Guerra y locura
FERNANDO TRUEBAEn el cine, como en todo, las modas generan tanto entronizaciones como olvidos. El caso de Sam Peckinpah es particularmente ilustrativo al respecto. A finales de los sesenta, pel¨ªculas como Duelo en la alta sierra, Mayor Dundee, Grupo salvaje o La balada de Cable Hogue le hab¨ªan procurado la adoraci¨®n de cr¨ªtica y p¨²blico y una imagen de director maldito, de outsider en continua lucha con los productores, quienes sistem¨¢ticamente masacraban cada una de sus pel¨ªculas. Nadie como ¨¦l ha merecido el t¨ªtulo de cineasta de la violencia, lo que, si bien es cierto, tambi¨¦n puede dar lugar a equ¨ªvocos. En efecto, a lo largo de su carrera, Peckinpah ha ido acu?ando un estilo violento y crispado que donde mejor cristaliza, l¨®gicamente, es en las escenas de violencia. La peculiar forma que tiene Peckinpah de filmarla est¨¢ basada en una rara habilidad para alternar las tomas en c¨¢mara lenta y las tomas a c¨¢mara normal, combinando ambas con un sabio sentido del montaje que le sirve para diseccionarlas, para analizarlas desde dentro, sin que por ello pierdan nada de su efectividad y virulencia; al contrario: la incrementan. En este sentido, la masacre final de Grupo salvaje es una secuencia ¨²nica, y mod¨¦lica, en toda la historia del cine.Pero, afortunadamente, el cine de Sam Peckinpah es algo m¨¢s que esto: es un cine crepuscular, un cine del pasado, de cosas que se fueron y no volver¨¢n, de hombres rezagados en el tiempo que intentan sobrevivir en un mundo que ya no es el suyo con una moral que ya no se estila, un mundo donde la ternura, el amor y los sentimientos tambi¨¦n tienen su lugar, poblado de ni?os mudos, testigos impasibles pero atentos de todo horror, un mundo donde ser amigo de alguien -como tambi¨¦n ser su enemigo- es algo casi sagrado, de una significaci¨®n muy distinta a la actual. Cine de la amistad, pero tambi¨¦n cine de la vejez; de h¨¦roes que dejan de ser maduros para ser, sencillamente, viejos. Y que se resisten a ello.
Cross of Iron
Director. Sam Peckinpah.Gui¨®n:Julius J. Epstein y Herbert Asmodi, basado en la novela de Willi Heinrich. Fotograf¨ªa: John Coquillon. M¨²sica: Ernest Gold. Int¨¦rpretes: James Coburn, Maximilian Schell, David Warner, James Mason y Senta Berger. Norteamericana, 1976. Locales de estreno: Palacio de la Prensa y Vel¨¢zquez.
La cruz de hierro es la ¨²ltima pel¨ªcula de Peckinpah. Su primer ¨¦xito de taquilla en los ¨²ltimos a?os, que le han sido m¨¢s bien adversos. La pel¨ªcula que le ha devuelto la confianza de los productores, quienes, con su habitual originalidad, ya le han encargado una segunda parte.
Este filme parece salir al paso del ¨²ltimamente extendido t¨®pico de que la asiduidad de Peckinpah al g¨¦nero violento es de car¨¢cter m¨¢s morboso que cr¨ªtico. La cruz de hierro no se recrea en la violencia. Al contrario, la retrata con la estupefacci¨®n de quien no la comprende, con la inocencia de quien se ve superado por ella, con la ingenuidad de alguien a quien la guerra le parece una farsa grotesca, absurda y gratuita. La cruz de hierro est¨¢ m¨¢s cerca de Los desastres de la guerra, de Goya, que de los tebeos de Haza?as b¨¦licas.
Su h¨¦roe -pues no es otra cosa- es el cabo Steiner: un hombre de acci¨®n, un hombre que act¨²a con la cabeza llena de preguntas sin respuesta, el m¨¢s anacr¨®nico de los h¨¦roes peckinpaianos. Un profesional que no conoce m¨¢s hogar que la muerte y el campo de batalla, que observa desde dentro con mirada demente, locura que se extiende a toda la pel¨ªcula, que viene a ser un fresco de amistad y muerte filmado en un momento de delirium tremens.
Babelia
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