Dos a?os de mudanza hist¨®rica
?No vuelvan a mirar atr¨¢s porque habr¨ªan de poner un t¨¦rmino a su maledicencia y llamar prodigiosa la casi repentina mudanza que en este pa¨ªs se ha verificado en tan breve espacio? (Mariano Jos¨¦ de Larra)
Esta costumbre inveterada -que sin duda los antrop¨®logos sabr¨¢n de qu¨¦ le viene al mundo- de celebrar los aniversarios ten¨ªa que terminar por dejar huella incurable entre las gentes. Da lo mismo si es un natalicio o un fallecimiento, si el advenimiento de un rey al trono o la decapitaci¨®n del tirano, si una boda ritual y con monaguillos o el d¨ªa en que Carrillo dio una rueda de prensa. La paraliturgia del pueblo para conmemorar sus emociones es una lucha sempiterna e in¨²til de recuperaci¨®n del tiempo. Y hoy nos unimos casi mec¨¢nicamente a ella, en nuestro segundo cumplea?os, este pu?ado de hombres y mujeres que hacemos EL PA?S.?Habr¨¢ que comenzar pidiendo perd¨®n? Para nosotros, EL PA?S ha sido algo m¨¢s que un peri¨®dico. Ha constituido un empe?o fundamental y serio de comunicaci¨®n entre los espa?oles, un s¨ªmbolo del cambio en las libertades de que disfruta nuestro pueblo y una experiencia formidable de creaci¨®n profesional. Nos ha acompa?ado la suerte y nos han ayudado nuestros lectores, sobre cuyo perfil aportamos algunos datos significativos en este mismo n¨²mero. Ha colaborado sobre todo con nosotros el tr¨¢nsito singular, a veces ca¨®tico, pero siempre en punta de progreso, que Espa?a ha protagonizado, desde hace precisamente dos a?os, en el camino hacia la democracia.
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(Viene de la p¨¢gina primera)
EL PA?S sali¨® a la calle en los estertores ag¨®nicos del ¨²ltimo Gabinete Arias. Ya se sab¨ªa en mayo de 1976 que el reformismo franquista era inviable y que un cambio de r¨¦gimen se avecinaba. O el Poder propiciaba la ruptura desde su seno, suicidando una parte de s¨ª mismo pero salvando lo posible de la clase pol¨ªtica y las estructuras dominantes de la dictadura, o el Poder perecer¨ªa a manos de la historia. Felipe Gonz¨¢lez ha explicado recientemente ante el Parlamento que el dilema se resumi¨® en una s¨ªntesis arm¨®nica entre los partidarios de la ruptura democr¨¢tica y los del reformismo del r¨¦gimen. Lo que le falt¨® explicar al l¨ªder socialista es que, sin duda, esto se pudo hacer gracias a la colaboraci¨®n de la izquierda, pero el sintetizador final fue Su¨¢rez. El camino result¨®, pues, reformista y los resultados los que estamos viendo: una etapa constituyente prolongada y tediosa que ha de terminarse, ahora dicen que con el oto?o, y que abrir¨¢ paso a la normalizaci¨®n pol¨ªtica.
Durante todo este tiempo nuestro peri¨®dico ha sido testigo y actor de una mudanza singular en la que ha participado sin duda activamente con los otros medios de comunicaci¨®n: no s¨®lo como espejo de la realidad circundante, sino como incitador y animador del cambio. Muchos critican el protagonismo que la prensa y los periodistas han adquirido en la vida p¨²blica espa?ola. Yo no digo que no se hayan dado en ocasiones algunas actitudes petulantes, personales o corporativas, de los profesionales de la informaci¨®n; ni tampoco que no sean censurables dichas posturas, en las que inevitablemente, antes o despu¨¦s, parece que est¨¢ condenado a caer todo ser humano con una credencial de prensa en el bolsillo. Pero ser¨ªa una ridiculez ignorar que gran parte de esas cr¨ªticas provienen llana y simplemente de la poca capacidad para asimilar sus errores que tienen los espa?oles, sobre todo los espa?oles oficialmente cultos o letrados, y del nulo sentido del humor de que hace gala nuestra sociedad.
Hoy se puede decir sin lugar a dudas que la prensa ha sido un eficac¨ªsimo instrumento de di¨¢logo y colaboraci¨®n social en los momentos de cambio y ha habido, adem¨¢s, un esfuerzo honesto y sincero de los profesionales de la informaci¨®n por ayudar a instaurar un r¨¦gimen de libertades p¨²blicas. El papel esencial de los ¨®rganos de opini¨®n en la construcci¨®n de la democracia no es, por lo dem¨¢s, nada privativo de esta sociedad ni de esta situaci¨®n. La frase de Jefferson seg¨²n la cual los peri¨®dicos son preferibles al propio Gobierno en la organizaci¨®n de un pa¨ªs democr¨¢tico es ya cl¨¢sica. Y no significa otra cosa sino que un Estado basado en la opini¨®n p¨²blica y en la libertad de eIecci¨®n de los ciudadanos no puede obviamente existir al margen de los medios de comunicaci¨®n.
