?Sociedad militar y sociedad civil?
Ex comandante del Ej¨¦rcitoEn diversas ocasiones, ante circunstancias concretas, surge un interrogante: ?est¨¢n las Fuerzas Armadas espa?olas identificadas e integradas con la sociedad a la que pertenecen o, por el contrario, forman un cuerpo separado, extra?o o disonante, algo as¨ª como otro ente social, diferenciado del conjunto nacional?
El excelente art¨ªculo del comandante Prudencio Garc¨ªa, ?Ej¨¦rcito, democracia y Constituci¨®n? (EL PA?S, 10-3-78), parece darnos unos indicios claros de que, al menos en el aspecto pol¨ªtico, la respuesta corresponde a la segunda alternativa. Efectivamente, el comandante Garc¨ªa, apoy¨¢ndose en otro art¨ªculo, no menos interesante y tambi¨¦n de un militar (?El Ej¨¦rcito instituci¨®n?, Ya, 11-2-78), sienta las siguientes premisas:
- Gran parte de los militares se han equivocado en sus juicios sobre, la situaci¨®n y el futuro de Espa?a.
- A todos los militares les incumbe la obligaci¨®n de asumir el rumbo pol¨ªtico -democr¨¢tico y pluralista- que la naci¨®n ha elegido, para evitar una situaci¨®n disfuncional entre sociedad y Fuerzas Armadas.
Pero no es preciso acudir a estos testimonios, aunque sean tan autorizados, para encontrar la evidencia de que existe una disociaci¨®n entre la instituci¨®n militar y la sociedad espa?ola; en numerosos acontecimientos y situaciones recientes hemos encontrado la constataci¨®n de esa realidad, y no s¨®lo en lo relativo a las valoraciones pol¨ªticas. Creo que ser¨¢ oportuno recordar algunos de ellos, aun a riesgo de insistir en temas muy conocidos.
Por su repercusi¨®n p¨²blica es obligado mencionar en primer lugar el consejo de guerra contra los miembros de Els Joglars, del que ha resultado la grave contradicci¨®n de tener, en un Estado en per¨ªodo constituyente democr¨¢tico, con una amnist¨ªa reciente que cancel¨® con absoluta justicia todo tipo de condenas pol¨ªticas, a cuatro personas en prisi¨®n y a otras dos en el exilio como consecuencia de haber representado una obra teatral autorizada oficialmente, pero considerada como injuriosa por las Fuerzas Armadas. Sin entrar para nada en cuestionar la legalidad de la sentencia, podremos, no obstante, resaltar en apoyo de mi tesis sobre la diferencia de los planteamientos, ante iguales hechos o situaciones que hacen los ¨®rganos de las Fuerzas Armadas y el resto de instituciones y grupos sociales, las circunstancias siguientes:
- La jurisdicci¨®n ordinaria, ante un presunto delito similar (quiz¨¢ m¨¢s importante, por la categor¨ªa -el Rey- del supuesto ofendido), rectific¨® su decisi¨®n primera, poniendo en libertad provisional a los cuatro encausados de la revista Saida, en los mismos momentos en que la jurisdicci¨®n militar hac¨ªa lo contrario, es decir, encarcelaba a los miembros de Els Joglars.
- El capit¨¢n general de Catalu?a, autoridad judicial de la que depende este caso, ha manifestado p¨²blicamente su opini¨®n sobre ¨¦l, indudablemente opuesta a la de la mayor¨ªa de la sociedad civil: para el teniente general Coloma ni se ha lesionado la libertad de expresi¨®n ni tiene importancia que la jurisdicci¨®n militar vaya a ser modificada por el pacto de la Moncloa; s¨®lo cuenta la legalidad vigente, aunque ello suponga privar de libertad a personas, que en modo alguno sufrir¨ªan tan doloroso castigo en otros pa¨ªses, o incluso en el propio dentro de pocos meses.
