La transici¨®n de Espa?a y la jungla internacional
Secretario general de Alianza Popular
La jungla estaba lejos. Si hay algo diferente de la jungla salvaje, de la selva misteriosa, de la fraga llena de rumores, es la campi?a brit¨¢nica y los parques de las viejas casas se?oriales. Pocos ambientes m¨¢s adecuados para una discusi¨®n civilizada, como la que acabamos de tener un grupo de estrategas, diplom¨¢ticos y pol¨ªticos, sobre la eventual entrada de Espa?a en la OTAN, en Ditchley Park, una vieja casa brit¨¢nica cerca de Oxford.
Pero m¨¢s all¨¢ de los viejos y elegantes salones y del cuidado .parque se sent¨ªan verdaderamente los bramidos de las fieras. Porque la tercera guerra mundial tendr¨¢ lugar o no, pero ha comenzado ya (lo cual no es ninguna contradicci¨®n). Las posiciones de combate est¨¢n siendo ocupadas; las bases cambian de mano; Moro sigue secuestrado; la bomba de neutrones (¨²nica que puede parar los millares de tanques rusos, que son el nuevo ?rodillo apisonador?) contin¨²a aplazada, y la defensa se convierte, para todos, en la cuesti¨®n primordial.
James Burnham se?al¨® ya el comienzo de la tercera guerra mundial, en abril de 1944, con motivo de un mot¨ªn de la Marina griega, promovido por los comunistas en el puerto de Alejandr¨ªa. Otros lo han situado en la guerra civil griega de 1946, que dio lugar a la intervenci¨®n inglesa y luego al Punto IV de Truman, para la defensa de Grecia y de Turqu¨ªa otros, en el golpe de Praga de 1948, que dio comienzo a la llamada ?guerra fr¨ªa?.
Pero lo cierto es que, guerra fr¨ªa o guerra caliente, no ha habido paz, ni estabilidad internacional en los ¨²ltimos treinta a?os. Jam¨¢s, entre dos generaciones, ha cambiado tanto el mapa pol¨ªtico mundial como en los ¨²ltimos treinta a?os. Toda la Europa oriental ha ca¨ªdo bajo el tel¨®n de acero, y su infame s¨ªmbolo en el muro de Berl¨ªn. China se ha convertido en otra gran potencia revolucionaria; la guerra de Vietnam ha variado el equilibrio del sureste. asi¨¢tico; no hay quien reconozca la situaci¨®n del Oriente Medio; Africa est¨¢ siendo sucesivamente apartada de sus contactos europeos y americanos y controladas las rutas que la bordean por ambos lados, por donde pasa la mayor parte del petr¨®leo; y en el mismo Caribe, en el Mediterr¨¢neo americano, se han producido crisis grav¨ªsimas, como la de los cohetes rusos.
No ha habido, por tanto, ?Coexistencia pac¨ªfica?; lo ¨²nico que se ha producido es una serie de guerras limitadas, pero de un alcance decisivo para la historia del mundo. El hecho no es nuevo; mientras las potencias europeas discut¨ªan con guerras interminables la posesi¨®n de una plaza en Flandes o en el Rh¨ªn, un pu?ado de conquistadores espa?oles cambiaban el destino de Am¨¦rica, o unos marinos ingleses el de la India.
Estas tensiones han producido numerosas crisis en que estuvo en peligro la guerra total, como el bloqueo de Berl¨ªn o la citada de los missiles instalados por Krutschof en Cuba. En todos los casos el Kremlin cedi¨® siempre que vio energ¨ªa en la resistencia; pero siempre supo que contaba con una ventaja, la mayor continuidad de su estrategia global.
Que existe un plan para la hegemon¨ªa mundial sovi¨¦tica no es ninguna suposici¨®n. Como en el caso de Hitler, bastaba haber le¨ªdo Mi lucha para saber cu¨¢les eran sus intenciones; todo estaba anunciado previamente. Cualquiera que haya le¨ªdo el libro de Lenin sobre el Imperialismo (1917) y el programa de la Internacional Comunista (redactado en 1924 y definitivamente aprobado por el Komintern en 1928) sabe perfectamente a qu¨¦ atenerse. M¨¢s recientemente, dos art¨ªculos de Boris Ponomaref, publicados en la revista Kommunist, en 1971, y en la Revista Marxista Mundial, en 1974, ponen al d¨ªa una estrategia que no tiene nada de inventada ni secreta.
