¨ªtica administrativa que enfrentaba a los Ministerios de Econom¨ªa, Hacienda y Comercio con el de Asuntos Exteriores, bajo cuya tutela se coloca al nuevo ministro, experto en temas econ¨®micos. El Ministerio para Europa supone todo un gesto de la Administraci¨®n espa?ola, que confirma su pol¨ªtica decisiva de integrarse en el seno de las Comunidades Europeas.Las Comunidades Europeas ya tienen un interlocutor v¨¢lido para empezar la redacci¨®n del dictamen que sobre el ingreso de Espa?a en la CEE deber¨¢ redactar la Comisi¨®n Europea, en el curso de 1978 y principios de 1979, seg¨²n encargo del propio Consejo de Ministros comunitario y de acuerdo con el procedimiento que establece el Tratado de Roma. La CEE tendr¨¢, tambi¨¦n, la oportunidad de globalizar ahora la mayor¨ªa de los temas que conforman en la actualidad las relaciones hispano-comunitarias (adaptaci¨®n del Acuerdo de 1970, pesca, siderurgia, textiles, zapatos, etc¨¦tera) y que discurren en condiciones nada beneficiosas para los intereses espa?oles. Y cuando utilizamos el vocablo ?globalizar? nos referimos, esencialmente, a la perspectiva pol¨ªtica con la que debe de abordarse, desde el edificio Berlaymont de Bruselas, el conjunto de estas relaciones y no s¨®lo la adaptaci¨®n del Acuerdo de 1970, que es tema aparte y sobre cuyo futuro el Gobierno de Madrid no puede adoptar decisiones inciertas, y mucho menos cuando incierto aparece, en el horizonte comunitario, el calendario y proceso de la adhesi¨®n de Espa?a a la CEE.
Sobre esta incertidumbre bien vale insistir porque ello ser¨¢ primera labor del nuevo ministro para Europa y de sus partenaires de la Comisi¨®n Europea. Ante todo, y mientras se eval¨²an las dificultades t¨¦cnicas y econ¨®micas de la ampliaci¨®n comunitaria, lo que debe quedar bien claro es la voluntad pol¨ªtica de los nueve de incluir en las fronteras del Tratado de Roma nuestro territorio sin condicionamientos de ning¨²n tipo ni preadhesiones pol¨ªticas o econ¨®micas como las que apuntaba hace dias en Madrid el presidente de la Asamblea francesa, Edgard Faure.
Esta clarificaci¨®n de la voluntad pol¨ªtica de los nueve constituye la clave del proceso integrador de Espa?a en el ¨¢mbito comunitario y debe marcar el ritmo de dicho proceso. Por encima del ballet de declaraciones que sobre esta cuesti¨®n realizan a diario los primeros pol¨ªticos de los nueve se debe establecer un criterio claro y definitivo que permita a las naciones candidatas confirmar su opci¨®n europea, prepararse para la integraci¨®n y, tambi¨¦n, programar y planificar su propia econom¨ªa para el per¨ªodo de negociaci¨®n y de adaptaciones arancelarias.
Y es a la hora de intentar construir este criterio donde aparecen las m¨¢ximas reticencias francesas, de las que no quedan lejanas las preocupaciones institucionales del Benelux, las laborales de la Rep¨²blica Federal de Alemania y las agr¨ªcolas de Italia (aunque con menor intensidad). Unas reticencias que el actual Gobierno de Par¨ªs sit¨²a en los planos agr¨ªcola e institucional para Espa?a, mientras las sortea con habilidad en favor de la candidatura de Grecia, mientras, por ejemplo, se negocia en Madrid la costosa compra de 48 Mirage F-1, bajo el lema parisiense de ?compre europeo?. Y todo ello en contraste con la generosa postura del Reino Unido, padrino inequ¨ªvoco de una Europa de los doce, aunque la llamada ?Carta Callaghan? (en la que Gran Breta?a se muestra m¨¢s favorable a una Europa de libre cambio que a una Europa pol¨ªtica) explique, con facilidad, el ¨ªmpetu de Londres.
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