"Los d¨ªas del pasado"
El haber hecho esta pel¨ªcula obedece a la intenci¨®n de dirigir nuestro recuerdo a unos hombres y mujeres habitantes adultos de este nuestro pa¨ªs en los a?os que van desde la guerra hasta 1950. A ellos les toc¨® cumplir un duro destino. Dejaron tras de s¨ª la ciudad o el pueblo, los parientes, la casa, la novia; se enfrentaron con una vida nueva y desconocida que asumieron como pudieron. Primero se les llamaba pobres o humildes, obreros o campesinos. Despu¨¦s o¨ªmos calificativos terribles cuando alguien s¨¦ refer¨ªa a ellos. Eran las ?hordas desesperadas?, culpables de todo cuanto de malo hab¨ªa ocurrido en esta tierra. Entre el tiempo de una denominaci¨®n y otra hab¨ªan sido sencillamente los perdedores y durante a?os fueron los perseguidos. Les toc¨® el peor de los papeles en una ¨¦poca dura y hostil. Se embarcaron en una guerra que no acab¨® nunca. Se movieron de pa¨ªs en pa¨ªs, dejando sus mejores a?os en las trincheras y en los montes, envejeciendo y muriendo sin haber conocido otra vida que la de los caminos, el fr¨ªo, la manta y el fusil. Hicieron la guerra en alpargatas y siguieron en ella durante largos a?os porque siempre pensaron que el tiempo les dar¨ªa la raz¨®n y la victoria. Para ellos este recuerdo. Nuestra historia ha intentado hacerles vivir de nuevo, verles desde lejos y, a trav¨¦s de la niebla de la imaginaci¨®n, acercarse a su lado de la mano de otra persona de su tiempo y, con todo respeto, contar im¨¢genes y emociones de esos a?os. Hemos elegido como figuras representativas a un hombre y a una mujer que se buscan muchos a?os despu¨¦s de haberse se parado, intentando recomponer una felicidad irremediablemente perdida.En la d¨¦cada del cincuenta al sesenta varios novelistas, sobre todo en narraciones cortas, nos hablaron de esta gente dura y humilde que llenaba los trenes de madera en busca de cualquier trabajo, parientes cercanos de aquellos perdedores que hab¨ªan desaparecido o muerto o que envejec¨ªan en alguna c¨¢rcel. No pretendemos m¨¢s que recordarles de una manera emocionada. Ni la mujer que intenta enderezar su vida, reconstruy¨¦ndola, ni el hombre que ha aceptado un compromiso y lo hace su raz¨®n de vivir, orgullosa y digna, hasta el final, son gente notable que saliera en peri¨®dicos o en partes de guerra; ni siquiera son personas de las que nadie se pueda acordar con el paso de los a?os. Nunca mandaron ni dirigieron. Fueron y son apellidos normales, envoltura indiferenciada de unas existencias sufridas, a veces heroicas, siempre cortas y rotas, que tienen encima piedras enormes de silencio y de olvido. De ellos hemos intentado hablar y para ellos este peque?o homenaje en forma de reconstrucci¨®n cinematogr¨¢fica.
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