Eva Merton, Pl¨¢cido Domingo y Ros Marb¨¢, en "Manon Lescaut"
Con evidente anticipaci¨®n, el abate Prevost supera el erotismo galante de la Francia dieciochesca para anunciar una pasi¨®n de estilo rom¨¢ntico. Man¨®n y su historia amorosa forma parte de las Memorias y aventuras de un hombre de condici¨®n, siete gruesos tomos publicados entre 1728 y 1731. El mismo Prevost fue un tipo rom¨¢ntico con ese su ir y venir del convento a la milicia y de la milicia a la pasi¨®n. Que la c¨¢lida y refinada aventura del caballero Des Grieux y su amante preludiaba los gustos del XIX lo demuestra el hecho de que s¨®lo los rom¨¢nticos se entusiasmaron con ella hasta convertirla en modelo sentimental con su dosis de llano naturalismo.Cuando parte del triunfo, y hasta de la raz¨®n de ser, de la ¨®pera resid¨ªa en llevar a la escena l¨ªrica las lecturas habituales, Man¨®n Lescaut ten¨ªa que tentar y tent¨® a varios compositores, desde Halevy con su ?ballet? (1830) hasta Puccini con la primera de sus grandes piezas (1893), pasando por Auber, cuya Man¨®n obtuvo un considerable triunfo en 1856 y Massenet, la sola Man¨®n que permanece en el repertorio junto a la versi¨®n pucciniana y que data de 1884. Diez a?os despu¨¦s, el mismo compositor vuelve al personaje y su ambiente en el Retrato de Man¨®n.
Todos los autores est¨¢n de acuerdo -y hace bien Sope?a en subrayarlo- que el m¨®vil para Puccini debi¨® ser antes que la ?historia?, el mismo personaje de la protagonista. Lo que no quiere decir que olvidase rodearla de un ambiente que est¨¢ tanto en el escenario como en las voces y la orquesta. Despu¨¦s de La Villi y del mussetiano Edgard (para cuyo estreno en el Real vino a Madrid el compositor), la personalidad de Puccini aparece completamente definida en Man¨®n Lescaut, ¨®pera dif¨ªcil de entender en su tiempo, por lo que fue mal comprendida, y de interpretar en cualquier tiempo. Por eso tiene m¨¦rito la representaci¨®n que acabamos de aplaudir en la Zarzuela como inauguraci¨®n del XV Festival de la Opera, un esfuerzo organizativo y econ¨®mico del Ministerio de Cultura, flanqueado por el entusiasmo de los ?Amigos de la Opera?.
Pl¨¢cido Domingo encarn¨® a Des Grieux de manera soberbia: musical, brillante, caluroso. Poco importa que debido a cierta indisposici¨®n un par de agudos no quedasen atacados con la perfecci¨®n habitual de Domingo. Ver y escuchar ¨®pera no es funci¨®n cineg¨¦tica en la que los agudos son liebres y el p¨²blico y cr¨ªtica su avezado cazador. As¨ª pues, el trabajo del gran tenor espa?ol puso en evidencia, una vez m¨¢s, todos sus m¨¦ritos, tan dignos de resaltar como los de su pareja, Eva Merton, due?a de una bella voz y en posesi¨®n de un talento interpretativo nada com¨²n. Los personajes quedaron as¨ª vivos de toda humanidad, expresivos, po¨¦ticos y dram¨¢ticos en su discurrir por la c¨¦lebre ?narraci¨®n l¨ªrica? de Puccini. Vicente Sardinero (Lescaut) y Alfredo Mariotti (Geronte) enaltecieron sus cometidos con gran nobleza de estilo, as¨ª como Manuel Cid (Edmondo) y el resto del reparto: P¨¢ramo, Ferrer, Mar¨ªa Arag¨®n, Gallego, Porras y Plazas.
Escenarios de buena ley, incluso brillantes, una ?regie? inhabitual en nuestros pagos a cargo de Piero Faggioni, lucida intervenci¨®n de coros y orquesta (Nacional y RTVE, respectivamente) y en fin, una direcci¨®n musical de primera clase completan el elenco y justifican el ¨¦xito. Antonio Ros Marb¨¢, sac¨® el m¨¢ximo partido a los ensayos de que dispuso hasta hacernos olvidar que est¨¢bamos ante un montaje aislado y no asistiendo a una temporada regular. Ros saca m¨²sica hasta el fondo de donde la haya, crea clima, anima el impulso l¨ªrico y evita cualquier exceso. Hay que anotar que la representaci¨®n de todos y cada uno de los t¨ªtulos programados gozar¨¢ de amplia proyecci¨®n popular: la tercera funci¨®n se ofrece a precios muy reducidos y, por otra parte, Radio y TV, transmiten en directo o diferido, la totalidad del XV Festival. Falta, y es muy de lamentar, la ¨®pera espa?ola que, hasta hace un par de a?os, sol¨ªa incluirse.
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