Pero me interesa hoy referirme con alguna rotundidad al subt¨ªtulo que sirve de peana a nuestra cabecera. En el primer n¨²mero del peri¨®dico se?al¨¢bamos que El PA?S ?se ha so?ado siempre a s¨ª mismo como un peri¨®dico independiente capaz de rechazar las presiones que el poder pol¨ªtico y el del dinero ejercen de continuo sobre el mundo de la informaci¨®n?. De la materializaci¨®n o no de nuestro sue?o dan fe ya las p¨¢ginas del propio peri¨®dico y ser¨ªa un absurdo que yo viniera a calificar el resultado. Puedo, en cambio, confesar sin empacho que nos sigue animando id¨¦ntico prop¨®sito, y ahora sabemos ya que las presiones y las amenazas, al menos ellas no, ellas no pertenecen al reino de los sue?os. Desde el primer d¨ªa de su historia EL PA?S se ha dedicado as¨ª a promover los valores de la democracia pluralista y el modelo de convivencia de las sociedades occidentales. Lo ha hecho, eso s¨ª, no hurtando la cara al cambio sociol¨®gico, cultural y generacional que el pueblo espa?ol viene experimentando. Hemos querido hacer un peri¨®dico independiente de partidos y grupos de presi¨®n, pero comprometido con el mundo que le rodea y con los espa?oles, tantos a?os privados del derecho a expresarse libremente. Por eso no hemos querido hacer un peri¨®dico neutral, sino beligerante: beligerante contra los restos del autoritarismo, las oligarqu¨ªas del poder econ¨®mico, los doctrinarismos, la corrupci¨®n, el abuso, la violencia, la represi¨®n y la muerte. Y beligerante tambi¨¦n a favor de los derechos humanos, la liberaci¨®n de las minor¨ªas oprimidas y marginadas, la elecci¨®n de los gobernantes por el pueblo, la implantaci¨®n de un orden de vida que no importa si asusta se le llame revolucionario si lo que quiere decirse es que trata de acabar con formas de convivencia socialmente periclitadas y s¨®lo mantenidas por la magia fantasmal de la clase pol¨ªtica. Este peri¨®dico se ha pronunciado as¨ª contra la pena de muerte, el terrorismo, incluido el terrorismo de Estado, la guerra, la carrera de armamentos, la pol¨ªtica de bloques, el imperialismo econ¨®mico y la explotaci¨®n en todos sus aspectos. Se ha pronunciado tambi¨¦n por los derechos de la mujer y del ni?o, la implantaci¨®n de un nuevo c¨®digo de moral civil, la separaci¨®n entre Iglesia y Estado, la amnist¨ªa pol¨ªtica, las autonom¨ªas, la creaci¨®n de una pol¨ªtica familiar y sexual moderna, la extensi¨®n de la ense?anza y la cultura, la creaci¨®n en definitiva de una sociedad libre y abierta, reconciliada consigo misma tras; 43 a?os de sangrienta lucha civil que sumi¨® al pueblo espa?ol en la m¨¢s absurda y abominable humillaci¨®n moral que la historia de nuestro pa¨ªs recuerda. As¨ª hemos entendido y entendemos la independencia de nuestro peri¨®dico. As¨ª practicamos nuestra concepci¨®n de la libertad.
Por lo dem¨¢s, un peri¨®dico no es nada que no sean sus lectores. Ellos le orientan, le dan vida proporcionan su verdadera raz¨®n de existir. Incluso cuando cogen la pluma o el tel¨¦fono para protestar, para discrepar, hasta para irritarse. Sobre todo cuando hacen eso. ?C¨®mo despreciar en una instituci¨®n dedicada al di¨¢logo como ¨¦sta el valor de la cr¨ªtica adversa? ?C¨®mo negarse a la fecundidad de la pol¨¦mica? A los lectores se debe, en definitiva, el ¨¦xito de este peri¨®dico, que nos preocupa y enorgullece a un tiempo por lo prematuro.
Y pues hemos ca¨ªdo en la taumaturgia del aniversario, podemos a?adir que hoy, si miramos al pasado, constatamos con Larra la casi repentina mudanza que se ha operado entre los espa?oles. Muchas cosas han cambiado, y para bien, en estos dos ¨²ltimos a?os. Ni la crisis econ¨®mica ni las vacilaciones del poder son suficientes para empa?ar la alegr¨ªa de la libertad. Y no empa?a tampoco nuestra modestia confesar que si as¨ª ha sido nos sentimos responsables solidarios del acontecimiento.
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