El laberinto vasco
EL CONSEJO General vasco ha desautorizado en un comunicado de extraordinaria dureza la iniciativa del se?or Tarradellas de ofrecer sus servicios como negociador para la pacificaci¨®n del Pa¨ªs Vasco. La intemperancia de la respuesta, que acusa de af¨¢n de protagonismo al presidente de la Generalidad y rechaza de plano sus oficiosidades, tiene seguramente varias causas. Su intento de reconocer como interlocutor v¨¢lido al lendakari Leizaola, presidente del Gobierno vasco en el exilio, es una afrenta a la legitimidad democr¨¢tica de los parlamentarios que forman el Consejo; parece como si se tratara de repetir en Euskadi la maniobra del pasado mes de julio en Catalu?a, privilegiando, con el apoyo del Gobierno de Madrid y en contradicci¨®n con todos los postulados de la reforma pol¨ªtica, a una figura hist¨®rica del exilio y contraponi¨¦ndola a un organismo colegiado respaldado por las urnas en el que son mayoritarios los partidos de oposici¨®n. Pero el Consejo General vasco no defiende s¨®lo su estatuto pol¨ªtico y legal; tambi¨¦n se hace eco, con retraso de las protestas que suscitaron, hace pocas semanas, las declaraciones del se?or Tarradellas sobre Euskadi.Por lo dem¨¢s, no es improbable que la guerra entablada entre los socialistas catalanes y el presidente de la Generalidad haya influido tambi¨¦n en la respuesta dada por un organismo cuya presidencia ocupa un veterano miembro del PSOE; pues cabe la sospecha de que ese espectacular paso, dado en condiciones de publicidad poco adecuadas a la confidencialidad de su prop¨®sito, sea en parte una operaci¨®n de diversi¨®n del se?or Tarradellas, fuertemente contestado por un sector de los parlamentarios y de la opini¨®n p¨²blica catalana que le reprocha haber regresado de Madrid con las alforjas vac¨ªas, bloquear la transferenc¨ªa de competencias estatales y provinciales a la Generalidad, gobernar de forma caprichosa y personalista, y emplear toda su influencia para crear un partido presidencialista en el principado.
Sin embargo, las motivaciones interesadas que puedan haber coadyuvado al gesto del se?or Tarradellas no privan de valor a su iniciativa. Y las acusaciones de entrometimiento que le ha dirigido el Consejo General vasco son excesivas y localistas.
La consolidaci¨®n de las instituciones democr¨¢ticas en Espa?a depende de la pacificaci¨®n del Pa¨ªs Vasco, donde el cruento fanatismo de ETA, si bien no le servir¨¢ para imponer mediante las armas una Euskadi socialista, reunificada e independiente, podr¨ªa ser utilizada como fulminante para una involuci¨®n autoritaria en toda la Pen¨ªnsula. Por esa raz¨®n, a ning¨²n espa?ol se le puede censurar, por cuestiones de forma o como resultado de un juicio de intenciones, que considere los problemas del Pa¨ªs Vasco como propios.
Ahora bien, la iniciativa del se?or Tarradellas, aunque en ning¨²n caso contraproducente, no parece demasiado prometedora. La situaci¨®n en el Pa¨ªs Vasco no mueve al optimismo; y las habilidades negociadoras del presidente de la Generalidad, que se mostraron efectivas en despachos y salones, no resultan las m¨¢s apropiadas para un campo de batalla. No es lo mismo chalanear con ministros y pol¨ªticos parlamentarios que sentarse a la mesa de discusi¨®n con unos profesionales de la metralleta. Y la idea de que el lendakari Leizaola y el Partido Nacionalista Vasco pueden servir de mediadores bajo la sabia direcci¨®n del se?or Tarradellas en la negociaci¨®n con ETA es simplemente un buen deseo.
La nueva ofensiva de ETA muestra una gran frialdad en su estrategia. Ha conseguido ya su primer objetivo: hacer olvidar a sectores minoritarios pero significativos del pueblo vasco que la perspectiva de paz y reconciliaci¨®n abierta por la amnist¨ªa de octubre de 1977 ha sido destruida por los terroristas de ETA, no por las fuerzas de orden p¨²blico. Los cr¨ªmenes cometidos por los etarras en los ¨²ltimos meses ponen de manifiesto que la campa?a por la amnist¨ªa posterior a la muerte de Franco, en s¨ª misma justa, fue secundada por los grupos situados en la orla de los terroristas con motivos pigamente t¨¢cticos. Lo mismo ocurre ahora con las movilizaciones para pedir una segunda amnist¨ªa de la que se beneficiar¨ªan los que siguieron asesinando despu¨¦s de concedida la anterior; y si esa nueva amnist¨ªa llegara a ser otorgada, los terroristas festejar¨ªan su promulgaci¨®n con otros asesinatos, que dar¨ªan motivo para lanzar una nueva campa?a en favor de una tercera amnist¨ªa... y as¨ª hasta el infinito.
Por lo dem¨¢s, los dirigentes de ETA saben que los asesinatos de miembros de las fuerzas de orden p¨²blico, atrapados en emboscadas o ultimados por la espalda, producen una enorme tensi¨®n emocional entre los compa?eros de las v¨ªctimas. Saben, en definitiva, que el mecanismo ?acci¨®n-represi¨®n-acci¨®n? todav¨ªa funciona; y conocen la forma de desencadenar con eficiencia esa diab¨®lica espiral.
Esta frialdad de los planteamientos de ETA, tan lejana del romanticismo populista de sus or¨ªgenes, es el argumento principal a favor de la hip¨®tesis de que otras fuerzas e intereses se hallan detr¨¢s de los terroristas vascos y tambi¨¦n un motivo de reflexi¨®n para los que todav¨ªa se esfuerzan por encontrar atenuantes a sus cr¨ªmenes. Porque los dirigentes de ETA no s¨®lo son responsables del asesinato de miembros de las fuerzas de orden p¨²blico; son tambi¨¦n los induclores de la muerte de sus propios militantes y simpatizantes, simples peones en una partida de ajedrez sangrienta en la que uno de los jugadores no vacila en sacrificar los propios peones para mejorar su posici¨®n estrat¨¦gica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.