Los grandes empresarios jugar¨¢n la carta de la demagogia
Los chaparrones de la demagogia caen sobre el planeta de los toros -que dijo el maestro Ca?abate-. La demagogia es el contragolpe a las presiones de los toreros modestos, olvidados y hasta jubilados, que quieren un puesto en las ferias y para obtenerlo presionan sobre los empresarios.Casi nadie da la raz¨®n a las empresas del monopolio, pero es f¨¢cil decir que los modestos tampoco la tienen. Por supuesto que no se la vamos a dar nosotros a ¨¦stos, sobre todo cuando el puesto que piden lo quieren obtener a las bravas (y sin un porqu¨¦ de calidad demostrada que les empuje, adem¨¢s), pero tampoco quisi¨¦ramos cerramos en la incomprensi¨®n hacia la rebeli¨®n de los toreros, que est¨¢n hartos de esperar y esperar y se han hecho viejos en esa espera.
Algunos de los que le plantaron cara a Bala?¨¢ en Sevilla no son diestros de fuste conocido ni lo fueron nunca, pero les quema la oportunidad que no se les dio en su d¨ªa y que a lo mejor -?qui¨¦n podr¨ªa asegurar lo contrario?- les habr¨ªa servido, a?os atr¨¢s, para echar delante en esto del toreo. Pisar¨¢n este a?o el ruedo de la Maestranza o de Las Ventas -si es que lo pisan- y fracasar¨¢n -si es que fracasan- y esta ser¨¢ una baza de oro para los empresarios porque les dar¨¢ la raz¨®n y podr¨¢n seguir, con ella, ejerciendo el dominio absoluto sobre todos los estamentos de todo el mundillo taurino.
Hay toreros que recuerdan el d¨ªa que pidieron m¨¢s dinero por matar tres toros en una corrida que contrataron para dos (otro espada se cay¨® del cartel) y la empresa poderosa no les volvi¨® a poner en sus plazas; o cuando se negaron a ama?ar el sorteo de las reses en beneficio del diestro a quien llevaba en exclusiva la gran empresa, con el mismo resultado de paro; o aquella ocasi¨®n en que aceptaron medirse con una t¨ªa, esa corrida que nadie quiere (por no granjearse la enemistad del monopolio) y salieron malparados, y pues fracasaron, pasaron a ser nadie en el escalaf¨®n de matadores. Y as¨ª hasta no acabar.
De estos toreros, l¨®gicamente resentidos, hay varios que ?ahora que se puede ? (o ellos creen que se puede) pretenden recuperar, vanamente, con toda probabilidad, el tiempo perdido; o aunque s¨®lo sea hacerles pasar una hora amarga a quienes les tuvieron temporada tras temporada bajo la bota. Sus procedimientos son malos, por supuesto, pero peores fueron los de quienes hicieron de toda la fiesta su coto privado, negocio casi exclusivo a base de imponer caprichos dictatorialmente y llevarse para su peculio hasta el ¨²ltimo duro.
La rebeli¨®n de los toreros relegados es mala en cuanto a actitudes, pero no es absolutamente seguro que ocurra lo mismo en cuanto a consecuencias porque, de momento, se ha hecho cambiar de color a quienes iban por el mundillo a sus anchas, sin mirar d¨®nde pisaban. Un despacho de Efe dice que varios empresarios llevar¨¢n a su vera luchadores de catch en calidad de guardaespaldas - ?ja, ja, ja! - y ya sabemos que Bala?¨¢ -EL PA?S- lo public¨® el domingo- se ha retirado a sus cuarteles de invierno por lo que pudiera pasar.
Les da miedo que se pueda perder un pu?o por ah¨ª, lo cual es perfectamente comprensible, mas no se ha hablado del p¨¢nico que les produce s¨®lo imaginar que el negocio a lo mejor les va a la baja. Pero van a jugar su carta, la que apunt¨¢bamos: en cuanto pongan en las grandes ferias a los toreros de las presiones -mejor los m¨¢s antiguos, los m¨¢s toscos, los m¨¢s fondones, los m¨¢s desentrenados- y fracasen, la opini¨®n estar¨¢ de su parte, Porque, con un poco de suerte, quiz¨¢ la opini¨®n no vuelva sobre el viejo tema de las exclusivas y el acaparamiento de plazas, que es donde radic¨® y radica todo el mal.
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