La frivolidad como defensa
Me han dado la noticia inesperada como es siempre esa, precisarnente esa, cuando vivimos bajo otro cielo, y no hemos podido seguir al d¨ªa el curso de una dolencia, de una enfermedad: V¨ªctor Cortezo ha muerto. Siempre el mismo estupor, la misma paralizaci¨®n del ¨¢nimo. Una enfermedad hace, siempre, las, veces de apaciguante, nos acostumbra a esperar lo inevitable, lo sabido. Pero este modo brusco de saber, de saber lo tan sabido, pero inesperado, resulta desatento, digamos que brutal y tardaremos en darle a esta desaparici¨®n el comprobante de su verdad infinita.En el atardecer del 28 de noviembre ¨²ltimo, V¨ªctor vino, como otras veces, a o¨ªrme leer, en Madrid. Entre la gente, a la llegada a la salida, dos breves saludos, con su leve cabeza llevada siempre graciosamente erguida sobre su cuello y el apret¨®n de sus largos dedos amistosos; y esto fue todo. Hoy, 4 de marzo, me dan por tel¨¦fono la noticia l¨²gubre, y he aqu¨ª el vocablo que menos puede irle a V¨ªctor Cortezo; l¨²gubre.
No; a V¨ªctor no le va la muerte le va la vida; no es que representara la vitalidad, lo exhuberante del vivir, eso no, pero si, y con delicada gracia juvenil y, si se quiere, con el apresto de una natural petulancia, el aliciente de estar con ella. Hay quien da en serio y en dram¨¢tico, hay quien en jocoso, autoritario o provocador, Victor Cortezo pertenec¨ªa a ese estilo humano de participaci¨®n social al que solemos dar elnombre de gentileza; condici¨®n no tan protectora como parecer¨ªa corresponderle y que, en un mundo intempestivo como el nuestro, el actual, se revest¨ªa en V¨ªctor, ?omo de una cota de malla, mezcla de protectriz y de desafiante, de un dejo de frivolidad.
Un dram¨¢tico episodio
Lo conoc¨ª en plena guerra civil, llegado ¨¦l a Valencia, en condiciones de extremo dramatismo, como eran las que viv¨ªamos por carretera y a pie, entre otros emigrantes, huyendo del sur, por la costa, cuando unos barcos alemanes se permitieron, imprudentemente, bombardear Almer¨ªa. Aquel episodio les afect¨® de un modo posiblemente definitivo. V¨ªctor padec¨ªa trastornos nerviosos que, sospecho, tuvieron que agrabar, con tal percance, la ra¨ªz de su fundamento. En su ¨²ltima carta de este verano, recibida de Benalm¨¢dena Costa, provincia de M¨¢laga, desde la finca de una de sus hermanas, me habla (la tengo en mis manos) de ?negra neurastenia? y de inyecciones, tratamientos. pero estar con ¨¦l era una manera gentil si no de estar alegre, s¨ª ocurrente e inspirado, medio cr¨ªtico, medio burl¨®n, pero nopor ello desprovisto de na especie de sensatez a la que se le hacia pasar, como si no valiera la pena, de incongruencia. Yo dir¨ªa que pod¨ªa perder el control, pero nunca las maneras. En Valencia, Altolaguirre, durante la estancia del Gobierno y con motivo del Congreso de la Alianza de Escritores Antifascistas, le encarg¨® los figurines que hab¨ªan de vestir los personajes de Mariana Pineda, que fue representado en el Principal, como homenaje a Federico, y en la que Luis Cernuda encarn¨® el protagonista masculino, envuelto, con gran elegancia, en la capa verde nilo que V¨ªctor le puso al figur¨ªn con gran contento del improvisado actor. De aquella convivencia, y escrito en el destierro, procede el ¨²nico poemade Cernuda que lleva por t¨ªtulo el nobre de un espa?ol: V¨ªctor Cortezo; Gracias amigo, bien vaya / donde quieras que est¨¦s y te acompa?e / Dios, si es que quiere.
Pero fue en Barcelona donde yo hab¨ªa de verle a diario, ya que nos hosped¨¢bamos en la misma casa, con un tercer compa?ero, Enrique Casal Chapl, desaparecido tambi¨¦n, nieto del m¨²sico, compositor ¨¦l mismo, y que nos rese?o, para Mora de Espa?a, la muerte de Ravel. Nos sent¨¢bamos a la mesa para que nos sirvieras, a cada cual, una raci¨®n de garbanzos que no pasaban de la (??) , con un inveros¨ªmil mendrugito de pan, lo que no imped¨ªa nuestro buen humor, al que V¨ªctor sellaba, de modo tan aut¨®nomo, con an¨¦cdotas callejeras del momento (un d¨ªa que hab¨ªamos sido premiados con bombardeo a¨¦reo le vimos legar con unas camelias compradas en las Ramblas) o recit¨¢ndonos versos de Baudelaire: Bientot nous plongerons dans le froids tenebres. Lo que ya se cumpli¨® para mis dos compa?eros de vigilia.
Luego, a?os de distancia en los que alternando con sus exposiciones, se convirti¨®, me atrever¨ªa a afirmarlo en el primer figurinista teatral de aquellos tiempos. Ya de regreso, una noche, en Valencia, le¨ª en el programa que conten¨ªa una representaci¨®n evocadora del Madrid de comienzo de siglo: Te esperamos en Eslava, que las escenas de El conde de Luxemburgo, de Lehar, estaban vestidas por V¨ªctor Cortezo (momento de los trajes fundas y los inmensos sombreros), todo ¨¦l estaba en aquella estilizaci¨®n, en que se coloca al buen gusto al borde mismo de la caricatura, sin rozarla, y aquella autenticidad suya con su dejo de sofisticada, me llev¨® a escribirle, porque manener el tipo conmueve. luego, en un diario madrile?o, vi dos p¨¢ginas escritas sobre m¨ª con texto y dibujo de su pu?o y letra. Eran reproducciones de acuarelas, con temas de mi Cr¨®nica general; una de ellas, personificaba, lo dir¨¦ as¨ª, una de mis debilidades: el castillo de Chenonceaus, con sus torrecillas y sus cisnes, y que me envi¨® como obsequio. Enmarcada la tengo, ante m¨ª y sin que ¨¦l la haya visto. Y hasta que los dioses lo quieran.
En la aludida carta de este verano me communicaba: estoy acabando las cosas para el Larra de Buero Vallejo, personajes todos los de su momento (que todos llevan nombres de calles) y sus propias m¨¢scaras. Dif¨ªcil, pero interesante. Ha sido, con seguridad, su ¨²ltima aparici¨®n en escena.
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