Vuelven las brujas
Margaret A. Murray. El culto de la brujer¨ªa en Europa occidental. Editorial Tabor. Barcelona. 1978. Alberto Coust¨¦. Biograf¨ªa del diablo. Argos- Vergara. Barcelona. 1978.
Dos libros muy distintos coinciden en la peligrosa zona prohibida. ?Vuelven las brujas y sus cortes demon¨ªacas, el estruendo nocturno del aquelarre y los innombrables nombres del maligno. De las catacumbas vedadas asoman los rostros rrionstruosos de los tentadores y la historia es ampl¨ªa y apasionada. Y con los herejes es imprescindibleel rebrote de los inquisidores adustos y del refrescante auto de fe. Del grabado goyesco parten los editores de la Murray, que nos presentan un tratado antropol¨®gico que rehuye la fantas¨ªa inevitable para ajustarse al rigor de la ciencia, mientras que los de Coust¨¦ prefieren la grifer¨ªa g¨®tica en su metamorfosis m¨¢s enf¨¢tica. Ambos libros nos devuelven algo que nunca perdimos y que permanec¨ªa siempre junto a esa sombra negra que comparte toda emanaci¨®n de luz. Del mundo nebuloso de las brujas y del largo curriculum del Diablo -siempre lo escriben con may¨²scula-, obtenemos unos esquemas did¨¢cticos y unas observaciones agudas y hasta ingeniosas. La doctora Murray, desde su atalaya de cl¨¢sico en el tema, y Alberto Coust¨¦, desde su banquillo de narrador curtido, de imaginero relevante. Todo el ceremonial, toda la sat¨¢nica liturgia est¨¢ explicada con erudici¨®n fascinante, no con el aburrimiento adherido a los manuales o a la elementalidad divulgadora. Tras tanto drama, tanta fanfarria trascendente y ¨¦tica, tantos quemadores taponados de holl¨ªn, libros como ¨¦stos son recibidos cual b¨¢lsamo bienhechor. La hechicer¨ªa transhumante, la demonolog¨ªa desbordada de los personajes que desfilan por estas p¨¢ginas, desde la desconocida muchacha de Lorena hasta las brasas f¨¦rtiles de Gilles de Rais, tienen que ver bastante con la literatura, y desbordan las reconocidas fronteras de la novela g¨®tica o del cuento de terror para ser parte consustancial de toda empresa literaria que aspire a un m¨ªnimo de universalidad.El culto a las sombras acaba, sin embargo, por parecerse mucho al culto a la luz, esa es la raz¨®n m¨¢s fuerte para inclinarnos con cierto respeto ante los que alimentan a¨²n el fuego multiforme de Sat¨¢n. A uno y otro lado de las regiones infernales, a uno y otro lado de los para¨ªsos ejemplares, sobrevive la fe supersticiosa a la que una tradici¨®n oscura parece negarse a renunciar. Y la defensa del diablo y su libertinaje se mantiene incluso en hombres como Papini, que llegan a proclamarlo como un posible redentor,de la humanidad, a la que intenta liberarle de la milenaria expiaci¨®n del trabajo. Junto al redentor espiri,tual encarnado en el Dios cristiano y en el Mes¨ªas jud¨ªo, Papini introduce la figura del redentor material, ¨¦l que rescatar¨ªa al hombre de la m¨¢s clara consecuencia del pecado original.
Salvando las distancias temporales y las que marcan la intencionalidad de las dos obras, ambas complementan una visi¨®n detallada del tema y nos permiten desencadenar nuestra particular enso?ac¨ª¨®n. El apogeo del diablo en los grandes momentos literarios y la subterr¨¢nea persistencia de su atracci¨®n entre algunos seres humanos, se al¨ªa con las sabrosas leyendas acerca del pacto diab¨®lico y con la ubicuidad maligna de quien s¨®lo puede ser igualado por Dios. El ¨²nico peligro, el ¨²nico enernigo de ese renacimiento alucinado, est¨¢ en la hoguera aullante del inquisidor. Si arde el libro, el cuerpo arde y siempre por el dedo turbio del purificador. En la voz triste y prolongada de la v¨ªctima se resume el peligro ¨²ltimo de toda aventura de la imaginaci¨®n. All¨¢ abajo, junto a las letrinas, en el suelo pertinaz de la l¨®gica de los simples, descansa el miedo a la libertad. El cat¨¢logo infinito de m¨¢rtires atestigua que los aguerridos transgresores fueron legi¨®n. Al fondo, en las galer¨ªas secundarias, los que sufrieron la tentaci¨®n, pero no se trevieron a dar el salto al vac¨ªo.
Leer es un ejercicio muchas veces arduo, pero leer no puede significar nunca un castigo. Estos libros no lo son, y, adem¨¢s, despejan con habilidad todo un rosario de dudas y de ignorancias.
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