Huelga de maestros
UN CONFLICTO laboral ha puesto en pie de guerra a una importante cantidad de maestros y profesores en distintos puntos del pa¨ªs, y con resultados diversos y poco concluyentes para nadie. Si se observan las primeras cifras avanzadas, tanto de fuente oficial y patronal como por las propias centrales sindicales que han convocado el conflicto, los resultados son muy dispares: la huelga parece ser importante en la ense?anza estatal, a nivel nacional incluso, y muy poco seguida en los centros privados. Pero, independientemente de los balances finales, el revuelo armado en torno a esta huelga ha sido tal que las centrales habr¨¢n conseguido su objetivo -llamar la atenci¨®n nacional-, aunque el paro no haya alcanzado las proporciones previstas por sus organizadores,Hay algo que est¨¢ fuera de dudas para todo aquel que se considere dem¨®crata. Los maestros tienen el mismo derecho a la huelga que el resto de los trabajadores. En todos los pa¨ªses libres hay, por eso, paros de personal docente cuando los conflictos no son solucionables por el di¨¢logo. Ello causa evidentemente un da?o a la educaci¨®n de los ni?os y del alumnado en general, pero ¨¦ste no es argumento suficiente para descalificar un conflicto.
Los maestros, por tanto, aunque sean funcionarios, cuando lo son, tienen perfecto derecho a la huelga para defender sus intereses. La huelga estaba anunciada desde hace casi un mes, convocada desde el 28 del pasado en la ense?anza estatal, y, s¨®lo en Madrid, 218 centros la hab¨ªan pedido ya sin recibir respuesta. Las irregularidades denunciadas en la convocatoria por el Gobierno Civil ser¨ªan fundamentalmente el no haber se?alado en cada caso los comit¨¦s de huelga. Pero de ah¨ª a calificar, como se ha hecho, de ilegal la huelga, va un gran paso. La huelga parece legal y no tan irregular como se ha querido decir.
Un maestro nacional gana 31.000 pesetas al mes en la ense?anza estatal y 26.000 en la privada, y hay personal no docente o docente en preescolar cuyos sueldos oscilan entre las 14.000 y 15.000 pesetas. En un pa¨ªs cuyo problema principal es el de la educaci¨®n y la cultura, los maestros han sido sacrificados a otras prioridades menos justas, y hasta la palabra maestro se ha desvalorizado de tal manera en su status social que incluso sus protagonistas prefieren utilizar el espantoso y burocr¨¢tico galicismo de ense?antes.
Las reivindicaciones de los maestros espa?oles existen y deben ser justamente atendidas por sus patronos, sean el Estado -donde cabe la culpa mayor- o los empresarios privados. Y la primera reivindicaci¨®n deber¨¢ ser la de devolver al maestro su categor¨ªa y dignidad, respetarle sus derechos, sostenerle en su dif¨ªcil misi¨®n y retribuirle justamente su entrega a unservicio p¨²blico absolutamente fundamental y prioritario.
Se dice que esta huelga -aunque en realidad son dos huelgas, no se olvide- tiene tambi¨¦n un car¨¢cter pol¨ªtico. Estamos en puertas de una nueva guerra de religi¨®n: la lucha entre los partidarios de la ense?anza p¨²blica estatal y la de los que defienden la privada. El art¨ªculo 28 del anteproyecto de Constituci¨®n. que aborda el tema, ha provocado la ruptura del consenso entre los partidos, y ha sido enmendado desde la derecha y desde la izquierda. La izquierda puso un techo a las subvenciones a la ense?anza privada en los pactos de la Moncloa, pero el texto constitucional consagra el derecho a la libertad de ense?anza y de creaci¨®n de centros docentes.
Por debajo de las reivindicaciones concretas de los maestros circula tambi¨¦n, por eso, una dial¨¦ctica pol¨ªtica soterrada de primera magnitud, que es l¨®gicamente aprovechada por los partidos de oposici¨®n y centrales sindicales. Las otras reivindicaciones de los profesores, como el estatuto de centros, la gesti¨®n democr¨¢tica de los mismos y el pluralismo en el interior de los centros, son acusadamente pol¨ªticas, y es probablemente una l¨¢stima que los temas se entrecrucen, pues a la postre la politizaci¨®n del conflicto s¨®lo puede perjudicar a los intereses generales de los maestros, sea cual sea su ideolog¨ªa. Probablemente tambi¨¦n por eso el resultado de la huelga ha podido ser m¨¢s pobre de lo previsto en cuanto a seguimiento.
Todo esto debe servir, en cualquier caso, de reflexi¨®n. Es preciso saber cu¨¢l es la aut¨¦ntica situaci¨®n de la educaci¨®n en Espa?a, las necesidades para establecer en primer lugar una educaci¨®n gratuita y, obligatoria para todos hasta el final de la ense?anza b¨¢sica, conocer claramente el estado de los centros oficiales y privados, alentar a la iniciativa privada para que vaya all¨ª donde m¨¢s se la necesita y no all¨ª donde hace mejor negocio; y que la libertad sea real para todos -y no s¨®lo una palabra manipulada-, tanto en la creaci¨®n como en la gesti¨®n de centros. Esta batalla es, a nuestro juicio, prioritaria y nacional, y si el conflicto de los maestros ha servido, al menos, para ponerlo de relieve es un: farise¨ªsmo rasgarse las vestiduras ante ¨¦l.
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