Otro tema tambi¨¦n de actualidad nos lo dan los arrestos motivados por las actuaciones en las unidades militares de los grupos reivindicativos de soldados. Tambi¨¦n aqu¨ª anticipar¨¦ que en modo alguno discuto la ilegalidad, dentro de la legislaci¨®n vigente, de esos grupos. Pero tambi¨¦n es evidente que sus reivindicaciones de peticiones de respeto de los derechos humanos y libertades generales e, incluso, de mejoras de tipo humanitario, tendr¨ªan cauce para expresarse en la sociedad civil actual, mientras que en la instituci¨®n militar no, pudiendo hasta ser catalogadas como un delito de sedici¨®n. A¨²n m¨¢s, unas declaraciones de las Juventudes Socialistas pidiendo con todo respeto que esas reivindicaciones fueran tenidas en cuenta, han sido reputadas por el Servicio de Informaci¨®n castrense como subversivas, terroristas y contrarias al Ej¨¦rcito.
Tambi¨¦n recientemente hemos tenido otra muestra, de otra clase pero para m¨ª muy clara, de la discordancia Ej¨¦rcito-sociedad. Hace unas semanas el suplemento dominical de EL PA?S publicaba una amplia informaci¨®n sobre el principal centro de estudios de los oficiales del Ej¨¦rcito, la Academia General Militar, en el que se inclu¨ªa una encuesta oficial realizada entre los alumnos sobre sus motivaciones e inclinaciones profesionales; posteriormente Televisi¨®n Espa?ola ofrec¨ªa dos veces en la peque?a pantalla otro reportaje similar con la referencia detallada de la misma encuesta.
Creo que la mayor parte de nuestros compatriotas que hayan le¨ªdo o, visto cualquiera de esos informes coincidir¨¢n conmigo en que, aparte de que el lenguaje empleado por alumnos y profesores era francamente distinto del de cualquier centro de ense?anza civil de similar categor¨ªa, las preguntas planteadas en la encuesta, las respuestas que se daban como posibles y la valoraci¨®n de los resultados obtenidos pueden sorprender a cualquiera que no sea conocedor de la mentalidad militar espa?ola.
Porque, ?es seguro que s¨®lo puedan concebirse como razones para ser militar las siguientes, algunas de las cuales pueden definirse claramente como ambiguas?:
- La identidad con el sentido de la vida militar.
- El atractivo hacia una carrera de acci¨®n.
- El amor a la Patria.
- La tradici¨®n familiar.
?Y no es extra?o que la m¨¢s ambigua de todas, la primera, se lleve el 61,11 % de las respuestas? Ciertamente entiendo que esa expresi¨®n avala completamente lo que pretendo demostrar, pues ya se da por supuesto en ella que existe una vida diferente de la habitual de los humanos, la militar, y que esto no s¨®lo se considera l¨®gico y normal, sino que la mayor parte de los futuros oficiales lo valoran fuertemente.
Toda la encuesta resulta igualmente interesante en el mismo sentido, pero dispenso a mis lectores de repet¨ªrsela; s¨®lo recordar¨¦ que a lo largo de toda ella se acent¨²an y remachan los caracteres sociales diferenciadores, valorados con una ¨¦tica peculiar, en que aspectos m¨ªsticos o de una espiritualidad muy caracter¨ªstica (como ?la religiosidad, la unidad de la Patria, la actitud constante de servicio a Espa?a, la pr¨¢ctica decidida del acervo de virtudes militares, etc¨¦tera), quedan como cualidades necesarias para el militar espa?ol, por encima de cuestiones como el dominio de la t¨¢ctica, la eficiencia en el manejo del material y el armamento, las condiciones psicol¨®gicas, sociol¨®gicas y humanas del mando de tropas, etc¨¦tera.
