Un programa de planeamiento para Madrid
Director T¨¦cnico de Planeamiento Metropolitano de Coplaco
Puede resultar t¨®pico afirmar a estas alturas, que la situaci¨®n urban¨ªstica de Madrid y la forma en que se produce el desarrollo de la ciudad, constituyen un tema pol¨ªtico de primera magnitud, tanto por los conflictos sociales impl¨ªcitos, como por los niveles de ineficiencia general a que se ha llegado. La opini¨®n p¨²blica se ha manifestado ya de forma inequ¨ªvoca.
Por el contrario, no parece que exista mucha claridad, sobre la forma en que podr¨ªa abordarse la salida de esa situaci¨®n, ni sobre los medios e instrumentaci¨®n que ello requiere. Por una parte, desde los barrios, aparecen las justas reclamaciones de quienes m¨¢s directamente padecen las consecuencias m¨¢s agudas de la situaci¨®n, como punzantes problemas cotidianos, urgiendo a una inmediata resoluci¨®n de los mismos en forma de atenci¨®n a los conflictos localizados en cada fragmento urbano. Por otra parte, se plantea tambi¨¦n con urgencia, la atenci¨®n al inmediato futuro, con exigencias de suelo para urbanizaci¨®n, m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites establecidos para ello por el plan vigente, bajo la pretensi¨®n de modificaciones puntuales de la edificabilidad del suelo r¨²stico.
Una de las consecuencias m¨¢s peligrosas de todo ello, sobre la que es preciso alertar a la opini¨®n general, es que pueda conducir a actuar, o a exigir que se act¨²e, respondiendo sobre la marcha a las demandas inmediatas, tal y como ¨¦stas vayan produci¨¦ndose, renunciando con ello a una visi¨®n global previa del conjunto de los problemas, que ordene y jerarquice los mismos en funci¨®n de una estrategia general, garantizadora de una racional y justa asignaci¨®n de los recursos, y de una ¨®ptima localizaci¨®n de las actividades, as¨ª como tambi¨¦n, en funci¨®n de una cierta idea intencionada de c¨®mo se desea que se produzca el reacondicionarniento y el desarrollo de la ciudad. Es la desnuda alternativa entre planear o no hacerlo, entre intervenir con una cierta voluntariedad para incidir con unos objetivos, en los procesos de organizaci¨®n urbana, o dejar que estos queden determinados por presiones aleatorias y circunstanciales. La elecci¨®n es fundamental y condicionante, puesto que implica que se acepte o no que el futuro de Madrid sea una simple extrapolaci¨®n del present¨¦, que siga o no fij¨¢ndose poblaci¨®n en el conjunto de n¨²cleos del ¨¢rea metropolitana, que puedan salvarse en mayor o menor medida los recursos naturales de la sierra, con todo lo que estas disyuntivas significan.
Formalmente, la situaci¨®n est¨¢ definida, como es sabido, por la existencia de un plan de ordenaci¨®n de 1963 (escasamente respetado y ampliamente sobrepasado en muchas de sus previsiones por el desarrollo urbano posterior), as¨ª como por siacesivos mandatos gubernamentales, desde 1971, para proceder a la redacci¨®n de un nuevo plan actualizado, que no han sido cumplidos al tropezar los repetidos intentos con dos clases de dificultades: falta de definici¨®n y variaci¨®n de los objetivos, por una parte, y carencia de medios e instrumentaci¨®n adecuados, por otra. Es evidente que una operaci¨®n de planeamiento que quiera abordar seriamente el conjunto de los problemas de Madrid, no tiene m¨¢s remedio que plantearse como una de las primeras cuestiones, la del tama?o deseable para la capital y la influencia de su crecimiento, sobre todo un amplio territorio circundante y especialmente sobre los n¨²cleos urbanos incluidos en ¨¦l, puesto que lo que en el futuro vaya a ser Madrid est¨¢ en ¨ªntima relaci¨®n con lo que vaya a ocurrirles a Avila, Cuenca, Guadalajara, Segovia y Toledo, como receptoras de una posible desviaci¨®n del crecimiento de la capital. Si se repasa la anterior experiencia planeadora sobre Madrid, aparte de obtenerse escaso est¨ªmulo, pueden deducirse algunas interesantes ense?anzas para no repetir propuestas ilusorias basadas tan solo en decisiones t¨¦cnicas no respaldadas por garant¨ªa alguna de apoyo pol¨ªtico real. Por eso, en la nueva situaci¨®n del pa¨ªs, es preciso que las decisiones no sean tomadas por los t¨¦cnicos, sino definidas por las fuerzas pol¨ªticas, y que el proceso de esa definici¨®n se haga por medio de acuerdos mayoritarios y por encima de la pol¨ªtica de los partidos. As¨ª se podr¨ªa exigir luego el cumplimiento del plan y de la instrumentaci¨®n de las recomendaciones que lo acompa?en, al Gobierno que le correspondiese administrarlo. Una comisi¨®n de parlamentarios actuar¨ªa como interlocutor de los ¨®rganos urban¨ªsticos de la Administraci¨®n para garantizar el proceso. De esta manera habr¨ªa un acuerdo previo sobre los t¨¦rminos de referencia de la ordenaci¨®n territorial, sobre cuya base se podr¨ªa redactar un documento de planeamiento cuya forma, de acuerdo con las posibilidades ofrecidas por el ordenamiento jur¨ªdico, habr¨ªa de ser la del Plan Director Territorial de