Alice Procter, la historiadora que lucha para que los museos dejen de ser cementerios: ¡°El dinero que fund¨® las grandes galer¨ªas ven¨ªa de la esclavitud¡±
La investigadora rellena los huecos que ha dejado el colonialismo en el conocimiento del arte en su libro ¡®El cuadro completo¡¯. Y defiende una nueva mirada de las obras
Alice Procter salt¨® a la fama en 2017 cuando empez¨® a guiar a los turistas en lo que llam¨® ¡°Tours inc¨®modos de arte¡± por museos brit¨¢nicos. Tan sabia como provocadora, supo contar lo que escond¨ªan obras saqueadas por coleccionistas negreros, otras inspiradas en el paternalismo colonial y hasta incuestionables piezas que parecen ajenas a la violencia y que, sin embargo, hunden sus ra¨ªces en la esclavitud. La australiana nacida en S¨ªdney en 1995, licenciada en Historia del Arte y M¨¢ster en Antropolog¨ªa, charla desde Nueva York sobre su libro reci¨¦n publicado en Espa?a: El cuadro completo, La historia colonial del arte en nuestros museos (Capit¨¢n Swing). Y Espa?a no se libra.
¡ª ?Los museos son cementerios? ?Lugares de inmovilidad, donde muere el cambio, como dice en su libro?
¡ª Lo que intento con mi trabajo es mostrar que los museos no deben ser as¨ª, no tienen por qu¨¦ ser esos sitios donde nada cambia y los objetos se convierten en cosas muertas. Cuando escribo eso es porque los museos se han convertido en cementerios, pero no deben seguir siendo as¨ª. Cuando las instituciones temen el cambio y no quieren adaptarse, corren el riesgo de convertirse en sitios muy fr¨ªos, est¨¢ticos y fijos.
Los ejemplos que recoge El cuadro completo, muchos de ellos extra¨ªdos de sus propias visitas inc¨®modas, brillan por su claridad: una obra a¨²n visible en el Foreign Office muestra una d¨®cil Asia rendir tributo y bienes a la hermosa y superior Inglaterra. Es El Oriente ofreciendo sus riquezas a Britania, obra de 1778 del pintor griego Spiridione Roma, un canto a la superioridad brit¨¢nica sobre sus colonias y una falsa actitud de entrega de sus productos cuando lo cierto es que la India y otras colonias sufrieron un saqueo implacable y forzado con castigos feroces si no se somet¨ªan. No es que haya que quitarlo, sostiene Procter, pero s¨ª contextualizarlo, reinterpretarlo. ¡°Es un ejemplo claro de que el colonialismo se transform¨® mediante la Commonwealth en una relaci¨®n paternalista, con un deseo de mantener la autoridad, el control y la explotaci¨®n¡±, asegura Procter. ¡°Para m¨ª ilustra c¨®mo la historia colonial se filtra hasta el presente, aunque no seamos conscientes¡±.
Hay muchos m¨¢s casos: un sarc¨®fago del fara¨®n Seti de 1370 AC sigue reposando en la casa museo del arquitecto John Soane ¡ªimprescindible visitarla en Londres¡ª despu¨¦s de un periplo en el que intervino un forzudo italiano de un circo, Giambattista Belzoni y un diplom¨¢tico ingl¨¦s, Henry Salt. Los dos formaban una pareja de buscadores sin escr¨²pulos que se dedicaron a conseguir las piezas codiciadas como esta. O el diamante probablemente robado del ojo de un ¨ªdolo en Chandannagore o ¡ªseg¨²n otra versi¨®n¡ª a un esclavo indio que lo sac¨® de una mina escondido en una herida de su pierna, antes de morir asesinado por los ¡°comerciantes¡±. Y que acab¨® en la empu?adura de una espada de Napole¨®n. Todo ello lo documenta Alice Procter con un hilo conductor imbatible: desde el arte o los tesoros tra¨ªdos de aquella manera hasta Europa hasta la mera constituci¨®n de los grandes museos con el dinero procedente del saqueo de recursos y el esclavismo, toda la exhibici¨®n del arte que solemos disfrutar hunde sus ra¨ªces en la violencia. Y el poder colonial.
¡ª ?Espa?a tambi¨¦n?
¡ª S¨ª, creo que s¨ª. Tal vez no es visible en la pintura, pero el dinero que fund¨® los grandes museos y colecciones ven¨ªa de las colonias, de la esclavitud. Era un dinero de origen violento. No solo en Reino Unido, que conozco m¨¢s. Tambi¨¦n en Espa?a y en Europa, en Am¨¦rica del Norte. La gente que ten¨ªa plantaciones y esclavos fundaron colecciones, fue un mundo econ¨®mico creado por el colonialismo. El oro, la plata y las joyas que vinieron del Caribe y de Suram¨¦rica fundaron el poder de Espa?a en los XVII y XVIII y esa salud colonial permiti¨® crear las colecciones de arte, las escuelas para formar a los pintores, todo eso est¨¢ relacionado. Siempre que investigas lo que hay detr¨¢s de las obras, encuentras algo violento.
Reino Unido ha documentado el registro de todas las personas que, tras la abolici¨®n de la esclavitud en 1833, recibieron compensaciones por perder su propiedad. Hoy se puede seguir la pista a lo que recibi¨® cada uno e incluso a lo que hizo con ese dinero en esta web. ¡°Y ese trabajo est¨¢ pendiente en muchos pa¨ªses. En Norteam¨¦rica o en Espa?a o Alemania el resultado ser¨ªa diferente, pero hay trabajo que hacer para seguir la pista del poder financiero que viene el colonialismo¡±.
