Carlos Franqui: cr¨®nica del conflicto entre el arte y la revoluci¨®n
El escritor cubano expone en Madrid improvisaciones po¨¦ticas sobre obras de pintores
Carlos Franqui, escritor cubano que particip¨® activamente en el proceso revolucionario de su pa¨ªs, pero que a finales de los a?os sesenta se separ¨® definitivamente de sus dirigentes actuales, present¨® anoche una exposici¨®n de palabras y pintura. La muestra puede verse en la sala Celini, de Madrid. Entre las obras a las que Franqui ha puesto sus versos est¨¢n las de sus amigos Alexander Calder, Valerio Adami, Jorge Camacho, Joan Mir¨®, Paul Rebeyrolle y Antoni T¨¤pies, que en todos los casos pintaron expresamente para profundizar en los poemas de Carlos Franqui.
En la actualidad Carlos Franqui reside en Italia, donde ha escrito un voluminoso Diario de la revoluci¨®n cubana, editado por Ruedo Ib¨¦rico. Su trabajo revolucionario y su memoria de la etapa que vivi¨® en Cuba est¨¢ presente tambi¨¦n en esta exposici¨®n, donde la letra R, roja de revoluci¨®n, aparece en los versos y en los cuadros como un s¨ªmbolo esencial.?Desde ni?o -dice Franqui- he vivido en mi cuerpo la contradicci¨®n entre arte, poes¨ªa y revoluci¨®n. Estar contra una realidad: el latifundio azucarero, donde nac¨ª y fui obrero con mi familia, era natural.? Su conflicto con los malos le hizo ?descubrir el pueblo, lo an¨®nimo, lo colectivo?. El conflicto con los buenos le result¨® m¨¢s dif¨ªcil. En un principio crey¨® que ?no bastaba con luchar: hay que pensar. Me equivocaba?.
Para Franqui la pintura ha sido una relaci¨®n f¨ªsica, que descubri¨® cuando dej¨® de vivir en contacto con la naturaleza. ?La pintura es una rebeli¨®n y una invenci¨®n, que existe para luchar contra la naturaleza y contra la sociedad. La poes¨ªa para m¨ª era ser libre.? En la Cuba en la que Franqui se hac¨ªa esas reflexiones, ?la libertad era el p¨¢jaro o el campesino que cantaba?. M¨¢s all¨¢ estaban los negros, la rumba, el teatro ritual, la alegr¨ªa del cuerpo a¨²n ante la miseria o la muerte.
Como militante revolucionario, Carlos Franqui cumpli¨® eficazmente sus tareas, ?seg¨²n me dec¨ªan?. Sus conflictos con los dirigentes se agudizaron ?por leer a Maiakovski, Vallejo, Lorca o Neruda, por gustarme Picasso, Mir¨®, Calder, Stravinski, Caturla, etc¨¦tera. Yo hab¨ªa cre¨ªdo, como dec¨ªamos all¨¢, que el socialismo era la pachanga, mi hermano, y que la fiesta era el principio de la libertad. Me equivoqu¨¦ de nuevo?.
Para pensar, dice Franqui ahora, ?estaba el partido. La vida deb¨ªa ser seria, gris, como la cara de Stalin. Como si el socialismo debiera ser tan feo y triste como el capitalismo. Perd¨ª un partido. Me qued¨¦ solo. Fui marginado por los burgueses, su prensa no admit¨ªa independencia ni verdad, pero pens¨¦ que si est¨¢s solo puedes encontrar buenas compa?¨ªas?.
Antes Franqui hab¨ªa luchado contra Batista y hab¨ªa participado en la creaci¨®n del aparato de la prensa clandestina. En los primeros a?os de la revoluci¨®n fue director del diario Revoluci¨®n. En la clandestinidad, ?un d¨ªa la polic¨ªa nos encontr¨®. El odio polic¨ªaco se descarg¨® contra los cuadros, las litograf¨ªas y las reproducciones de Picasso, Mir¨®, T¨¢pies, Calder, que hab¨ªa en mi casa. Era reconfortante apreciar ese odio polic¨ªaco?.
Despu¨¦s, en la guerra, en la Radio Rebelde, ?eran eficaces las palabras de G¨®ngora, Quevedo, Mart¨ª, Neruda, Vallejo, Miguel Hern¨¢ndez, Le¨®n Felipe, Lorca. Serv¨ªan para combatir al enemigo. La rumba serv¨ªa para la tregua de un combate. Y vino la victoria. Justamente comenzamos a cambiar muchas cosas. Yo insist¨ªa en que tambi¨¦n deb¨ªamos cambiar la vida: "ser cultos para ser libres", como dec¨ªa Jos¨¦ Mart¨ª. Pero cuando los dirigentes iban a mi casa -cubanos, rusos, checos, franceses- reaccionaban contra la pintura, se burlaban de la poes¨ªa. Hab¨ªa pocas excepciones, como la de Che Guevara. Otra vez se manifestaba ante m¨ª el conflicto entre arte y poder. Entonces s¨ª que me pareci¨® una tragedia. En lucha con Estados Unidos y viendo venir a los rusos pens¨¢bamos que la Europa progresista nos pod¨ªa echar una mano y acudimos a Picasso, a Sartre, a Bret¨®n, a Le Corbusier, a Lefebre?.
?El sectarismo burocr¨¢tico no pod¨ªa resistir todo eso y el movimiento cultural que empezamos a crear desde Revoluci¨®n y desde Lunes, la revista que dirig¨ªa Cabrera Infante, fue suprimido all¨¢ por 1961 ¨® 1962.? Fidel Castro reconoci¨® -dice Carlos Franqui- que ?el sectarismo hab¨ªa producido el caos econ¨®mico, injusticias, persecuciones y graves da?os a la revoluci¨®n. Fue una nueva fiesta de la libertad. Hubo alguna otra batalla, como el Congreso Cultural de 1967-68, pero en 1971 todo eso fue cortado de ra¨ªz y considerado en el Congreso de Educaci¨®n aberrante, imperialista, degenerado, contrarrevoluci¨®nario como en la Uni¨®n Sovi¨¦tica?.
Esa experiencia le ha llevado a Carlos Franqui a hacerse ahora varias reflexiones que subyacen en su obra: ?El arte, la poes¨ªa, la pintura, son libertad y la libertad es subversiva. El poder es la mentira. El arte es la verdad.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.