Ecolog¨ªa, manicomio y amor
F. T.La eclosi¨®n neorrealista de la posguerra, si bien no tard¨® mucho en desnaturalizarse, marc¨® definitivamente el desarrollo posterior del cine en Italia. Un cine que no ha cometido nunca el pecado de alejarse de su p¨²blico, lo que conlleva necesariamente multitud de concesiones. Ya se trate de la comedia er¨®tica o de la s¨¢tira religiosa, de la tragicomedia o del drama rural, el cine italiano aparece siempre entroncado a la realidad o, mejor dicho, a la suma de realidades que componen su compleja y peculiar idiosincrasia nacional.Hasta en las comedias m¨¢s evasivas, el cine italiano no se desprende nunca de una serie de ataduras al g¨¦nero realista. El precepto que parece guiarle es el de afrontar cualquier tipo de problema, pero siempre en un lenguaje directo: popular. Y aqu¨ª nos topamos con el peligro m¨¢s importante y frecuente de los muchos que afectan a la mayor parte de la producci¨®n italiana: el populismo: una especie de desfachatez e impudor para hablar de todo sin profundizar jam¨¢s en un mismo tono. En ninguna cinematograf¨ªa como en la italiana ha florecido tanto la comedia de corte social o el cine pseudo-pol¨ªtico. Lo curioso es que esta superficialidad constituye una cuasi inefable f¨®rmula del ¨¦xito.
Oh, serafina!
Director: Alberto Laltuada.Gui¨®n: Giuseppe Berto, Enrico Vanzina y Alberto Lattuada. Fotograf¨ªa: Lamberto Caimi. M¨²sica: Fred Bongusto. Int¨¦rpretes: Renito Pozzetto, Dalila di Lazaro, Angelica Ippolito,Gino Bramieri yFaustoTozzi. Italiana, 1976. Local de estreno: Gran V¨ªa
Alberto Lattuada es la imagen misma del artesano cinemaogr¨¢fico italiano. Con una prol¨ªfica carrera a sus espaldas, este veterano viene a personificar todos los defectos y algunas de las virtudes del cine italiano medio.
Oh, Serafina! ha sido calificada por su autor como una f¨¢bula de ecolog¨ªa, manicomio y amor, lo cual ya dice bastante de sus pretensiones. Y si juzgamos por la falta de gracia del producto, resulta que no estamos ante una comedia, sino ante un filme de tesis.
Lattuada nos pinta a un moderno San Francisco, infantil y asexuado, que posee una enfermiza fijaci¨®n con los p¨¢jaros y los culos. Estas extravagantes inclinaciones son utilizadas por el enemigo -su esposa- para privarle de su fortuna y recluirle en un manicomio, donde el m¨¢s loco es el director y donde se enamora de una criatura m¨¢s marciana a¨²n que ¨¦l.
Pel¨ªcula profundamente italiana, confusa y dispersa, plagada de concesiones comerciales, as¨ª como de pretendido mensaje, Oh, Serafina! viene a ser la descripci¨®n poco afortunada de un proceso de domesticaci¨®n y su happy ??) end constituye una variaci¨®n m¨¢s sobre la tesis de las soluciones individuales.
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