Otras muchas citas podr¨ªa hacer en apoyo de mi opini¨®n, pero la extensi¨®n obligada de este art¨ªculo me lo impide, y, por otra parte, creo que los ejemplos puestos son suficientemente claros. Tambi¨¦n pienso que los ¨²nicos que pudieran rechazar mi interpretaci¨®n ser¨ªan los propios militares, y precisamente ellos son, yo dir¨ªa que casi siempre con orgullo, los que suelen proclamar esa distancia entre la condici¨®n militar. y la sociedad civil, hablando de virtudes militares, de formas de entender la vida, de sacrificios, de valores espirituales, de esp¨ªritu militar...
Y surge de nuevo el interrogante, ?es positivo, negativo o indiferente que esto sea as¨ª? En relaci¨®n con la actitud pol¨ªtica y social de la instituci¨®n, el comandante Prudencio Garc¨ªa nos da una respuesta categ¨®rica, que comparto plenamente, haciendo ver la gravedad de una situaci¨®n en que un determinado ¨®rgano social, como es el Ej¨¦rcito, no responda a la funci¨®n que la sociedad espere de ¨¦l. De aqu¨ª la importancia de que, como tambi¨¦n se dice en el citado articulo, se forme urgentemente a los militares en los principios pol¨ªticos b¨¢sicos de nuestro sistema actual: democracia, pluralismo, soberan¨ªa popular, acatamiento a la Constituci¨®n, etc¨¦tera. Naturalmente ello comporta tambi¨¦n una reforma legislativa paralela que despoje a las Fuerzas Armadas de las funciones extra?as a ellas y que las pueden llevar a situaciones indebidas, como es el ejercicio de jurisdicciones territoriales, judiciales, administrativas, etc¨¦tera.
Sin embargo, debo confesar que me asalta una duda bastante fundada sobre si, aun as¨ª, se conseguir¨ªa una integraci¨®n entre sociedad y Ej¨¦rcito. ?No hemos hablado de que existe una ?vida militar? ?No se dice que hay unas virtudes militares, necesarias para los miembros de las Fuerzas Armadas? Evidentemente, parece que ello implica que esas cualidades, que habr¨ªa que llamar morales, o no son exigidas a los civiles o lo son en distinto grado o las entidende distinta manera. Por otra parte, tampoco son aptitudes o conocimientos profesionales, requeridos por la actividad castrense, como ser¨ªa l¨®gico en cualquier profesi¨®n, sino m¨¢s bien actitudes internalizadas ante los comportamientos sociales. As¨ª pues, hemos de convenir que, aunque los planteamientos sociopol¨ªticos generales de los militares se adecuaran, como es de esperar, a los comunes de la sociedad, y sus misiones se restringieran a la defensa exterior, seguir¨¢n formando un grupo social separado.
Y, me vuelvo a interrogar, ?es esto conveniente o siquiera necesario? Sinceramente, creo que no. Entiendo que la defensa nacional no tiene por qu¨¦ comportar elementos mitificadores distintos de los funcionales, y que los ciudadanos encargados de ella, por tanto, s¨®lo pueden diferenciarse en las aptitudes y los conocimientos f¨ªsicos, ps¨ªquicos y t¨¦cnicos necesarios. Porque los valores morales que deben poseer o intentar alcanzar no pueden ser otros que los de la sociedad a la que pertenecen.
Pero, se me puede objetar, ?no es cierto que siempre se ha hablado, y no s¨®lo en nuestro pa¨ªs, de esas cualidades o virtudes como inherentes a la instituci¨®n militar? Para intentar dar respuesta coherente a esta interesante cuesti¨®n, analizar¨¦ una por una estas virtudes castrenses en una serie de pr¨®ximos art¨ªculos, tratando de dilucidar si efectivamente los militares han de ser diferentes o si simplemente esos valores, cuando son tales, lo son para toda la sociedad.
Entre tanto, qued¨¦monos con la idea de la necesidad de aproximaci¨®n por todos los medios entre el Ej¨¦rcito y la sociedad.
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