Francisco Molina
Francisco Molina se asoma al espect¨¢culo rotundo de la Naturaleza limpiando -valga el lema acad¨¦rnico-, fijando y dando esplendor al augusto ventanal de la propia Naturaleza. En cada una de sus obras el amanecer, atardecer o mediod¨ªa del caso se nos ofrecen intactos, incontaminados, primigenios, sin pista, signo o memoria de otros mediod¨ªas, atardeceres y amaneceres. Es como si el pintor quisiera trasladar o traducir, tierra adentro, lo que, oc¨¦ano afuera, nos dej¨® escrito el poeta Salvador Espr¨ªu: ?En las sendas del mar, ni vientos ni temporales dejan se?al.?No hay otra se?al en las lejanas perspectivas (tierra adentro, mirada adentro, horizonte adentro) de Francisco Molina que la luz de los ojos. Si de sol a sol transcurre la vida del hombre, y su diario despertar es, en cierto modo, un nacimiento renovado, la diaria contemplaci¨®n de Francisco Molina en verdad que equivale a un admirar y admirarse sin plazo, emprendido y vuelto a emprender cada ma?ana. La innegable belleza de sus creaciones obedece a limpieza y pertinacia, ?a las doscientas maneras -seg¨²n advirtiera en su tiempo Guido Reni- de hacer observar el cielo a trav¨¦s de la hermosura de los ojos?.
Francisco Molina
Galer¨ªa Kreisler Dos. Hermosilla, 8.
Francisco Molina se despierta y clarifica sus ojos en el s¨²bito, diario y renovado despertar de la Naturaleza misma, como si el d¨ªa que pas¨® no hubiera dejado se?ales ni recuerdos, del mismo modo que no los dej¨® el agua pasada el sol traspuesto, la sombra transcurrida. Se despierta el pintor, agudiza el mirar, frota y restriega el cristal de su ventana hasta hacer visibles e inmediatos los meridianos y paralelos que embalan y certifican la redondez del mapamundi: esmerada cuadr¨ªcula en que elimarcar y definir, con m¨¢gica precisi¨®n, el curso enigm¨¢tico de una nube, el gratuito crecimiento de un ¨¢rbol, el reposar infundado de la tierra sobre su propia espalda.
Y en esa tan aquilatada y reductiva angulaci¨®n del entorno hay riesgo. Ocurre, en efecto, que el elemantarismo intencionado en la concepci¨®n del mundo y su apenas sensible proposici¨®n a la mirada pueden dejar a medias tintas los empe?os puristas del pintor. A medias tintas se produce el arte de Francisco Molina. Un paso m¨¢s all¨¢, y la m¨¢s absoluta evanescencia disipar¨ªa el espect¨¢culo primario de las cosas. Un paso m¨¢s ac¨¢, y las cosas, por su propia incontaminaci¨®n, por su asepsia, hab¨ªan de parar en algo as¨ª como el recorte primoroso de una tarjeta postal. Bendito, en fin, sea el riesgo, si el artista lo asume y persiste, impert¨¦rrito, en el solo admirar y admirarse de cada amanecer.
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