D¨ªa triste para la izquierda francesa
La noche del ?triunfo de Giscard? no fue menos triste que la noche del domingo anterior. Los unos, los de la mayor¨ªa, estaban menos preocupados porque ganaron por m¨¢s de lo previsto. Los otros, los de la izquierda, ya esperaban cualquier desgracia y su amarga decepci¨®n no les inspir¨® gran cosa, salvo al comunista se?or Marchais, ojeroso, m¨¢s nervioso que un calambre, amenazante: ?Pues ahora me voy; no cuenten m¨¢s conmigo? fulmin¨® un par de veces a lo largo de la noche televisiva. Y se levantaba. ?Por favor, se?or Marchais? le rogaban los animadores de la soiree de la TV. La vedette se sentaba de nuevo.Pero lo ya anunciado: velada gris, casi aburrida en la TV y en las calles desiertas, lo mismo que las sedes de los partidos. La tristeza y la falta de imaginaci¨®n fue la purga que, por razones opuestas, se ofreci¨® en la fauna pol¨ªtica y tambi¨¦n sus aleda?os. ?El pueblo m¨¢s miedoso de la tierra?, seg¨²n estimaci¨®n rabiosa de un militante socialista que merendaba en el cuartel general del PS, tom¨® las cosas con m¨¢s filiosof¨ªa: el s¨¢bado que precedi¨® a la primera vuelta, preocupado seguramente por haber coqueteado demasiado con la Uni¨®n de la izquierda, se queda en casa. Los restaurantes, los clubs nocturnos, abarrotados la v¨ªspera de cada ?d¨ªa del Se?or?, hicieron media entrada. Pero, tras el semifracaso de la oposici¨®n, el d¨ªa 12, el s¨¢bado ¨²ltimo, todo se encarril¨® de nuevo por los caminos de la sana locura subatina de las sociedades de consumo: ?No recuerdo atascos semejantes explic¨® el portero de un club. ?Ah¨ª tiene usted, los coches estacionados en triple fila. Cosa nunca vista. Y llevamos todala noche rechazando clientes. Son las elecciones. Quiero decir que el miedo ya pas¨®. ?
Los periodistas, los pol¨ªticos, los ?fans? no ingresar¨¢n en la cr¨®nica de la historia del dichoso voto hist¨®rico. En cada domicilio -en cada sede de partido quiere decirse- se instalaron buffets medio regulares y la morri?a de los unos, el triunfalismo muy bien disimulado de la derecha, como los cinismos y desazones o dolores verdaderos de la izquierda, se sacaron adelante comiendo y bebiendo: esto, en Francia, ni es noticia ni mucho menos historia.
Pero entre trago y trago no faltaron destellos de iron¨ªa, de mala uva, ni faltaron confesiones, ni desahogos. Un profesor de la Universidad de Vincennes, militante comunista, respondiendo a quien se lament¨® de la derrota de la izquierda: ?Pero, de todas maneras, no hay que olvidar que, por lo menos, hemos conjurado el peligro mayor, es decir, el peligro socialista.?
En un pasillo de la sede del PS se insinu¨® la posibilidad del final de la vida pol¨ªtica de Mitterrand: ?Calma, calma. En mayo del 68, los izquierdistas hasta lo corrieron por las calles de Saint Germain y menos mal que encontr¨® refugio en un porter¨ªa descuidada. Y, ya veis, la lata que ha dado despu¨¦s ... ?
El recuerdo de mayo del 68 inspir¨® a un periodista la siguiente par¨¢bola: ?Marzo del 78 es igual a mayo del 68, pero a nivel parlamentario. Ahora, como entonces, tras unas vacaciones cuasi revolucionarias, los franceses han hecho del voto bueno el supermercado de su tranquilidad.? El-pueblo franc¨¦s inspir¨® mucho esta noche de desuni¨®n de la izquierda y de exaltaci¨®n del giscardismo: ?Los franceses no cambian nada. Y cuando se deciden a cambiar algo, cambian las s¨¢banas de la carna.? La frase es de Napole¨®n y fue reestrenada por un experto en franceses, avezado y maduro.
Del que no se supo nada durante la noche del domingo fue del ganador del tinglado electoral: el presidente, se?or Giscard; parece ser que se retir¨® al castillo de Rambouillet con la familia para meditar la continuaci¨®n del ?giscardismo, la ¨²nica ideolog¨ªa de este final de siglo, al lado del mao¨ªsmo?, seg¨²n un comunicado p¨²blico de los j¨®venes giscardianos, hace un par de a?os, cuando regresaron de un viaje por la China del Mao a¨²n respirante.
El perdedor de la noche, Mitterrand, por el contrario, se hizo visible tarde, pero sereno ?como una vestal?, estim¨® la claque que com¨ªa y beb¨ªa triste y emocionada. El l¨ªder le ofreci¨® la mano al personal, sin problemas, hasta que un periodista le inquiri¨®: ??Qu¨¦ va a pasar con el programa com¨²n?? Mitterrand: ??Me pregunta usted como periodista o particularmente? ? El informador: ?Como periodista.? Y se acab¨® el di¨¢logo, porque el De Gaulle de izquierdas se alej¨® soberano, azotando la atm¨®sfera con un gesto que, poco m¨¢s o menos, quer¨ªa decir: ?Cu¨¢nta indiscreci¨®n, se?or ... ?
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