Benet Rossell
No parece tarea sencilla el fundir algo espec¨ªficamente tan din¨¢mico como la secuencia cinematogr¨¢fica con algo tan contrario a ella como el dibujo, o en su caso y como procedimiento m¨²ltiple, el aguafuerte, cuya f¨®rmula es, evidentemente, est¨¢tica.Tal labor ser¨ªa la que a primera vista podr¨ªamos adjudicar a los dibujos y aguafuertes de Benet Rossell. Avalar¨ªa este juicio, por un lado, la disecci¨®n de estos aguafuertes en sus l¨ªneas de composici¨®n -generalmente alineaciones de un rasgo diminuto y repetido, del resultado de un gesto, que se ordenan uno tras otro diferenci¨¢ndose entre s¨ª palpablemente y que, sin embargo, no parecen ser sino mutaciones progresivas, adelantamientos en el espacio ya que no en el tiempo-, por otro (la imagen que acompa?a estas l¨ªneas es un buen ejemplo de ello), ese recuerdo que nos asalta con insistencia de que son, fant¨¢sticamente, delicados dibujos, si no animados, s¨ª en animaci¨®n sobre la superficie del papel. Alegarse puede tambi¨¦n, ?por qu¨¦ no?, ese a primera vista latente desprecio en el empleo del color, generalmente reducido a simples rect¨¢ngulos cuyo ¨²nico fin ser¨ªa alejar e independizar una alineaci¨®n de otra. Y, tambi¨¦n, el car¨¢cter literario de estos grabados que les identifica, por equ¨ªvocamente que sea, con la estirpe del relato; estos diminutos personajes, dominados por un movimiento voluntariamente est¨¢tico, es decir, confinados a la discreta vibraci¨®n de un gesto repetido en la superficie del papel parecen susurrarnos -para cont¨¢rnoslo hablando su naturaleza tendr¨ªa que ser otra muy distinta- una historia tal vez no imposible pero, eso s¨ª, ininteligible, que obliga al espectador a imaginarla por s¨ª mismo.
Benet Rossell
Galer¨ªa Grupo QuinceFortuny, 7
Y pese a tantos argumentos, nadie que tenga frente a si el trabajo de Benet Rossell podr¨ªa conformarse s¨®lo con la explicaci¨®n que apunto. Su trabajo sobre el papel, sobre el cart¨®n o la plancha ofrece maneras tan propias del medio que elige que resulta cuando menos muy dudosa esa preponderancia de lo cinematogr¨¢fico y ello pese a que su huella es innegable y determinante.
Tan evidentes como las caracter¨ªsticas se?aladas en primer lugar lo son tambi¨¦n aquellas que les conferir¨ªa la naturaleza espec¨ªficamente pl¨¢stica; en este sentido tendr¨ªa que analizar el c¨®mo del signo -producto inmediato de un gesto ejercido sobre el material que sea- y su variaci¨®n de uno a otro, tanto m¨¢s cuanto que su producci¨®n podr¨ªa definirse como autom¨¢tica, aun cuando mantenga relaciones m¨¢s o menos difusas con la producci¨®n de la caligraf¨ªa en Oriente. Por otro lado, la calidad del grabado obtenido, su limpieza, la delicadeza de sus tintas, en las que se incluye el color tanto por s¨ª mismo como por sus posibilidades de ancho y vibrante contrapeso a la afilada y numeros¨ªsima l¨ªnea que conform¨® el gesto, impide pensar en ellos como meros pasos intermedios de un proceso.
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