Ponomaref nos dice que el ?proceso revolucionario mundial? continuar¨¢ hasta completarse. Sus elementos son, en primer lugar, la crisis inevitable del capitalismo, que hay que destruir por todos los medios, haciendo imposible el funcionamiento de las empresas. En segundo lugar, la infiltraci¨®n de los partidos socialdem¨®cratas y de los sindicatos obreros. En tercer lugar, la crisis de la energ¨ªa, que hay que explicar a fondo; de ah¨ª la ofensiva contra las centrales nucleares, en particular. En cuarto lugar, los conflictos en el Tercer Mundo; Mosc¨² acaba de ense?arnos c¨®mo se cambia de mano, pasando a ayudar a Etiop¨ªa en vez de Somalia, seg¨²n el momento. En quinto lugar, los movimientos de liberaci¨®n nacional, y en general las guerrillas, el terrorismo, etc¨¦tera.
Repito que todo est¨¢ escrito y no hay que inventar nada. Y por lo mismo, la carga de la prueba corresponde a los que diciendo todo esto, luego juegan a confundir la opini¨®n, con alegaciones pacifistas o de defensa de los derechos humanos.
En este momento, en el cual Moro se debate en una ?prisi¨®n del pueblo? y no sabemos por d¨®nde anda el famoso ?Carlos?; en que jefes de Gobierno y altos diplom¨¢ticos son secuestrados e interrogados sin piedad, se nos habla por unos de desarmar al Estado o de suprimir la pena de muerte; por otros, de pacifismo, de distensi¨®n y de neutralidad.
La operaci¨®n ?distensi¨®n? consiste en estabilizar en Europa lo mucho conseguido ya, consolidando las conquistas y los sat¨¦lites, sin perjuicio de mantener la presi¨®n sobre el resto, con una clara superioridad militar. Las conferencias de Helsinki y de Belgrado desarrollan una idea que los sovi¨¦ticos acariciaban ya desde 1966. Entretanto, manos libres en Asia y en Africa. Es como los tratados de paz de Inglaterra con Espa?a, en los siglos XVI y XVII, que pon¨ªan fin a las hostilidades en Europa, pero permit¨ªan seguir funcionando a los corsarios y filibusteros en Am¨¦rica.
Esta es la situaci¨®n y no otra. Con las siguientes agravantes. Cualquiera que conozca la evoluci¨®n del equilibrio militar sabe que la superioridad militar americana se ha convertido en paridad, incluso en el terreno naval, y que esa paridad de fuerzas ya no est¨¢ compensada tampoco con una franca superioridad tecnol¨®gica. Por lo mismo, es necesaria una participaci¨®n, con todas las consecuencias, en el sistema de defensa de nuestro mundo.
La neutralidad no se escoge libremente, a no ser que se disponga de una libertad basada, como en la Inglaterra victoriana, en una superioridad total, en la industria y en el poder naval. Se puede ser neutral por una larga tradici¨®n hist¨®rica, como Suiza; por un tratado garantizado por todos, como Austria; por una posici¨®n marginal, como la de Suecia. No se puede serio en una posici¨®n geogr¨¢fica clave, como la de Espa?a.
Nuestra patria se encuentra en medio de una dif¨ªcil transici¨®n pol¨ªtica. Los que piensan que hay que echar balones fuera y aplazar los problemas se equivocan. Son a?os de decisi¨®n. Tenemos que ocupar nuestro sitio exacto en el mundo actual. Si dejamos, por indecisi¨®n o por incapacidad, pasar el tren de la historia, no tendr¨¢n soluci¨®n nuestros problemas econ¨®micos, sociales y pol¨ªticos.
La v¨ªa internacional es m¨¢s que nunca una jungla. No hay sitio en ella para los incautos. Durante a?os hemos dejado pasar tinas y otras coyunturas; ya no se puede vacilar. Hablando con franqueza, Espa?a no se puede permitir otro 1898.
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