Las exposiciones en Bilbao
Agradable sorpresa en la galer¨ªa Recalde, donde hace su primera exposici¨®n el joven pintor donostiarra afincado en Fuenterrab¨ªa I?igo Altolaguirre. Pueden ser los primeros m¨¦ritos de su pintura que nos remite con dificultad a la de sus anteriores (puede haber en ¨¦l, en todo caso, una concienciafauve del color y un vitralismo que lo emparenten con otros pintores guipuzcoanos) y que no es apresuradamente definible mediante ning¨²n ismo, hiperismo o neo¨ªsmo, de los que circulan. Si a esto a?adimos que algo de muy denso misterio, atorbellinado y universal trata de decirnos, se entiende f¨¢cilmente que su pintura es de aquellas que se configuran a instancias de una intensa acumulaci¨®n argumental que obliga a lo que es estrictamente pict¨®rico significante a describirlo, cada vez con mayor dureza y exactitud, las cuales devolver¨¢n, a su vez, su cualidad al pensamiento. Manera una de las mejores de ser pintor, siempre y cuando, y ¨¦ste es el caso, el resultado sea de una suficiente correspondencia con la imaginaci¨®n o el deseo de decir que lo embebe. Si a alguien debe algo Altolaguirre es a una cierta imagen de lo americano, de su barroco m¨¢gico. Tiene, s¨ª, algo de americana esta pintura, de la cultura primitiva y popular mexicana sobre todo: el llameante color que no describe sino conjura, el abigarramiento, el ritualismo, el horror al vac¨ªo del cosmos hierof¨¢nico, la magia de gemas, de vidrieras, de plumas (el p¨¢jaro quetzal) y serpentinas festivas.La iconoclastia se ha vuelto reverencia en la pintura de Jos¨¦ Guinovart (galer¨ªa Valera), reverencia a los ancestros de Tassili o de Cogul, o a sus m¨¢s pr¨®ximos T¨¤pies y Mir¨®, o a las arcillas arcaicas, o a la geometrizaci¨®n gerogl¨ªfica, es decir, a cierto compendio, muy sui generis, de mediterraneidad. La feroz iron¨ªa de su collage (ha sido Guinovart uno de los que han dado un sentido m¨¢s amplio a la palabra collage y uno de los que con mayor agudeza han ejercido la profesi¨®n de artista como la de bricoleur, en el sentido de L¨¦vy-Strauss) se ha transformado en un santoral culturalista exquisitamente encuadernado. Valga, como recordatorio de lo que fue, alg¨²n cuadro en que asoma la rabia de una tizna devastadora, sombra de sus dentaduras protestatarlas y sus agresoras cortaduras. El resto es a?oranza de sacralidades y magias que, al ser tomadas a trav¨¦s de sus referencias hist¨®ricas, en la distancia de una iconograf¨ªa enciclop¨¦dica, poco pueden conjurar una transformaci¨®n de nuestra realidad. Quiz¨¢, a pesar de que nunca realiz¨® mejor sus cuadros, ni fueron antes tan refinados, el procedimiento b¨¢sico creativo de Guinovart no haya cambiado, y s¨®lo se haya vuelto distinto el motivo que hac¨ªa llegar im¨¢genes y objetos de sus distintas procedencias y unirse en cadeneta a aquella feria de vanidades antirrepresivas y desvergonzadas que sus cuadros fueron. Quiz¨¢ sea que la arqueolog¨ªa y Mir¨® no alcanzan a hilvanar un argumento lo suficientemente sugestivo como para bien sustituir a aqu¨¦l. Quiz¨¢ sea un problema de academicismo.
M¨¢s de treinta cuadros de los hermanos Ram¨®n y Valent¨ªn Zubiaurre, expuestos en las salas del Banco de Bilbao, nos recuerdan que, junto a Aurelio Arteta y, en mi opini¨®n, por encima de ¨¦l, son el punto culminante de la pintura Y asca anterior a la guerra, y los que, con su soledad de primitivos, establecieron una v¨ªa aut¨®ctona y una primera base de tradicionalidad para el arte vasco. Una inclinaci¨®n inmediata, arraigada en el pensamiento vasco de su ¨¦poca, les llev¨® a la exhaustiva enumeraci¨®n de lugares y personajes del medio rural, donde con m¨¢s pureza pod¨ªan encontrar los datos de la identidad de su pueblo. Pero esto tambi¨¦n lo hicieron otros y quedaron en la epidermis. Ellos, sin embargo, adem¨¢s de recopilar mejor que nadie tal imaginer¨ªa ¨¦tnica, alcanzaron a dotarla de un contenido est¨¦tico y su concepto del espacio y de la radicaci¨®n de los vol¨²menes formales, la sobriedad medular de las formas y su epicidad est¨¢tica, ensimismada, vemos ahora como constantes de mucho arte vasco contempor¨¢neo. A los que motejan a los Zubiaurre de folkl¨®ricos y aun de racistas (que, curiosamente, suelen ser los mismos que frente a toreros y peinetas entonan laudes a la racialidad), habr¨¢ que decirles que atiendan al ¨¢mbito tan misterioso e inquietador que describen por bajo la dataci¨®n de pueblos y tipos, que reflexionen nada m¨¢s sobre lo que pueden estar contemplando los ojos profunda y sumisamente enajenados de sus aldeanos y marineros.
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