Nuevo intento en las SALT
EL SECRETARIO norteamericano de Estado, Cyrus Vance, ha abierto en Mosc¨² el tercer intento de la Administraci¨®n Carter para llegar a un entendimiento con los sovi¨¦ticos sobre c¨®mo renovar las interrumpidas conversaciones sobre limitaci¨®n de armas nucleares estrat¨¦gicas, conocidas como SALT II. En dos visitas a la capital sovi¨¦tica, en marzo y octubre, durante el primer a?o de Carter en la Casa Blanca, el negociador nato de la presente Administraci¨®n estadounidense, Vance, apenas consigui¨® de la URSS una promesa t¨¢cita de ratificaci¨®n del inter¨¦s que el Kremlin mantiene por la pol¨ªtica de distensi¨®n -heredada de la ¨¦poca Nixon- y de sus deseos de llegar a un pronto acuerdo con Washington en el control del armamento nuclear que complete y extienda los acuerdos SALT I, de 1972, y los posteriores de VIadivostock, en 1974.Cuando Vance inici¨® ayer sus primeras conversaciones con los dirigentes del Kremlin se dispon¨ªa de un acuerdo SALT II que tiene un texto definitivo completado en un 90 %, seg¨²n palabras del presidente Carter. Sin embargo, el restante 10 %, donde no s¨®lo se ocultan temas t¨¦cnicos, sino los m¨¢s espinosos de la esfera pol¨ªtica, puede ser m¨¢s dif¨ªcil de terminar que las largas conversaciones que ambas partes han mantenido desde la hist¨®rica firma en 1972, por el presidente Nixon y Le¨®nidas Brejnev, del primer acuerdo de limitaci¨®n de la carrera armamentista.
En la esfera pol¨ªtica, el principal obst¨¢culo para un pronto y necesario acuerdo en las SALT II habr¨ªa que centrarlo en el continente africano y en la pol¨ªtica de supremac¨ªa que ambas potencias se esfuerzan en llevar a cabo en la soluci¨®n de los l¨®gicos conflictos de la joven Africa. Durante la ¨¦poca Kissinger, el tema de Angola dificult¨® durante cerca de tres a?os un entendimiento global en la pol¨ªtica de distensi¨®n. El nuevo problema se llama ahora Rodesia, una vez que parece superado, aparentemente, el que existi¨® en la frontera des¨¦rtica del Ogaden entre Somalia y Etiop¨ªa.
En la cuesti¨®n de Rodesia, la Administraci¨®n Carter se ha esforzado, gracias a la presencia en ella del controvertido embajador ante la ONU, Andy Young, por defender unos planteamientos pol¨ªticos diferentes a los que fracasaron en Angola. Con la oposici¨®n del asesor presidencial para asuntos de seguridad nacional, Zbigniew Brzezinski, el embajador de color mantiene que Estados Unidos debe defender unos principios de moralidad y justicia en el entendimiento con el Africa negra. Por el contrario, Brzezinski ha modificado muy ligeramente la visi¨®n kissingeriana de la contenci¨®n de la influencia sovi¨¦tica y a su peso pol¨ªtico en la oficina oval se puede achacar las fuertes cr¨ªticas que, peri¨®dicamente, parten de Washington sobre la penetraci¨®n marxista, v¨ªa Cuba, en el continente africano.
El resultado de estas diferencias ideol¨®gicas en el seno de la Administraci¨®n Carter ha sido de doble vertiente. Por un lado, Carter aparece debilitado ante su propio apoyo pol¨ªtico interno y, como consecuencia, tiene que afrontar una serie de cr¨ªticas que una pol¨ªtica m¨¢s coherente le ahorrar¨ªa. Por el otro, los sovi¨¦ticos renuncian a entenderse con un presidente que, adem¨¢s de tener su futuro pol¨ªtico condicionado en las elecciones de 1980, muestra diariamente signos tan contradictorios como su posici¨®n paloma en el tema de la bomba de neutrones y su actitud ¨¢guila en la cuesti¨®n del reparto de influencias en Africa.
En este contexto pol¨ªtico, Carter ha decidido enviar a Vance a Mosc¨² para tratar de sacar el punto muerto en que se encuentran, desde octubre de 1977, las conversaciones SALT. El ¨²nico dato nuevo, al menos conocido, que Vance se lleva consigo para ofrecer a los sovi¨¦ticos es la postura anti-bomba de neutrones. Para los sovi¨¦ticos, esta actitud tendr¨ªa que ser positiva, vista la decidida campa?a que han llevado a cabo contra este nuevo artefacto de la tecnolog¨ªa nuclear. Pero, y lo han dicho a trav¨¦s de Tass, su actitud no va a cambiar.
El entendimiento en las SALT debe partir, objetivamente, de posiciones de mutua renuncia, y ambas potencias tienen la responsabilidad ante el resto del mundo de mostrar moderaci¨®n en una disyuntiva que amenaza, por igual, a todas las naciones del Planeta. A Mosc¨² quiz¨¢ le corresponda ahora el turno de la humildad, y es de esperar que mantenga una actitud de similar benevolencia y renuncia en el desarrollo de otras armas, como los supermisiles SS-20, que hoy amenazan, aunque a muy largo plazo con romper el dif¨ªcil equilibrio nuclear. Porque, desgraciadamente, todav¨ªa estamos en la era de paz conseguida a trav¨¦s del miedo mutuo a la destrucci¨®n total.
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