Coordinaci¨®n, que proporcionar¨ªa las directrices de ordenaci¨®n del marco f¨ªsico en que habr¨ªan de desarrollarse sus propias previsiones, as¨ª como el modelo territorial en que se coordinar¨ªan posteriormente las decisiones de elaboraci¨®n del nuevo plan del ¨¢rea metropolitana, los l¨ªmites de la cual habr¨¢n de ser modificados, sin duda, a la vista de las transformaciones operadas desde su definici¨®n en 1963. Pero el plazo necesario para la elaboraci¨®n y aprobaci¨®n de estos documentos, as¨ª como el necesario para que su presencia operativa como norma jur¨ªdica vinculante pudiese dejarse sentir, resulta incompatible con la urgencia de atenci¨®n a determinados aspectos conflictivos de la situaci¨®n actual que no pueden esperar tanto. Por ello, ser¨ªa necesario abordar desde el principio un programa paralelo de acciones inmediatas, capaz de incidir en la realidad durante el per¨ªodo de transici¨®n. Constituir¨ªa, por s¨ª mismo, una forma de planeamiento a corto plazo, con un tratamiento fraccionado, por descomposici¨®n del complejo todo metropolitano en m¨²ltiples unidades de problem¨¢tica m¨¢s f¨¢cilmente abordable, estudiada con la participaci¨®n directa de los usuarios de cada fragmento de ciudad, y ser¨ªa, al mismo tiempo, base fundamental para la posterior elaboraci¨®n del propio planeamiento de conjunto. As¨ª pues, el programa completo de planeamiento que queda esbozado, se articula a base de dos operaciones simult¨¢neas que avanzan cada una al encuentro de la otra: desde el amplio espacio regional se desciende a las previsiones del plan general del ¨¢rea metropolitana a trav¨¦s de las directrices del plan director, mientras que desde la casu¨ªstica problem¨¢tica local se asciende a su s¨ªntesis en el mismo plan del ¨¢rea metropolitana. Este es, sustancialmente, el conjunto de objetivos que, como propuesta de lo que deseaba hacerse, fue presentado en enero por el ministro de Obras P¨²blicas y Urbanismo a los parlamentarios de la provincia de Madrid, y sobre el que recay¨®, entonces, un acuerdo de principio. Desde aquel momento no se ha avanzado mucho en el desarrollo del mismo, puesto que hasta ahora no ha podido resolverse el problema de la dotaci¨®n de medios necesarios que se esperaba obtener. A nadie se le ocultan ya las insuficiencias y debilidades de la Comisi¨®n de Planeamiento y Coordinaci¨®n del ?rea Metropolitana. Su poco brillante historial, aparte de por otros motivos, puede sin duda explicarse a la luz de las confusas competencias reales que se le asignaron para ejercer el papel que se le confiri¨®. Por otra parte, es evidente que su configuraci¨®n y constituci¨®n no corresponden a lo que requiere la nueva situaci¨®n pol¨ªtica del pa¨ªs y que, en gran medida, aparece hoy como una reliquia del pasado, necesitada de importantes transformaciones. Todo ello resta credibilidad a un organismo cuya funci¨®n, sin embargo, es fundamental, y que hoy por hoy dif¨ªcilmente podr¨ªa ser asumida por ning¨²n otro organismo de la Administraci¨®n sin graves costes adicionales. Con todas las moficiaciones que sea necesario introducir en su estructura y car¨¢cter, y tras el proceso de transformaci¨®n profunda a que pueda somet¨¦rselo, la necesidad de un ¨®rgano coordinador supramunicipal es indiscutible y nadie debe enga?arse a este respecto. Las frecuentes propuestas acerca de su simple desaparici¨®n, si no son exageraciones humor¨ªsticas, s¨®lo pueden partir de una insuficiente informaci¨®n o de una superficial visi¨®n del problema y dar¨ªan lugar a un proceso de verdadera involuci¨®n urban¨ªstica. (Basta comparar con lo que ocurre en las ¨¢reas metropolitanas de los pa¨ªses que mejor resueltos tienen sus problemas.) La conveniencia de apoyar a la Coplaco para que pueda aprovechar su importante caudal de experiencias y de datos, parece fuera de toda duda antes de pensar en liquidaciones o traspasos. De este modo el mismo organismo podr¨¢ abordar, no s¨®lo el planeamiento que Madrid necesita, sino tambi¨¦n el estudio de su propia transformaci¨®n en la forma m¨¢s adecuada y ¨²til. Por ello es absolutamente necesario aclarar cuanto antes esa cuesti¨®n fundamental que est¨¢ en la base de muchas confusiones y ambig¨¹edades, y de la cual depende la posibilidad de realizar el programa de planeamiento propuesto: Coplaco es un organismo configurado (no muy bien) para gestionar y administrar el plan de 1963. Pero adem¨¢s de esta engorrosa tarea, le corresponde ahora la de redactar el nuevo plan, y para ello es evidente que no ha sido adecuadamente dotado. Y, o se le dota de los medios que necesita para esa nueva tarea, o se reconoce abiertamente que no existen posibilidades para ello en este momento y se a plaza el planeamiento para mejor ocasi¨®n arrostrando las consecuencias. Pero lo que no es posible es seguir pensando que, con los medios de que actualmente dispone, Coplaco puede abordar el tratamiento que Madrid necesita.
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