Mercedes Mil¨¢
Ya tenemos chica para consumir, para anunciar, para mirar, para criticar (hasta la han llamado s¨¢fica, d¨¦ entrada y de manera m¨¢s culinaria), ya tenemos chica para colgar, para ense?ar, para levantar, para corromper, para llamar, para jugar. Ya tenemos la chica del a?o, del mes, del siglo, de la temporada, de la cosa. Menos mal que ella no se deja. Haces bien, Mercedes.
Esto de la aceleraci¨®n hist¨®rica va siendo una tonter¨ªa que consiste en cambiar de camisa tres veces al d¨ªa, de coche tres veces cada cinco a?os y de dictador una vez cada cuarenta. De chica cambiamos visualmente, claro, que otra cosa no puede ser, y despu¨¦s de mi querida Tenaille, que fue la de la temporada anterior, ahora hemos saltado a la Mil¨¢, con gran alivio por parte de Isabel, e incluso hay una cosa de televisi¨®n en la que salen ambas para que veamos el contraste, la diferencia, el salto que hemos pegado, lo modernos que somos, de la dom¨¦stica Isabel a la duquesita progre y catalana. Pero ni la una es tan dom¨¦stica ni come en la mano, como parece, ni la otra va ni iba para duquesita, que s¨®lo se le pas¨® el complejo cuando naci¨® el varoncito en la familia y le bordaron la corona en los pa?ales. Cosas que nos inventamos.
No voy a advert¨ªrtelo, Mercedes, porque t¨² eres lista y ya sabes d¨®nde te has metido: est¨¢s de moda, querr¨¢n sacarte, lucirte, comprarte, venderte, y hasta te dir¨¦ que me parece bien que as¨ª sea y que t¨² resistas como resistes, pero de momento tu aventura es la nuestra, la que todos hemos vivido, el cuerpo a cuerpo con la econom¨ªa de mercado humano, la bayoneta calada de la fama, el pulso que hay que echarse con el librecambismo, que consiste en cambiar vidas por empleos, honras por n¨®minas, y mujeres por estrellas.
Alguna ya dice que bueno, que vale -y lo he le¨ªdo con pena-, que se da por vencida, lo que sea, que acepta y traga, que tira, y les pasa a las m¨¢s, y nos pasa a los m¨¢s, pero Mercedes Mil¨¢, a la que acabo de conocer, me parece que no, a ver qu¨¦ hacemos.
Me lo dijo una vez mi querido maestro Francisco Yndur¨¢in, y lo recuerdo siempre:
-Madrid es una gran aglomeraci¨®n de ambiciosos.
Todos los ambiciosos de Espa?a est¨¢n, estamos en Madrid viendo los descarrilamientos del Metro, y Mercedes Mil¨¢, que va por libre, que no es ambiciosa, que no tiene sino la gran ambici¨®n de la libertad, ha entrado en el remolino madrile?o de la popularidad, y es la chica para este a?o, a la que habr¨ªa que darle cociditos, garbancitos, homenajes, cosas, sacarla desnuda en una pel¨ªcula y relegarla, finalmente, a la protecci¨®n sombr¨ªa de un glorioso deriuido o a la boda del Hola con un tonto.
Esto es lo que llaman liberaci¨®n de la mujer, ser modernas. Necesitamos un nuevo modelo de coche, un nuevo modelo de pantal¨®n vaquero y un nuevo modelo de locutora cada temporada. Aunque luego el coche se lo lleve la gr¨²a, el vaquero no nos quepa, porque todos estamos engordando una barbaridad, y la chica se vaya con otro. ?Con qui¨¦n se va Mercedes Mil¨¢? Con el m¨¢s veloz, supongo, porque ella tiene prisa y esto es un cachondeo. Castilla hac¨ªa sus hombres y los gastaba. Madrid hace sus chicas y las tira. Son chicas desechables como esas braguitas desechables e higi¨¦nicas que anuncian en las farmacias, y que tambi¨¦n suelen usar estas chicas. Poner y tirar, poner y cambiar, poner y desechar.
Me ha alegrado verla tan dura, tan firme, tan segura, tan rebelde, a Mercedes Mil¨¢, ni siquiera guapa, dispuesta a cruzar el rayo de luz contaminada de Madrid sin romperse el alma ni mancharse la mirada, cuando son tantas las que se equivocan, caen, fallan, ruedan, pierden. Esto que llaman juego limpio, libre cambio, democracia, Mercedes, es una puesta a prueba y a precio de todos nosotros, y uno, que las ha visto caer, llorar, rendirse, claudicar, promociones de rosas que tropiezan en whisky, uno saluda, sin esperanza, con convencimiento, como dijo el poeta, a la que pega el corte y se redime. Hay un duelo a muerte entre Madrid y t¨², ni?a Mercedes, catalana veloz, duquesa roja. A ver qu¨¦ haces.
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