¡°El arte ha sido y es una herramienta de poder. Es una herramienta de expresi¨®n que puede usar gente que no tiene ning¨²n poder, s¨ª, pero una vez que entra en una instituci¨®n, pasa a ser controlado por la pol¨ªtica de ese museo o galer¨ªa. Puedes tener un objeto creado por un artista con intenciones muy radicales y transgresoras, pero una vez dentro, el contexto cambia. Y a partir de ah¨ª se usa como forma para crear narrativas y representar la estructura del mundo. Controlar lo que se muestra y lo que se colecciona es parte del sistema de poder¡±, asegura Procter. ¡°Y obras que nacieron como un s¨ªmbolo de su poder original se convierten en s¨ªmbolos de su muerte, su deposici¨®n y fin de su poder¡±.
Ella ha defendido las acciones contra estatuas de esclavistas vandalizadas dentro del movimiento Black Lives Matter que sacudi¨® el mundo y de hecho ha utilizado esa est¨¦tica, el grafiti sobre una obra, para los carteles de sus tours de visitas inc¨®modas. La propia portada de su libro cubre el retrato al ¨®leo de Edward Colston (comerciante, fil¨¢ntropo y esclavista) con la pintada NEGRERO. Y entiende y apoya las protestas que utilizan el arte como altavoz. El incre¨ªble poder de la belleza, asegura, se ha convertido en herramienta de activistas, desde el ataque por parte de sufragistas a La Venus del espejo de Vel¨¢zquez en Londres, por ejemplo, a las m¨¢s recientes protestas de activistas que se pegan al marco o al cristal que cubre una obra.
¡°Hasta donde yo s¨¦, ninguna de ellas ha destruido o da?ado una obra. Los ecologistas que est¨¢n arrojando sustancias a cuadros protegidos por un cristal o peg¨¢ndose a los marcos han dejado la obra a salvo. Es incre¨ªblemente efectivo, atrae atenci¨®n, son objetos muy queridos y la cat¨¢strofe clim¨¢tica es algo que debe ser tomadas muy en serio. Si para ello hay que pegarse a un cristal frente a una pintura, lo compro¡±, asegura Procter. ¡°Cuando La Venus del espejo de Vel¨¢zquez fue atacada, las mujeres eran brutalmente tratadas y torturadas en prisi¨®n. Atacar a una mujer bella ten¨ªa un sentido perfecto, la l¨®gica de esa protesta era absolutamente clara para m¨ª. Respecto a los activistas del clima, queremos vivir en un mundo precioso, donde veamos belleza y sintamos alegr¨ªa, como nos gusta ver la belleza en los museos y sentir placer. Y hacer sentir el peligro para la destrucci¨®n el medio ambiente en un lugar de belleza es una estrategia incre¨ªblemente efectiva¡±.
¡ª ?Lo apoya, entonces?
¡ª S¨ª, no estoy involucrada, no he participado, pero siento un gran respeto por quienes han elegido el riesgo de enfrentar la c¨¢rcel por sus creencias.
Alice Procter dej¨® sus visitas inc¨®modas por museos a ra¨ªz de la pandemia y empez¨® despu¨¦s en Nueva York un posgrado sobre la representaci¨®n de comunidades ind¨ªgenas de Am¨¦rica del Norte y Australia. Hoy reconoce que los museos est¨¢n evolucionando y que muchos han ido incorporando la reflexi¨®n sobre la violencia colonial, desde el Foro Humboldt en Berl¨ªn al Museo de ?frica de Bruselas, que de ser un monumento al genocida Leopoldo II, que brutaliz¨® el Congo, se ha convertido en denuncia de lo ocurrido. Tambi¨¦n ciertos museos brit¨¢nicos, especialmente en M¨¢nchester, Birmingham o Edimburgo, han incorporado estas nuevas miradas, aunque ¡ªsostiene¡ª no los poseedores de las grandes colecciones nacionales.
Entre todo lo que aprendi¨® en sus recorridos se queda con la reacci¨®n de algunos visitantes que entraban en shock y, ofendidos, comenzaban a defender por ejemplo a Isabel I, en cuyo reinado se cre¨® la Compa?¨ªa de Indias y arranc¨® el tr¨¢fico trasatl¨¢ntico de esclavos. ¡°La defend¨ªan, se sent¨ªan muy vinculados a ella, yo ve¨ªa que no estaban preparados y ten¨ªa que ser muy emp¨¢tica para que no se sintieran atacados, pero tambi¨¦n les ped¨ªa: no sois sus abogados, os pido que escuch¨¦is. Y hubo gente que lo encontr¨® muy dif¨ªcil¡±.
Esa aceptaci¨®n del pasado colonial sin cuestionamientos persiste, pero tambi¨¦n retrocede. Y es un acicate para seguir luchando por todas las formas de justicia que defiende Alice Procter: desde la petici¨®n de disculpas a la repatriaci¨®n de objetos, la restituci¨®n de la propiedad a sus comunidades, aunque permanezcan en los museos y las reparaciones econ¨®micas. Porque, concluye la especialista: ¡°Todos hemos sido afectados por el colonialismo, para bien o para mal, yo misma no existir¨ªa sin ¨¦l. Y todos somos responsables de asegurarnos de que no nos seguimos beneficiando de ello, tenemos el deber de aprender lo que ocurri¨® y de que la gente despose¨ªda no sea olvidada ni ignorada por el poder actual¡±.
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