Algo m¨¢s que un asesinato
PESE A que las amenazas de las Brigadas Rojas nunca dejaron margen para dudar de su prop¨®sito de asesinar a Aldo Moro, la noticia de que el cad¨¢ver del presidente de la Democracia Cristiana ha sido abandonado por sus verdugos en el centro de Roma suscita una sensaci¨®n de sorpresa dolorosa y de indignaci¨®n incontenible.Los secuestradores hab¨ªan mantenido al ex presidente del Gobierno italiano en cautiverio durante casi dos meses, hab¨ªan logrado sembrar elementos de desuni¨®n en las filas del arco constitucional italiano, hab¨ªan creado las condiciones para que el se?or Moro -un hombre clave en el dise?o de la estrategia democristiana y un cauto abogado de la eventual conveniencia del ?compromiso hist¨®rico? con los comunistas- hubiera quedado fuera del juego pol¨ªtico en el caso de ser liberado. Pero el logro de esos objetivos, que ha dado a los pocos centenares de miembros de ese grup¨²sculo la posibilidad de modificar durante 55 d¨ªas el complejo paisaje pol¨ªtico italiano, no era suficiente para los criminales. Frente a un poder p¨²blico respaldado por millones de ciudadanos que ejercen su derecho al voto en el marco de una sociedad democr¨¢tica, las Brigadas Rojas manifiestan con su asesinato su prop¨®sito de constituirse en contra-Estado y de arrogarse, sin m¨¢s legitimaci¨®n que su propio delirio, los atributos siempre temibles del poder.
Este infame crimen persigue metas espec¨ªficas dentro de Italia. El blanco inmediato es torpedear la primera fase del ?compromiso hist¨®rico? entre democristianos y comunistas, limitada por ahora a la formaci¨®n de una mayor¨ªa parlamentaria que apoya al Gobierno monocolor de Andreotti, e impedir su prolongaci¨®n en un Gobierno de coalici¨®n. Pero todav¨ªa m¨¢s all¨¢ de ese objetivo concreto, las Brigadas Rojas, cuyo lenguaje se halla mucho m¨¢s cerca del lenguaje de la vieja izquierda sectaria de obediencia estaliniana que de la nueva izquierda posterior a mayo de 1968, apunta contra los mecanismos de la vida democr¨¢tica y a favorecer una involuci¨®n hacia f¨®rmulas autoritarias de poder. De esta situaci¨®n, s¨®lo la extrema derecha puede beneficiarse a corto plazo y de manera tangible; pero los dogm¨¢ticos delirantes de la extrema izquierda creen que, a la larga, ellos pueden ser .los ¨²nicos y definitivos ganadores de esa guerra.
El asesinato del se?or Moro no puede, sin embargo, encuadrarse s¨®lo en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica italiana. Cada vez va perfil¨¢ndose con mayor nitidez, a escala europea, el dise?o de esa pesadilla terrorista que pretende socavar la confianza popular en la capacidad de los Estados democr¨¢ticos para mantener la paz y la tranquilidad ciudadanas. Las armas son el asesinato de funcionarios del orden p¨²blico, el secuestro de dirigentes pol¨ªticos o de grandes industriales y la creaci¨®n de un clima de inseguridad en la calle.
Dos familias ideol¨®gicas, situadas en los extremos opuestos del espectro pol¨ªtico, sirven de cantera, al parecer inagotable, para el reclutamiento de esas bandas asesinas que, independientes entre s¨ª y movidas en el plano doctrinal por motivaciones de signo inverso, trabajan en la misma direcci¨®n y jam¨¢s -hecho notable y que merece la mayor atenci¨®n- se combaten entre s¨ª. Los grupos de la trama negra, que operan, sobre todo, en Espa?a y en Italia, sue?an con implantar el milenio que Hitler no pudo lograr; los grupos de la trama roja luchan por ese para¨ªso del proletariado cuya naturaleza real se ha puesto sobradamente de manifiesto en el Gulag. Pero unos y otros tienen en com¨²n el mismo adversario las instituciones de la democracia pluralista. Poco importa que los primeros las consideren una diab¨®lica creaci¨®n de la conspiraci¨®n judeo-mas¨®nica, y los segundos, el fruto de la mal¨¦fica connivencia de los pol¨ªticos burgueses y de los dirigentes reformistas. Lo decisivo es que unos y otros combaten contra el mismo enemigo: contra el derecho de los ciudadanos a decidir libremente en las urnas qui¨¦nes son los partidos y los grupos que los, representen en el Parlamento y en el Gobierno.
Pero el dise?o no acaba con la descripci¨®n de esos grupos. Hay que preguntarse tambi¨¦n por aquellos centros de decisi¨®n, nacionales e internacionales, que protegen, cubren o fomentan esas acciones. En este sentido, los criminales que hacen el juego sucio quiz¨¢ s¨®lo sean peones en manos de los aut¨¦nticos protagonistas de los procesos desestabilizadores. No hay raz¨®n para creer que se trate de una estrategia movida, como en una novela de James Bond, desde un solo foco. Hay intereses internacionales contrapuestos entre s¨ª y que operan de muy distinta forma, seg¨²n los pa¨ªses. La hip¨®tesis de que los conflictos en el Magreb est¨¢n estrechamente relacionados con las sangrientas haza?as en el territorio espa?ol no s¨®lo del MPAIAC, sin tambi¨¦n de los GRAPO e incluso de ETA, tiene fundamentos dignos de examen. Eljuicio bufo celebrado en Argelia el pasado domingo, en el que FRAP, el terrorismo independiente canario, la CIA y los servicios secretos argelinos se dieron una sorprendente cita en las declaraciones de acusados y testigos, basta para confirmarlo. En Italia, el secuestro y asesinato del se?or Moro ha podido tener influyentes padrinos en aquella o aquellas potencias que no desean, que el proceso de aproximaci¨®n de democristianos y comunistas llegue hasta sus ¨²ltimas consecuencias gubernamentales.
Todo este oscuro movimiento orientado hacia la desestabilizaci¨®n de la democracia europea tiene como trasfondo la grave recesi¨®n econ¨®mica por la que atraviesan las sociedades desarrolladas, la crisis civilizatoria que la acompa?a y el callej¨®n sin salida en que se encuentran la mayor¨ªa de las alianzas y combinaciones pol¨ªticas mediante las que han sido gobernadas las naciones del Mercado Com¨²n despu¨¦s de la segunda guerra mundial. El crecimiento del paro, la desorientaci¨®n de las nuevas generaciones, la ausencia de claras alternativas al poder p¨²blico, el aferramiento a valores ya periclitados y la inmadurez de los que est¨¢n destinados a sustituirlos son algunos de los elementos que ayudan a dar alg¨²n sentido al absurdo y macabro hecho de que unos j¨®venes quieran cambiar el rumbo de la historia mediante el asesinato de hombres como Moro.
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