Tragedia versus filosof¨ªa
Pocas veces podemos encontrar en una obre del gusto especulativo unido a la riqueza detallista del an¨¢lisis. Walter Kaufmann, nacido en Alemania en 1921 y residente durante gran parte de su vida en Estados Unidos, consigue aunar en su obra Tragedia y Filosof¨ªa esas dos caracter¨ªsticas que parecen heredadas, por un lado, del idealismo alem¨¢n y, por otro, del positivismo americano. Profesor de f¨ªlosof¨ªa en la Universidad de Princenton y autor de varios estudios sobre filosof¨ªa contempor¨¢nea (v. Hegel: a reinterpretation, 1965; Nietzsche, 1962, etc¨¦tera) se enfrenta en su libro con la dif¨ªcil tarea de proporcionar una correcta definici¨®n de la tragedia en tanto que g¨¦nero literario diferente del drama y de la ¨¦pica. Pero este intento, que podr¨ªa quedarse en un mero ejercicio acad¨¦mico, en una po¨¦tica m¨¢s para incluir en los estantes de las viejas bibliotecas de literatura, viene matizado por la sensibilidad y la cultura de Kaufmann que nos lleva al mundo de la tragedia griega e isabelina, planteando una meditaci¨®n sobre los temas fundamentales del pensamiento contempor¨¢neo: arte y raz¨®n, vida y muerte; Dionisios y Apolo enfrentados de nuevo.El prop¨®sito de Kaufmann a lo largo de su minucioso estudio es demostrar que los fil¨®sofos a partir de Plat¨®n (y para ello recoge las opiniones de Plat¨®n, Arist¨®teles, Nietzsche, Hegel, Schopenhauer y Max Scheler sobre la tragedia) mostraron una clara incomprensi¨®n del alcance verdadero de la tragedia y concretamente del hondo sentido filos¨®fico que la misma encerraba. De alg¨²n modo, y recogiendo en este aspecto planteamientos nietzschianos (aunque discuta la concepci¨®n de Nietzsche acerca de la muerte de la tragedia), Kaufmann plantea la ceguera del pensamiento filos¨®fico occidental -de la raz¨®n occidental dir¨ªamos hoy- que al alejarse de las profundas intuiciones del pensamiento presocr¨¢tico y de la figura heroica del S¨®crates vivo, se adentr¨® por el camino de la especulaci¨®n, dejando a un lado todo aquello que pareciera contradecir al orden, a la raz¨®n y al estado y concediendo, por tanto, un lugar secundario al hombre y al arte. S¨®lo Nietzsche parece volver a esa tradici¨®n presocr¨¢tica separ¨¢ndose al fin de la v¨ªa que sigui¨® el pensamiento occidental a trav¨¦s del estoicismo y del cristianismo. La raz¨®n, parece decirnos Kaufmann a lo largo de su trabajo, es incapaz de abarcar las complejidades del coraz¨®n humano, la ilimitada capacidad del hombre para la angustia y el sufrimiento y su nobleza heroica. El poeta tr¨¢gico fue el primero que nos dio en sus obras esa dimensi¨®n. La esencia de la tragedia seg¨²n Kaufmann -que se apoya de alg¨²n modo en Hegel aunque discuta sus conclusiones- reside en el enfrentamiento entre dos actitudes que pueden ser igualmente nobles y heroicas. Es el conflicto entre dos voluntades, que no tienen porque corresponder a la del bueno y el malo del cuento, el que nos conduce a la constataci¨®n de lo tr¨¢gico de la existencia humana. El buen poeta tr¨¢gico, es aquel que sabe plantear el conflicto y arrastra al personaje hacia una situaci¨®n sin salida que viene a ser, hablando en el lenguaje contempor¨¢neo, una situaci¨®n del absurdo en donde sin culpa tiene que padecer.
Tragedia y filosof¨ªa
Walter Kaufmann. Ed Seix Barral. Barcelona, 1978.
Frente al concepto de hamartia aristot¨¦lico, que ha inspirado la mayor parte de los an¨¢lisis sobre la tragedia, Kaafmann demuestra que el personaje tr¨¢gico no lleva en s¨ª una mancha o una falta, falta o mancha que explicar¨ªa su terrible desenlace. Edipo, Ant¨ªgona o Electra tienen la virtud del orgullo, esa virtud hom¨¦rica, repudiada despu¨¦s por toda la teolog¨ªa cristiana de la resignaci¨®n. El h¨¦roe es noble y se enfrenta a los dioses o se dirige a la batalla consciente de su virtud, y su situaci¨®n es tr¨¢gica y nos conmueve porque su arrogancia es ind¨®mita y no parec¨ªa merecer ese fin despiadado. Ni siquiera en el drama shakespeariano donde encontramos personajes como Macbeth o Ricarlo III se falsea esta afirmaci¨®n. Macbeth y el rey que quiso cambiar su reino por un caballo poseen una nobleza y una fuerza que les convierte en las primeras v¨ªctimas del holocausto sangriento que se ?empe?an? en desencadenar. Pero, y esta es tal vez la m¨¢s clarividente afirmaci¨®n de Kaufmann, lo que hace que una tragedia sea una tragedia no es lo que se nos muestra, sino c¨®mo se nos muestra. Es el arte lo que redime y produce la catharsis como tambi¨¦n intuy¨® Nietzsche cuando dec¨ªa: ?Consciente de la verdad que ha dicho, lo ¨²nico que el hombre puede ver es el horror y el absurdo de la existencia... siente n¨¢useas. Y aqu¨ª, cuando el peligro m¨¢s grande amenaza su deseo, el arte se acerca como una bruja salvadora experta en la curaci¨®n.? Decir s¨ª a la vida, en una palabra, pero s¨®lo despu¨¦s de la depuraci¨®n que supone el conocimiento del absurdo de normas, valores; y esperanzas. Por eso, tanto Esquilo, como S¨®focles, Eur¨ªpides o Shakespeare han resistido el paso del tiempo y nos hablan como contempor¨¢neos (magn¨ªfico libro el Shakespeare, nuestro contempor¨¢neo, de Jan Kott) no porque narraran acontecimientos tr¨¢gicos sino porque supieron contarlos de tal modo que nos hacen percibir lo sublime, esa categor¨ªa que Nietzsche despu¨¦s de Kant describiera como ?el dominio art¨ªstico de lo terrible?.
Kaufmann demuestra que la mayor¨ªa de las definiciones dadas sobre la tragedia son incompletas y parciales y s¨®lo pueden aplicarse a dos o tres de las grandes tragedias. El poeta tr¨¢gico no repiti¨® etiquetas; supo inventar y en su capacidad de crear (no copiar) penetr¨® en lo m¨¢s profundo del alma humana. Mientras la filosof¨ªa en Occidente se adentraba por el camino de la ilusi¨®n mentirosa en busca del sistema, el poeta tr¨¢gico mantuvo con su intuici¨®n po¨¦tica y su genio creador la llama viva de los grandes temas del hombre. Plat¨®n pretend¨ªa expulsarles de la Rep¨²blica y todav¨ªa hoy podr¨ªamos encontrar entre los fil¨®sofos a muchos dispuestos a expulsar a los nuevos poetas. S¨®lo cuando la filosof¨ªa abandone su sue?o autoritario podr¨¢ reconciliarse con la poes¨ªa y comprender la madurez filos¨®fica del sentir tr¨¢gico.
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