Intelectuales contra la Rep¨²blica
??Para qu¨¦ ha servido todo esto?? Para qu¨¦ ha servido ser torturada por los nazis cuando, 33 a?os despu¨¦s, se encuentra ante el mismo tribunal y bajo la misma acusaci¨®n? Esa pregunta de la Abuela Mao, la vieja quincallera de Tur¨ªn complicada en el proceso contra los jefes hist¨®ricos de las Brigadas Rojas, ha tenido una extra?a e inesperada respuesta por parte de algunos intelectuales italianos: no ha servido para nada. El Estado republicano, surgido de las ruinas del r¨¦gimen fascista, del que Aldo Moro ha sido uno de sus padres constitucionales, no vale para nada.El primero en romper el fuego fue Leonardo Sciascia, de 56 a?os, novelista de ¨¦xito, siciliano, gran conocedor de Espa?a y autor de un libro que hoy resulta literatura de anticipaci¨®n (en su obra Todo modo Sciascia relata la muerte misteriosa de un grupo de dirigentes democristianos durante unos ejercicios espirituales ignacianos). ??Vale la pena defender al Estado que tenemos? Hace diez meses dije: as¨ª como es, no, no vale la pena defenderlo. Hoy digo: as¨ª como est¨¢ volvi¨¦ndose somos nosotros los que debemos defendernos de ¨¦l.? Esa ha sido la respuesta de Leonardo Sciascia. Su argumentaci¨®n es la siguiente: ?Comprendo, pero no apruebo, que muchos est¨¦n dispuestos a cambiar libertad y dignidad por un poco de orden p¨²blico, de seguridad (...). El restablecimiento del orden p¨²blico siempre lo hemos pagado caro, al precio de un m¨¢s autentico y profundo desorden, que corroe incluso a las mentes m¨¢s l¨²cidas y a las conciencias m¨¢s puras (...). He estado muy pr¨®ximo a los comunistas y no me siento en nada anticomunista (...). Pretender¨ªa de ellos, deber¨ªan pretenderlo todos, deber¨ªa pretenderlo sobre todo la clase obrera, algo que todav¨ªa no hemos visto: que no entrasen en el Gobierno del Estado por la puerta de la represi¨®n.?
"Ni con el Estado, ni con las Brigadas Rojas"
Otro de los intelectuales que han intervenido en la pol¨¦mica suscitada despu¨¦s del secuestro de Aldo Moro ha sido el viejo y grande Alberto Moravia. El autor de La romana argumentaba que un intelectual se siente ?ciudadano como todos los dem¨¢s?, aunque no pueda ?sentirse implicado y participar de la misma manera que los otros?. Lo que experimenta Moravia es una sensaci¨®n de haberlo vivido ya, de Iejan¨ªa, que ?no es indiferencia, sino rechazo desgarrador de impotencia?: el convencimiento de que ?la historia se repite lamentablemente, Y no ense?a nada?. Moravia concluir¨¢, rotundo, con una frase muy discutida por lo que afirma y muy comentada por lo que tiene de consigna: ?Los grupos matan simb¨®licamente; el Estado, estad¨ªsticamente?.
Las posiciones ecl¨¦cticas de un Sciascia o un Moravia cristalizar¨ªan pocos d¨ªas despu¨¦s del secuestro de Moro en un eslogan enarbolado por Lotta Continua, publicaci¨®n de la izquierda extraparlamentaria: ?Ni con el Estado. ni con las Brigadas Rojas.? Un estado de opini¨®n que se traducir¨ªa al cabo de pocos d¨ªas en una f¨®rmula m¨¢s refinada, beligerante: ?Contra el Estado y contra las Brigadas Rojas.? Es as¨ª como se identifican, por los extremos, el pasivismo de la derecha ultra, representado en la primera frase, y el activismo de la ultraizquierda, que hace suya la segunda.
El silencio que se reprochaba a los intelectuales se transformaba semanas despu¨¦s, por exceso, en locuacidad. ?El alejamiento del que habla Moravia no me convence, es demasiado f¨¢cil?, escribe Luigi Compagnone en La Stampa. ?Aislar el terrorismo no puede significar aislar el disentimiento? afirma Forcella en las p¨¢ginas de La Repubblica. ?Las culpas de los dirigentes pol¨ªticos pueden ser muchas y graves, pero si nuestro ideal moral considera un valor irrenunciable el respeto por la vida humana, no son equiparables los errores pol¨ªticos con los horrores del terrorismo?, dice a su vez, en La Stampa, Francesco Barone. Y Rosario Romeo, en L?Unita: ?Ante un pa¨ªs todav¨ªa conmocionado por el alevoso suceso de Via Fani? (la calle en que fue secuestrado Moro), ?intelectuales de fama han venido a proclamar su neutralidad entre v¨ªctimas y agresores?. (...) Se descubre con tonos de gravedad cient¨ªfica que ocultan ignorancias abisales, que el SIM (el Estado Imperialista Multinacional del que hablan las Brigadas Rojas) ?es una realidad y que el ¨²nico error de los brigadistas es creer que pueden combatirlo con metralleta y bombas?.
El T¨ªber y el Po no bajan llenos de cad¨¢veres
El contrapunto lo pondr¨¢ Dacia Maraini, precisamente la compa?era de Alberto Moravia (¨²ltimamente se dec¨ªa en Roma que se han separado). Dacia Maraini escrib¨ªa en Paese Sera, a prop¨®sito de las Brigadas Rojas: ?He aqu¨ª a nuestros h¨¦roes de la revoluci¨®n que se comportan como si estuvieran en Guatemala, o en Chile, o en Argentina, como si nuestra Universidad estuviera desierta y silenciosa, como si los p¨¢rrocos y las monjitas hubieran sido encarcelados por haber hablado de amor cristiano, como si aqu¨ª existiese un solo partido, nada m¨¢s que peri¨®dico y cada vez que un grupo de cinco personas se re¨²ne a jugar a las cartas la PoIic¨ªa tuviera el derecho de arrestarlas y torturarlas: como si los r¨ªos T¨ªber y Po bajaran llenos de cad¨¢veres de obreros y campesinos. Con sus proclamas siempre m¨¢s gen¨¦ricas y peyentorias nuestros h¨¦roes quieren hacernos creer que es as¨ª. Pero en Guatemala y en Chile la gente combate y muere precisamente por tener sindicatos, partidos y libertad de expresi¨®n, porque se ponga fin a la tortura y el asesinato pol¨ªtico, es decir, todos los derechos que nuestros h¨¦roes desprecian.?
El caso es que los intelectuales italianos (algunos, no todos) han confundido en sus intervenciones el Estado con la gesti¨®n pol¨ªtica, que se trata de defender no al Estado democristiano, sino al nacido de la resistencia antifascista y de la Constituci¨®n republicana, que en los ¨²ltimos treinta a?os el Partido Comunista ha intentado aunar movimiento obrero y democracia. Y que en ese mismo tiempo, el partido de Aldo Moro, pese a su corrupci¨®n y clientelismo, ha dado al pa¨ªs derechos personales, reales, no inscritos en la Constituci¨®n del 48, aunque repugnara a su visi¨®n cristiana del mundo. Por ejemplo, el derecho al divorcio y al aborto. Es decir, que ha realizado un esfuerzo de secularizaci¨®n ideol¨®gica v de aproximaci¨®n a la izquierda nada despreciable.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.