Henri Michaux
La expresi¨®n de un delirio consciente, de la deriva de una mente que trata de observarse sin vana ilusi¨®n acerca de su identidad, forma el universo pl¨¢stico con el que Henri Michaux lucha por alcanzar ?un m¨¢s all¨¢ de las palabras?. El m¨¦todo es elemental. Se trata, tal como se nos dice, de mirarnos en el espejo de? papel, asomarnos a ese abismo terrible que refleja el vac¨ªo del ser. Vernos inconmensurables, insondables. Y m¨¢s a¨²n, en la superficie nocturna de la serie de ? Fondos negros?. El ser como carencia apenas matizada por algunos trazos, tal vez algunos signos que se afanan por comunicar lo indefinible de la experiencia interior. Michaux ?nace a la pintura?, seg¨²n propia confesi¨®n, de un temprano encuentro con Ernst y Klee, y ya en sus primeros trabajos el automatismo de la l¨ªnea o de la mancha conformar¨¢ lo que en el desarrollo de su obra posterior no har¨¢ sino repetir. Raz¨®n ten¨ªa Octavio Paz al describir el encuentro de Michaux con la mescalina como una ceremonia de confirmaci¨®n que no logra sino hacer m¨¢s patente al poeta-pintor lo que hab¨ªa sido ya un camino de intuiciones. Y ese largo camino que conduce de 1925 hasta nuestros d¨ªas se hace obsesivamente unitario pese a la multiplicidad formal y t¨¦cnica de que hace gala.Unas veces la l¨ªnea, con su el¨¦ctrico temblor, ?busca? a tientas en el abismo de la hoja. Otras se complace en acuarelas donde el agua traiciona al pincel, favoreciendo la huida del color m¨¢s all¨¢ de la voluntad del trazo. M¨¢s lejos, signos e ideogramas, que semejan hom¨²nculos, se ordenan r¨ªtmicamente en un texto que quiere superar lo verbal, en un intento de expresar lo que les est¨¢ vedado a las palabras. Pero todo ello gira continuamente en torno a un mismo punto, el pozo inagotable al que Michaux se asoma, la herida en el papel a trav¨¦s de la cual quisiera vislumbrarse. Y, como ¨¦l mismo afirmaba en un fragmento de ?Passages?, en el dibujo involuntario, al garabatear mec¨¢nicamente, acaban siempre por aparecer ,series obsesivas de rostros, sue?os de ?una excesiva vida facial?. Es casi un t¨®pico el que los pintores no puedan eludir en cada una de sus obras el autorretrato, pero en Michaux, la imprecisi¨®n y ambig¨¹edad formal de los rostros, casi s¨ªgnicos, que se reiteran, parece confirmarle con su letan¨ªa la imposible identidad del ser.
Henri Michaux
Centro Georges PompidouPar¨ªs
Pocas veces la pr¨¢ctica de un pintor se revela tan rigurosa en su tarea de introspecci¨®n como en el caso de Michaux. Pocas, igualmente, resulta tan dif¨ªcil el enfrentarse a una obra en su totalidad. Por ello, en este momento, la iniciativa del Centro Georges Pompidou nos convoca a una cita ineludible con 250 trabajos, en los que el pintor se nos ofrece y se nos hurta a un mismo tiempo.
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