Tribunales eclesi¨¢sticos
Como cat¨®lico practicante por tradici¨®n y convicciones personales, me he sentido profundamente desorientado, m¨¢s a¨²n, dolido, ante las distintas cr¨ªticas que vienen apareciendo en las p¨¢ginas de su peri¨®dico en torno al tema de los tribunales eclesi¨¢sticos, y en especial, sobre alg¨²n tribunal en concreto.Leer la carta al director publicada en ese peri¨®dico el pasado 2 de abril, firmada pot Berta Fraguas de Souto Crespo, en la que expone detalladamente las parcialidades, peque?eces, mezquinas maniobras del Tribunal Eclesi¨¢stico n¨²mero 5, de Madrid, es para sentirse profundamente entristecido por una manera tan deficiente, poco caritativa y tan injusta de prodigar la justicia humana. Bien es verdad que uno tiene entendido que el excelent¨ªsimo se?or cardenal est¨¢ seriamente empe?ado en eliminar corrupciones, purificar tr¨¢mites y conductas, lo cual es de agradecer. Pero ?no habr¨¢ que tranquilizar las conciencias de todos abriendo un expediente como se hace, o debe hacerse, en toda actuaci¨®n humana, a fin de revisar modos y ma neras de comportamiento de aque llos jueces eclesi¨¢sticos puestos en entredicho?
No debe olvidarse que la mejor ley humana puede ser perfectamente deficiente si las personas encargadas de llevarla a la pr¨¢ctica no son absolutamente honestas en su proceder, as¨ª como hombres probos pueden conseguir maravillas sirvi¨¦ndose de leyes m¨¢s deficientes en su formulaci¨®n.
Ojal¨¢ el se?or cardenal, autor de un buen decreto sobre la actuaci¨®n de los tribunales eclesi¨¢sticos, muy aplaudido en su d¨ªa, prosiga en su empe?o de purificar todo lo que sea escandalizante por parcial e injusto.
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